Celos, acosos y feminicidio- Por: Martín Nicolás Barros Choles 

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Estamos viviendo oleajes de inseguridad y violencia, desatada en diferentes formas y aspectos, desapercibidas por distintas autoridades, contaminadas e implicadas en corrupción, que no constituyen garantías, para corregir, prevenir, controlar y erradicar; las violaciones de disposiciones legales vigentes, hábitos y malas costumbres.

Tenemos una sociedad no tan analfabeta, como enferma, carente de atención, oportunidad, solidaridad, motivación y afectos; por falta de educación, inducción, información, orientación e Ilustración, que debe iniciar y direccionar, desde el hogar.

Estamos padeciendo inestabilidad mental, atribuida a la descomposición social y desatención en autoridades de salud, que nada hacen para integrar, en planes operativos de salud, la atención psicológica, conllevando una serie, de descontroles y trastornos, que repercuten de manera negativa y trágica en las personas, con hechos lamentables y fatales, que cotidianamente ocurren, por imprevisión de lo previsible. “Mente sana, cuerpo sano”.

El celo es un sentimiento que se experimenta, cuando existe un presentimiento de peligro, amenaza o cuando hay dudas, desequilibrio sentimental, deseo posesivo exagerado y alerta, de perder la posesión de un derecho exclusivo en su pareja u otras cosas. El celo, genera y altera emociones, descontrolando estados de ánimo, baja autoestima e impulsa acciones impredecibles con consecuencias funestas por motivo de miedo, inseguridad, desconfianzas e incertidumbre, en relaciones íntimas.

Los celos requieren de control, compresión y solución inmediata para evitar que se alteren y eternizan, conllevando tristeza, amargura, sosiego, martirio e infelicidad; engendrando impulsos de violencia, que deben prevenirse, erradicando la causa o poniéndole fin a la relación que origina los celos. Nadie está exento de ser sujeto activo o pasivo de celos, indiferentemente de que el afectado, sea hombre o mujer, por tentaciones, seducciones, alucinaciones y amoríos; en clandestinidad o extra sexo, que terminan con la confianza y destruyen hogares, dejando en vaivén a los niños, víctimas del desamor y despelote de sus padres, originando traumatismo familiar.

Las parejas heterogéneas humanas, se unen para procrear y conformar una familia, en cumplimiento de deberes sociales, guardando fidelidad y respeto mutuo. Cuando no sea posible una convivencia de pareja, por motivo de celos, ‘cachos’ o cualquiera otra causa, lo mejor es separarse, antes que tolerar sufrimientos, despechos, malquerencias, amenazas e insoportables acosos, brollos y tortura moral que termina en tragedias y desgracias. Es mejor prevenir que lamentar. El amor, así como nace, también muere y puede reverdecer en otros campos o cuerpos, sino se empecina en resucitar el difunto amor. Los duelos por pérdidas de amor o traición se curan con reflexiones, meditaciones y resignación; no con lloriqueos, sumisión, compasión, ni bajo dominios.

Las cornadas causan heridas profundas y dolorosas, que solo se curan, no con perdones, sino erradicando y sepultando el mal o por el contrario, soportándolo por miedo, necesidad y protección en conveniencia. Los ‘cachos’ comprometen a hombres y mujeres en forma activa y pasiva. De los afectados depende que lo consientan, acepten, rechacen y reprochen. No es lógico vengarse del mal repitiéndolo y practicándolo, sin rescate, ni pudor y sin medir consecuencias, desvalorizando.

Las mujeres son dueñas de su cuerpo y son ellas las únicas que disponen en voluntad de su cuerpo para ponérselo a quien le parezca o guste, para uso, goce y disfrute del mismo, a título amoroso o por cualquier interés, pero ninguna de las citadas formas, le da derecho a un hombre, pretender tener una mujer, en calidad de propiedad privada contra su voluntad, es decir, por las fuerza, amordazadas, atemorizadas y amenazadas. Lo que no es de voluntad, mucho menos puede ser de fuerza. Razonamiento.

Las mujeres están desprotegidas por las autoridades competentes, Fiscalías, Bienestar Familiar, secretaria y juzgados de familia y penales, maltratadas, violentadas y asesinadas, cuyas autoridades no responden oportunamente las quejas y denuncias. Tampoco protegen a la mujer víctima de acosos, agresiones, violencia intrafamiliar, por último, feminicidios por causa de celos, pretensiones abusivas y responsabilidad; de autoridades competentes. Los asesinatos en la modalidad de feminicidios registrados en estadística nacional son alarmantes. Más de 500 mujeres anualmente son víctimas de feminicidio causado en distintos lugares del territorio nacional, generando tragedias en forma ascendente cada año. Desatenciones, indiferencias e imprevisión de autoridades, constituye responsabilidad del estado sujeto a reparaciones directas por negligencia.

Otro de los hechos que la Fiscalía minimiza, desatiende y resta importancia, es a los acosos a mujeres, no solo por expareja, sino también por depravados y obsesionados sexuales que merodean, persiguen y acechan a mujeres víctimas de agresiones, violaciones y feminicidios; cuando no accede a pretensiones perversas y abusivas por desinterés y omisión, de la Fiscalía, que archiva sin investigar ni proteger a las víctimas, sobre denuncias de mujeres acosadas en busca de auxilio o protección de autoridad competente, con resultados negativos en el amparo requerido, previniendo la muerte y lesiones personales.

A manera de ejemplo, la periodista presentadora de noticias, en Caracol Televisión, Alejandra Murgas, es víctima de acoso por parte de un ex militar obsesionado, que permanece día y noche, al frente de Canal de televisión, lugar de trabajo de la referenciada periodista esperándola que salga, generando zozobra y angustia a la víctima, pero la Fiscalía le archivó la denuncia sin ninguna garantía, no obstante estar expuesta con persecución que se extendió hasta Barranquilla, cubriendo informaciones noticiosas de la selección Colombia. Los individuos depravados y obsesionados por una mujer, constituyen un peligro inminente, disparando alarmas, que no debe ser objeto de ignorancia, ni de omisión, por ineptitud y negligencia investigativa, sobre las múltiples denuncias, que radican cada año, terminando archivadas y las mujeres asesinadas.


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