Soy de Tierralta, Córdoba, lugar que dejé muchos años atrás cuando salimos con mi familia desplazados por la violencia paramilitar; años después decidí convertirme en una mujer revolucionaria. Por el Acuerdo de Paz he podido volver a mi tierra. Desde los días en que pasé mi infancia y buena parte de mi juventud al tiempo presente, muchas cosas han cambiado, tristemente la mayoría de aquellas solo para empeorar.
La gran brecha de desigualdad entre la región central y el Caribe colombiano, sigue siendo una permanente histórica. La desigualdad de los hogares per cápita se encuentra por encima del promedio del país y todo este territorio ha sido azotado por un grave aumento del desempleo previendo, según el DANE (proyección hecha en el 2020) que el GINI se elevará en 23 puntos en los años siguientes.
Desde el 2 de julio emprendí uno de mis habituales recorridos que me llevaron a La Guajira, Magdalena, Atlántico, Córdoba y Cesar, no solo para corroborar cómo estos territorios sufren el olvido del gobierno central sino también para verificar cómo se está dando el cumplimiento del Acuerdo de Paz. Aquí les cuento algunas impresiones.
En la Guajira, he seguido el estado de los compromisos que adquirió el Estado después de un paro que logró movilizar a los y las guajiras en 2019. Hoy, es el departamento del caribe con el mayor índice de incidencia de la pobreza, alcanzando el 62% con un total de 608 mil pobres, en un aumento de 35 mil personas que pasaron a esta condición.
En Sucre y Bolívar, más específicamente en Montes de María, la situación no es mejor. Allí estuve verificando denuncias de las y los habitantes en una audiencia pública que fue convocada por la Comisión de Paz del Senado, en marzo de este año. No solo se comparten las problemáticas de pobreza generalizadas en todo el Caribe, sino que se ha agudizado la violencia especialmente contra líder y lideresas sociales. Desde la firma del Acuerdo Final de Paz, según reportes del programa Somos Defensores, la Defensoría del Pueblo, Indepaz – Marcha Patriótica, se han registrado 22 agresiones a líderes sociales en la zona.
Sobre el cumplimiento del Acuerdo, las y los habitantes siguen a la espera de la implementación de la Reforma Rural Integral. No hay registro en el mapa de la Agencia de Renovación del Territorio de alguna de las obras comprometidas para el PDET de la subregión de los Montes de María, y sus habitantes me informan constantemente de la falta de voluntad para darles información sobre cómo avanzan los Planes Territoriales.
He dejado mi tierra para el final. El semestre anterior realicé un debate de control político en la Comisión Séptima del Senado sobre la situación de la comunidad que rodea la mina de El Alacrán, en el Municipio de Puerto Libertador en el sur de Córdoba. Allí se enfrentan a la llegada de la empresa minera canadiense High Power Exploración desde el 2015. Las y los mineros artesanos de Puerto Libertador sufren señalamientos y estigmatizaciones por parte de la fuerza pública; han perdido su principal actividad económica ejercida desde hace 45 años: la minería artesanal. Como si esto no fuera suficiente, la no implementación del Acuerdo les ha dejado sin tierra y sin proyectos productivos para poder diversificar su economía. Una encerrona entre la transnacional y el Estado colombiano que deja a este territorio en una situación sin salida económica y social y expuesta a la más grave de las crisis humanitarias.
En el Atlántico me reuní con mujeres poderosas, juiciosas, diversas que se organizan por medio de Mujeres Caribe en Movimiento y la Plataforma Nacional de Mujeres Populares, Paz y Territorio, encuentros que avivan la esperanza. Estuve compartiendo con las mujeres de Baranoa que construyen desde la organización y la cotidianidad sus aspiraciones de hacer política, de participar de las elecciones y de gobernar sus territorios. En Barranquilla, me llené de esperanza en el compartir de la juntanza feminista caribeña.
Retorno al centro del país para iniciar este 20 de julio el último año de mi paso por el Congreso, con una gran tristeza y nostalgia por mi tierra, con el Caribe clavado en el alma como un dolor que me impulsa a seguir adelante en mi lucha por la justicia social. Es frustrante saber que me encuentro en una corporación donde la mayoría de los parlamentarios y parlamentarias son de esa región y sin embargo, es poco lo que esto ha significado en cuanto a la calidad de vida y la superación de la deuda histórica con mi amado Caribe. Esta gira por el Caribe renovó todas las energías y la convicción para seguir luchando por y con el pueblo, porque esta tierra pueda transformarse de todas las formas posibles. Tomado: C/Hora.