Banda delincuencial “Salsas Nueva Generación”, tenía tentáculos en Medellín y Cartagena

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Detrás del éxito operativo anunciado por la Policía y la Fiscalía, con la captura de siete presuntos integrantes de la banda multicrimen “Salsas Nueva Generación”, se esconde una verdad menos visible, pero igual de importante: esta operación representa una oportunidad para devolverle la tranquilidad a sectores de Cartagena donde la violencia se había vuelto parte del paisaje cotidiano. La estructura criminal, con tentáculos en Medellín y Cartagena, era mucho más que un grupo de sicarios: era un sistema de control social, económico y territorial que, a través del miedo, se había arraigado en barrios populares como un poder paralelo al Estado. Sus actividades iban desde el microtráfico y la extorsión, hasta homicidios selectivos, muchos de ellos cometidos para marcar dominio en la disputa por el negocio de las drogas.

Durante más de seis meses, investigadores de la Policía Judicial y fiscales especializados lograron desmantelar la estructura paso a paso. No se trató solo de recolectar pruebas sobre homicidios y tráfico de drogas, sino de identificar cómo operaban, quiénes eran sus enlaces en Medellín, cómo marcaban a sus víctimas y cómo se camuflaban en la vida cotidiana.

Alias “Trenza” y “Tapiñero”, capturados en Medellín, no solo daban órdenes: eran los estrategas de una red que sabía cómo evitar la ley, usando incluso a mujeres como “marcadoras” de objetivos y a jóvenes para ocultar armas o mover pequeñas dosis.

Pero lo más alarmante es que, según las autoridades, esta banda habría tenido la capacidad logística para ejecutar al menos 10 homicidios adicionales que fueron evitados gracias a las alertas generadas durante el proceso investigativo. En otras palabras, esta operación salvó vidas antes de que los crímenes ocurrieran.

En barrios de Cartagena y municipios cercanos como Turbaco y Arjona, la comunidad vivía bajo el temor constante de ser señalada por colaborar con la Policía o simplemente por estar en el lugar equivocado. “La violencia silenciosa es la peor. Uno se acostumbra a vivir con miedo, a no hablar, a no confiar en nadie”, cuenta un líder comunitario del sur de Cartagena, que pidió reserva de su identidad.

Los capturados, entre los que figuran personas con antecedentes por delitos que van desde porte ilegal de armas hasta violencia sexual, formaban una red compleja, donde cada rol —desde el sicario hasta el “campanero”— era parte del engranaje criminal.

 

 


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