Alguien me comentó antes de las elecciones del año anterior, que: “de tuertos, cojos o mellos cuídate de ellos”, me quiso decir con esto, que quienes llevan estos apodos o remoquetes, eran personajes inestables emocionalmente, capaces de variar su comportamiento en un instante, mostrar sus egos o pareceres en un momento inesperado, haciendo ‘ochas y panochas’ de todo cuanto se les ocurre. Aunque esto no está comprobado, algo de ello hay en sus mentes.
Hoy me encontré por casualidad con el amigo que me hizo la observación, solo me atreví a bajar la cabeza y sin análisis previo le concedí la razón, la cual en inicios le había negado, diez razones concretas que tenía anotada en su agenda sirvieron para demostrarlo.
Me confirmaba airado que no por tuerto ni por cojo, menos por mello, el hoy alcalde de Valledupar resultó siendo poco capaz, despreciando el legado de que es portador, el cual puede tomar de su abuelo paterno, don Pepe Castro, quién sin tener formación académica en asuntos administrativos o políticos, desempeñó una meritoria labor al frente de la Alcaldía de Valledupar, La Gobernación del Cesar y en muchos periodos como senador de la República.
El Mello contó con suerte y resultó elegido como alcalde, no por su méritos sino por la poca calidad que enfrentó, revestidos y financiados por la corrupción y el pillaje quienes sin saber cómo, acabaron con las virtudes que como ciudad tenía Valledupar, además el robo descarado de su presupuesto sin que hubiese necesidad de ello.
Mi contertulio haciendo uso de su derecho a opinar, afirmaba con razón, que el ejecutivo no le daba la cara a sus electores y gobernaba con un gabinete paquidérmico, tomando medidas tópicas y no de fondo como debe hacerlo todo funcionario, ni menos escuchaba los clamores que en coros se hacían para enderezar la ciudad del entuerto funcional por el que atraviesa.
Los pies los llevan donde el cerebro les ordena, parece que los zapatos que usa el primer funcionario municipal se los calzó al revés, está acompañado siempre de muchos payasos que quieren ser trapecistas o domadores sin tener la destreza para hacerlo, lo que desmerita las virtudes que le sobraban al recordado y siempre querido abuelo, de quien debe estar orgulloso de serlo.
El Mello Castro González se equivocó de oficio, ni siquiera ha tratado de imitar las dos primeras administraciones municipales elegidas por voto popular, ejercida por Rodolfo Campo y Aníbal Martínez, las cuales son las mejores de la historia de nuestra gallarda ciudad. Por estos argumentos estoy de acuerdo con el gozo del amigo que mal humorado renegaba de haber sufragado por aquel que no por ser mello ha sido inferior al reto que mediante el voto le entregaron.
Hoy el mal administrador al mejor estilo de un emperadorcito se pavonea poco, pereciera que no quiere que lo ocupen, y las pocas veces que se le ha visto en escenarios públicos lleva un servil con una sombrilla abierta para que lo proteja de los rayos del sol, o las pocas gotas de agua que a veces caen en la ciudad.
Es hora de recoger las banderas del desorden, no izar las del caos, si no enarbolar las de la eficiencia, el desarrollo y el liderazgo pues cuando el líder no aprende a mandar fracasa en su misión de jefe, tal como está sucediendo en Valledupar.