Divergencia- Por: Edna Rueda Abrahams

Compartir

El cerebro humano busca una sola cosa con increíble frecuencia: la constancia, la homogeneidad, el equilibrio, lo conocido. Al cerebro le cuesta considerar escenarios distintos, le cuesta encontrar caminos alternativos, estadios intermedios.

Por eso ocurren manifestaciones como la_pareidolia, un fenómeno psicológico a través del cual percibimos como una forma reconocible un estímulo aleatorio, como cuando vemos rostros en tostadas, en nubes o en tazas de café.

El mismo impulso a buscar lo conocido, nos lleva a ahondar en predictores en todo lo que nos rodea, este es el origen del pensamiento mágico, de la astrología, de las supersticiones, de la repetición de conductas conocidas, de patrones en el amor, la amistad, el trabajo. Somos programados por nuestro acceso a la información a repetir – y buscar- lo conocido, incluso si esto es al final nocivo.

Basados en lo que ya conocemos, el cerebro de la mayoría, casi de manera automática, busca cumplir nuestros patrones. Lo que sabemos de Novo, lo que hemos avanzado, son todos productos de pensamientos disruptivos, de pensadores que se salen de la caverna e imaginan, hipotetizan soluciones alternativas a problemas conocidos, proponen salidas que esquivan las respuestas clásicas y generan el cambio. Nada existiría si se mantuvieran constantes las soluciones.

La inteligencia, que se ha estudiado con tanta curiosidad en los últimos años, puede considerarse como la capacidad de usar los recursos disponibles para dar solución a un problema planteado. No parece estar siempre directamente relacionada con la instrucción académica, pero sí con la cantidad de estímulos que se le presentan al cerebro para aprender a resolver contrariedades: inteligente, por ejemplo, es un marino que puede hacer llegar a puerto seguro un bote averiado, inteligente es un niño que diseña sus propios juegos, inteligente es un médico que se plantea más allá del análisis obvio, pero todos, sin excepción, necesitaron un ambiente nutrido, un escalón desde el cual empinarse para ver más lejos.

Y acá vienen las reflexiones. ¿Por qué crecen nuestros problemas? ¿Puede ser acaso que estamos enfocados en repetir las estrategias que muestran fracasos permanentes? ¿Tanto miedo le tenemos al cambio? ¿Necesitamos repetir patrones? ¿Podemos pensar en otras formas de hacer las cosas? ¿Existe la posibilidad de llegar a puerto, jugar nuestro propio juego, tener el diagnóstico preciso? Si lo que se viene haciendo, nos trajo a un lugar oscuro… ¿se debe repetir?

El camino divergente es incierto e inseguro, pero el camino conocido no nos enseñará nada nuevo.

 

 


Compartir