CARTAGENA: NADIE VUELVE- Por: Felipe A. Priast

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Unos de mis mejores amigos acá, en Estados Unidos, es la pareja conformada por Ervin y Gala, ambos de Europa del Este. Ervin es un economista albanés graduado del Centro de Altos Estudios Económicos de Praga, con un Máster en Administración de Empresas (MBA) de Carnegie Mellon University; y Gala, por su parte, es una ucraniana PhD en Economía del Centro de Altos Estudios de Praga, con una especialización en Economía de la Universidad de Rochester. Gala, además, es Faculty Professor hace 15 años en Arizona State University y uno de los investigadores sobre temas económicos más respetados de esa universidad, que es la más grande universidad en el estado de Arizona.

El hogar de Ervin y Gala es un hogar de académicos en donde se respira cultura y educación por todas partes. Su hija, Liz, es de una precocidad admirable. A los 10 años ya tomaba cursos de álgebra, y ahora con casi 13 ya está tomando cursos de física, química y calculo, además de tocar el piano convincentemente. Es un hogar de gente culta, preparada, que tiene el privilegio de una vida muy confortable dentro del exigente medio académico de las universidades en Norteamérica.

Debido a su trabajo como investigadora en temas económicos, Gala debe asistir a conferencias internacionales todo el tiempo, y 2 o 3 veces al año va a Barcelona, Rio de Janeiro, Buenos Aires o Múnich, para asistir a conferencias de tipo económico con la participación de otros prominentes doctores en economía, quienes en muchos casos son también ganadores de premios Nobel y demás.

En su más reciente viaje debió asistir a una conferencia en Cartagena de Indias, lugar con el que estaba muy entusiasmada, pues Gala sabe que yo soy de allá y me ha oído hablar de mi ciudad en un par de ocasiones.

Lo primero que me preguntó, antes de viajar, fue si podía salir por ahí a dar una vuelta, pues Gala es de esas personas -como yo- a las que les gusta explorar una ciudad por su propia cuenta, caminando por ahí y explorando a medida que se camina por una ciudad.

De inmediato le tuve que decir que no, que no hiciera eso en Cartagena, pues una rubiecita de ojos azules como ella, en una ciudad morena como Cartagena, rápidamente sería identificada como una turista, y dependiendo de en donde se metiera, la podían atracar. Supongo que una caminada por el Centro Amurallado no representaría mayor problema durante el día, pero por ahí coge la calle larga, o se mete en Getsemani, o incluso por el Barrio de San Diego, y termina atracada.

Gala estuvo en Cartagena entre finales de junio y principios de Julio para la conferencia. No le quedaron ni cinco de ganas de volver. Por cortesía conmigo, no me quería dar su verdadera opinión de la ciudad, así que tuve que sacársela con un alicate, hasta que por fin me hizo la confesión completa. La ciudad es sucia, mal cuidada, los vendedores ambulantes son una plaga, el mar es una mierda, las playas una acosadera de vendedores perpetua, el ruido ambiental es insoportable y el calor agobia. Ella me dice que esperaba más, pero que Cartagena la decepcionó y que no volvería, pues hay destinos que le parecen mucho más atractivos.

Estamos hablando de una doctora en Economía que algún día de pronto se gana el Premio Nobel de Economía (Gala predijo la inflación en la que hoy vivimos hace como 4 años, cuando nadie entonces hablaba de inflación, lo que hizo que se ganara mi admiración total por su conocimiento y la maestría que posee en su oficio). Gala asiste a conferencias de primer nivel en su campo en todas partes del mundo, viajando de Tokio a Madrid, y de Río a Berlín. Es una persona cosmopolita con acceso a los mejores lugares del mundo, y en su standard, Cartagena es de los peores lugares a donde ha tenido que ir para oír una conferencia. La ciudad, simplemente, no tiene nivel internacional suficiente para recibir ese tipo de eventos.

Lo único rescatable de su visita, me dice, fue la atención en el hotel. Me dijo que el servicio fue impecable, pues, aparentemente, el hotel estaría interesado en que este tipo de conferencias se repitan y que ellos puedan recibir a este distinguido grupo de doctores y conferencistas de talla mundial. No va a pasar. Según me dice, nadie quedó convencido con Cartagena y nadie quisiera tener que volver allí.

Nosotros, como colombianos, estamos convencidos de que Cartagena es la última coca-cola en el desierto, porque no conocemos más (bueno, yo si, porque yo también he viajado bastante), pero la realidad es que nuestra vieja, deteriorada, corrupta, sucia, caliente a más no poder, bulliciosa y cara Cartagena, no compite a nivel internacional con otros destinos más atractivos, incluso acá mismo en la cuenca del Caribe (Cancún, Playa del Carmen, San Juan, Punta Cana, Guadalupe, Saint Barths, Montego Bay, etc.). Lo que le pasó a Gala le ha pasado ha turistas españoles, italianos y canadienses que ya decidieron no volver más nunca. Vender a Cartagena como “gran destino internacional” es una estafa, porque no lo es. Yo diría que ni siquiera es un “gran destino en el Caribe”, porque tampoco lo es. Yo soy cartagenero y ni siquiera a mi me dan ganas de ir a Cartagena por estos días. Estoy planeando mis vacaciones en el sol, junto al mar, y mis opciones son Miami, los Florida Keys, Saint Marteen, Palma de Mallorca & Ibiza, Capri y Corfú. De pronto Cerdeña, pero no Cartagena.

A Cartagena iría por cuestiones familiares, o por visitar a amigos (aunque ya me quedan pocos), pero no para pasar una semana o 10 días en un balneario de primera. Es decir, a Cartagena iría porque me toca, pero yo, como turista con acceso a un turismo internacional de primer nivel, no pongo a Cartagena en una lista de los 20 top destinos de playa, brisa y mar. De pronto ni siquiera entre los Top-40.

Yo, que soy cartagenero, he llegado a la conclusión de que, si quiero vivir en un balneario con playa, sol y ciudad amurallada, debo comprar una propiedad en La Valletta, Malta, no en Cartagena, y eso es triste.

Lo siento, “Cartacho”, pero no das el gatazo, ya no te alcanza para un turista como yo. Vas a tener que conformarte con excursiones de estudiantes de Floridablanca, Santander, sicarios paisas de esos que bajan a la Costa a celebrar corones o asesinatos, y breves escapadas de ejecutivos nacionales con sus mozas. Tipos como yo preferimos ir a Capri, en donde nadie nos va a cobrar un millón de pesos por un plato de pasta, porque esa es la otra, las tumbadas en Cartagena a la hora de ir a comerse un hijueputa pescado.

Y a pesar de que la ciudad necesita cambiar para volver a pararse, miren los candidatos a alcalde que se encuentran en la grilla de partida: Dumek Turbay, una ficha de la Gata; la “María Mulata”, otra rata que ya fue alcaldesa; y otro par de hijueputas bandidos que no van a hacer nada por la ciudad.

Por ese camino, Cartagena solo va a competir con Dakar, Isla Margarita, Esmeralda en Ecuador y Manila, es decir, un destino sexual de tercera categoría. De hecho, ya lo es.

Va a llegar el día que Cartagena quede reducida a un “hueco para ir a buscar putas y drogas”, recibiendo un turismo de quinta, pues la ciudad será incapaz de atraer a un turista como Gala o como yo. O como cualquiera que tenga $5,000 o $10,000 dólares para pasar unas vacaciones sabrosas.

Con esa plata, te puedes ir a Cannes, Taormina o Mykonos. ¿A quién putas se le ocurre ir a Cartagena a botar la plata?

Esas son las vainas en las que los cartageneros tienen que pensar a la hora de ir a votar en las próximas elecciones para alcalde: ¿quién es el tipo capaz de reconstruir a Cartagena para que vuelva a ser un destino turístico atractivo?


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