Diciembre convulso- Por: Diógenes Armando Pino S.

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Diciembre es el mes del amor, la reconciliación, la paz y la unión, donde celebramos en familia y entre amigos las navidades y el fin de año, lo que nos llena de alegría, satisfacción y nos permite soñar con un mejor país y un futuro promisorio que nos permita mejorar las condiciones de vida y bienestar para cada colombiano.

Infortunadamente ese anhelo se desvanece al evidenciar como en el congreso de la república se le brinda ponencia positiva a la mal llamada Ley de crecimiento económico (reforma tributaria) y se encamina hacer aprobada, no obstante que la mayoría de centros de pensamientos económicos o de analistas muestran su desacuerdo por considerar que “algunos artículos son excesivamente generosos y ponen en riesgo la estabilidad económica del país o porque su efecto no llegará a los colombianos sino que abrirá paso a la corrupción”.

La inseguridad es otro flagelo que amenaza nuestros sueños, a diario vemos como los colombianos somos víctima de hurtos, robos y atracos que nos generan frustración, miedo y desconfianza, pero a su vez nos conlleva al odio, rabia y venganza, permitiendo con ello que en muchos casos decidamos tomar la justicia por nuestras propias manos, empeorando la situación ya que con este actuar nos asemejamos a nuestros infractores y/o atacantes y violentamos derechos y la ley.

La desigualdad e inequidad en el país cada día abre una gran brecha social, toda vez que ha permitido la perpetuación de la pobreza, el abandono estatal, subdesarrollo y falta de oportunidades que no permiten a la inmensa mayoría de colombianos a mejorar sus condiciones de vida y satisfacer sus necesidades básicas, gracias a la acumulación de riquezas de unos pocos y a la corrupción acrecentando el descontento e inconformismo generalizado.

La protesta social es el medio que las sociedades han utilizado para defender, reclamar y reivindicar sus derechos, en Colombia no ha sido la excepción, por eso el pueblo por medio de paros, concentraciones y cacerolazos ha manifestado su desacuerdo e indignación en contra de las políticas y decisiones que van en contravía de sus derechos y del estado social de derecho que contempla nuestra carta magna.

No obstante, a ello, infortunadamente la protesta social en muchos casos ha sido aprovechada por desadaptados que ponen en peligro el orden y la seguridad pública, así mismo han sido objeto de infiltraciones por la autoridad pública para deslegitimarla y pretender reglamentar con el pretexto que “esta se de en el marco de una reglamentación que garantice el orden público y el normal transcurrir de las dinámicas de las ciudades”.

Un país que va a la deriva, sin un timonel que comande este barco que va rumbo al naufragio, no puede permitir que el medio más expedito que tiene para pronunciarse y desaprobar las políticas y medidas nefastas que lo agobian sea restringida, el pueblo debe seguir en pie de lucha, en la búsqueda de la reivindicación de sus derechos, de su bienestar y mejoramiento de las condiciones de vida, pero así mismo garantizar la seguridad ciudadana y el orden constitucional.

Son muchos los que hoy se quejan por los paros y manifestaciones porque consideran que atentan contra sus derechos y economía, toda vez que han visto afectado sus ingresos y ventas, esto es indudable, pero también es irrefutable que lo que se exige es para mejorar la calidad de vida de un pueblo afligido y garantizar que no volvamos a padecer un diciembre negro, lleno de sinsabores, necesidades y falta bienestar y oportunidades.


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