Dolor de patria lejana/ Tiro de Chorro Por: Edgardo Mendoza Guerra

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El dolor tiene varias formas de manifestarse, una de ellas, tal vez la más dura es ver morir a un hijo, pero las últimas versiones de la prensa digital y de los psicólogos del nuevo siglo, dicen que las mascotas al morir, despiertan sentimientos de humanos.

La discusión está en camino. Cuantos hijos dejan de ver a sus padres en la misma ciudad, y muchas veces tardan visitar a sus abuelos de cuyo árbol genealógico provienen, pero cada mañana sacan al perrito al parque, lo llevan al veterinario si tienen frio, mientras  los domingos van con ellos a la peluquería como si fueran realmente bebés.

Nunca olvidaré la frase del  abuelo de un joven cantor vallenato, que después de su muerte  aseguró, casi en público: Si ese muchachito no se mata, en un año no le hablará ni a sus padres. Él tenía porque saberlo, como dice una periodista local.

Castillo, un compañero de oficio me comentaba que tenía una tristeza doble, un dolor en  el centro del alma,  necesitaba urgente remedio y conversación. Pensé de inmediato en los miles de venezolanos con sus  crisis  buscando la vida en cada esquina o en cada pueblo.

Pensé en el dolor de los militares argentinos perdidos en  las fosas profundas del Atlántico,  o recordar a los mineros chilenos de hace algún tiempo. Desesperante,  que el hombre dizque por defensa de sus semejantes, tenga que inventar aparatos por debajo y por encima del cielo. Al contrario políticamente se mueve el Cesar.

Pensé también que le dolía la consulta costosa del liberalismo, pero igual tampoco se hubiera invertido en lo social, incluso llegué a pensar en la tristeza por el paso de Jaimito González a cuidar huevitos en el centro democrático dejando a los rojos del partido con sus votos cantados.

Mi preocupación seguía por los rumbos políticos de nuestros actores locales, sus apuestas de mantener el poder, de repetir eternamente como Gerlein, pensé en las investigaciones nacionales que puedan acabar con jóvenes promisorios locales, o en la forma como sacaron a Zuluaga del CD que lo dejaron como muñeco de año viejo en noviembre, como dijo un caricaturista famoso, hasta llegué a pensar que era profesor con título chimbo y estaba pronto a quedar en evidencia.

Mi compañero seguía muy triste a pesar que su equipo Junior estaba de líder, y perdió con Brasil, pensé en  las celebraciones de los 50 años del departamento pintan con buenos vientos, en los arroceros  contentos con abundante agua, incluso que los muchachos de Los Venados en las pruebas saber,  la desnutrición  infantil bajó y pero los  gorditos subieron por tanta comida chatarra que les sirven en los colegios, en sus casas y en todas partes.

Basta mirar como los productores callejeros  de pizzas callejeras, perros calientes y hamburguesas baratas con salsas baratas, que tienen enfermos a la gran población juvenil colombiana. Pero nada, mi amigo seguía triste.

No encontraba el motivo a su melancolía, abatido, lejano, como aislado del mundillo real, alcancé a preguntarle si la minga indígena con sus chateadores era su dolor, de ahí nace la frase hoy popular en Valledupar: “Chatea más que indio en minga”.

Al final me contó sus congojas, su sufrimiento interno, su desgano de hielo, su desatino y su desgracia compartida. Al fin como un tigre si garras y sin dientes, me susurró casi al oído: Shakira peleó en público con Piqué y eso me tiene sin dormir, pobres muchachos con tanto amor, fama y  dinero.

Definitivamente  el dolor que ayer era real, posible, heredado, transmisible, hoy son las redes  que tienen el poder de todo, mientras los titulares de la prensa local, siguen a Dayana la ex de Martín Elías en cada  discusión, alguien solitario sufre por Shakira a miles de kilómetros de distancia, y estoy casi seguro que no sabe cómo están sus abuelos, si es que aun respiran solitarios en algún lugar sin  mancha, pero que él no es capaz de acordarse.  Mientras tanto mi amigo sale a pasear su perrito. Buen fin se semana, caray.

 


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