Cien años de soledad- Conclusión – Por: Felipe A. Priast

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Bueno, acabé de ver la miniserie Cien Años de Soledad, de Netflix, y creo que con el pasar de los episodios mejoró.
Yo, para serles franco, nunca había entendido el carácter “bíblico” de esta historia, y ahora que la veo en imágenes, creo que la he entendido, mucho más que cuando la leí hace como 40 ańos.

Es una novela con una estructura bíblica como tomada del Génesis, y la adaptación honra esta intención del autor, que creo que sus hijos supieron interpretar. José Arcadio Buendía como una especie de “Abraham”, e historias con elementos que van desde El Arca de Noé hasta el incesto dentro de los pueblos hebreos, acabando con un mensaje bíblico y sabio de una especie condenada (el hombre), que en la novela de García Márquez, queda sintetizada en la familia Buendía.
Si algo, esta historia me ha servido para re-entender a Gabo porque yo ese paradigma bíblico de la historia no lo había captado nunca.

Ahora, técnicamente hablando es una buena producción, con puntos altos en cinematografía, manejo de cámaras (hay algunas muy buenas tomas) y la actuación de algunos actores (me gustaron Aureliano, Melquiades, José Arcadio viejo y Úrsula vieja). Puntos flojos yo diría que la iluminación, la edición es normalita, y tengo problemas con la escenografía, no por mala, sino por inexacta. Nunca me pude sentir en la Costa Atlántica Colombiana en esta serie, me parece una Costa Caribe “mexicanizada”, lejos del mar. Ese Macondo, aunque bien ambientado, parece sacado de Jalisco, o un pueblo del interior del país.
Y nunca pude sentir la luz del Caribe en esta serie. Hay un “approach” gótico en esta serie, casi de novela negra, que no entendí. Ese Macondo se ve oscuro, siempre entre sombras y colores opacos. Parece México, un México como del “Indio” Fernández o Roberto “Gavaldón”. Incluso un cine como el de Repstein, pero no una historia Caribe. Esa historia hubiera quedado mejor contada por alguien como Ciro Guerra, pero como en Colombia a Ciro lo tienen vetado, terminamos con un Cien Años de Soledad mexicano.

La serie tiene dos escenas memorables que yo voy a recordar: (1) al final del capítulo 4, cuando José Arcadio se vuelve loco y lo amarran al castaño bajo la lluvia; (2) El entierro de José Arcadio Buendía. Esa toma área del féretro es magistral, y todo el proceso fúnebre me recordó aquella famosa escena de una procesión fúnebre en “I am Cuba” (1964), de Mihail Kalatozov, no llegando la toma de Cien Años de Soledad de Netflix ni a la décima parte de la escena del ruso, pero es bastante buena de todos modos.

Francamente, creo que hay que darle algo de crédito a los productores porque con esta historia no se podía hacer mucho más. Como digo, quizá un enfoque más “Caribe” me hubiera gustado, y quizá debieron hacer el casting de algunos personajes en España, en Andalucía, pues el español de la época sonaba mas parecido al andaluz que a la amalgama caribeña de esta serie que abarca desde actores venezolanos y cubanos, hasta colombianos y otros suramericanos. Esta idea no es nueva. Una miniserie como “John Adams” (2008), de HBO, una miseria soberbia, utilizó actores ingleses para la mayoría de sus personajes, si bien la historia era una historia sobre los padres de la independencia americana. Eso fue así porque los productores entendieron que, en 1776, los Estados Unidos era muy parecido a Inglaterra y un lugar en donde la gente hablaba muy parecido a sus pares ingleses. El acento americano que conocemos hoy se desarrolló más tarde.
Igual acá. Hace 150 años, nosotros éramos “andaluces de América”, y creo que ahí fallaron los productores al no ver ese vínculo.
Con el paso de los episodios el erotismo en la serie disminuye y, por lo tanto, la serie no se rebaja como en los primeros episodios.
Y la serie también gana porque en los episodios posteriores recae en actores más experimentados. El único lunar claro me pareció el “regresado” José Arcadio Buendía quien habla y se mueve como un matón del Tren de Aragua. Esa caracterización de rufián experimentado resultó bastante pobre, creo yo.
Y la flaca que hace de Rebeca, exótica y tal pero parece salida de la India, de Tamil Nadu . ¡Coño!, ¿y es que no había en Colombia una actriz joven más agraciada que ese hueso con cara de “intocable” que escogieron para ese personaje? Es que no es ni buena actriz, y yo sospecho que le dieron el papel porque era la única dispuesta a empelotarse.

Le doy 3.5 Dreyers en la escala “Priast” a esta serie, más que nada por el esfuerzo y la producción. Creo que estamos mejorando en cuestiones fílmicas y veo un progreso. Esta serie es mejor que cualquier otra cosa Latinoamericana que ahora esté en Netflix, desde el punto de vista técnico.

Como epopeya latinoamericana está bien, pero esto no es una historia Caribe. En algunos momentos me sentí viendo “Encanto” (2022), la película de dibujos animados de Disney, cuando veía esta serie; y otras veces me sentí en el pueblo de Juan Valdez, como si fuera una historia en la región cafetera.
Y otras veces me sentí como en Antigua, la antigua capital de Guatemala…No era propiamente México, sino algo cerca a México como Guatemala…
Hay un cliché Hollywood-esco en la serie sobre lo que es Latinoamérica que es inocultable.

Y ese carajo que narra la serie, el de la voz en off, ya lo decifré: es un venezolano de Miami.

Pasó el examen con nota promedio. Nada grande, pero tampoco es malo. Es una serie que se exhibe con lo justo.
Y esto, vieniendo de mí, se puede considerar un triunfo porque a mí me pesa la mano en cuestiones de crítica fílmica.


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