Son 7:00 horas de mañana del 25 de marzo de 2020, último miércoles del mes, hoy comienza en todo el País, la medida fijada por el Gobierno Nacional y coadyuvado por las autoridades territoriales, a cerca del aislamiento obligatorio como medida de contingencia para la contención del virus COVID 19, que a nivel mundial ha dejado a la fecha 419.000 casos y más de 18.700 muertos en 186 países, nos mantiene en el terror y la incertidumbre de un mañana; la sociedad desinformada por los diferentes medios han hecho caso omiso a las advertencias de las autoridades en materia de salud lo que ha agravado y aumentado los contagios en todo el mundo. Corre el tiempo mientras escribo este artículo y se hacen las 8:00 horas, en la casa, se prepara el desayuno, mi esposa y su sobrina indagan sobre que producto se utilizaran hoy para ir racionando lo necesario para el consumo. Logre salir con mi esposa, con anterioridad para abastecernos antes que colapsaran los supermercados de cadena, pues conociendo nuestra sociedad esperaba que se presentara caos. Mientras, me informo en el computador y veo el noticiero, que comunica sobre desmanes presentados en el día de ayer; por comportamientos criminales de desadaptados que irrumpieron en los negocios para hurtar los productos de los diferentes almacenes, y como lo predije nuestra sociedad no acata la norma.
Ya avanzan las 9:00 horas y mi hijo Sebastián, de 4 años de edad, despierta de su sueño y con él, la alegría de la casa, que se enaltece con su inocencia y ocurrencias que avivan carcajadas en todos nosotros, quien a nuestra manera intentamos reencontrarnos con nosotros mismos; en medio de la crisis y de este aislamiento en el que nos encontramos. 12:00 horas del día y hago un receso en mi teletrabajo, el cual me tiene frente a mi computador desde las 07:00 horas, para sentarme en la mesa y degustar mi almuerzo acompañado de todos los miembros de la casa.
Son las 14:00 horas y nos sentamos en la sala frente a la tv, a escoger una película, para ver en familia, hecho que hacía mucho no compartíamos, por el trasegar de la jornada, por el trabajo y quizás por el distanciamiento que ejercen las redes sociales. Llegan las 16:00 horas, y encontramos temas de conversación, nos comunicamos telefónicamente con muchos de nuestros familiares, hemos practicado una asepsia que quizás nunca habíamos puesto en práctica a lo largo de nuestras vidas, aprendimos a lavarnos bien las manos, que los zapatos no deben ingresar a nuestros espacios, que antes de acercarnos a nuestros seres queridos debemos bañarnos y llevar las ropa sucia a un canasto y desinfectarla.
Además tomar conciencia que el exterior alberga amenazas para nuestra y sobre todo para la salud de los seres queridos. Llegan las 18:00 horas y el silencio solo es empañado por el sonido del tv donde nos divertimos con una película o viendo las noticias, no se escucha el ruido del motor de ningún vehículo ni motocicleta, es el silencio del toque de queda, por mi calle transitan como vigías la Policía Militar, haciendo respetar la medida.
Por fin llegan las 21:00 horas, y con ello termina una larga jornada encerrado entre cuatro paredes, y con unas ventanas que se convierten en pantallas entre la medida y la realidad, mañana será otro día más de la medida y habrá muchas cosas por contar.