Dura carta al Ministro de Defensa- Por: Jorge Rojas Rodríguez

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Me asombra que un ex director del ICBF, haya dicho que los niños reclutados son una “máquina de guerra” y me aterra que lo haya hecho para justificar un bombardeo en el que murieron menores de edad.

Usted conoce el artículo 44 de la Constitución, la Convención de los Derechos del Niño y su protocolo facultativo sobre la protección de los niños en los conflictos armados,  usted más que nadie conoce el código de infancia y adolescencia (Ley 1098 de 2006), usted sabe de las normas del Derecho Internacional Humanitario que protegen civiles en medio de conflictos armados internos y obligan al Estado a tener un especial cuidado con niños, niñas y adolescentes, incluso aquellos que han sido reclutados por grupos armados.

Usted sabe de las condiciones de vida de la niñez y la adolescencia en Colombia, conoce que la tasa bruta nacional de mortalidad por y asociada a desnutrición fue de 4,6 muertes por cada 100.000 menores de cinco años y que 12 de cada 100 niños padecen desnutrición crónica, usted sabe que el analfabetismo en zonas rurales alcanza el 13%, que la tasa de deserción escolar en el campo es del 48% y que la pobreza multidimensional rural bordea el 40%.

Estas cifras no justifican, pero si explican el reclutamiento de niños que viven en zonas rurales de Colombia sin derechos ni esperanzas.

El primer deber del Estado es que ningún niño o niña mueran por hambre, que ningún niño tenga que trabajar, que la niñez y la adolescencia tengan derecho a estudiar y a ser felices, que ninguna niña sea abandonada o maltratada, que los niños y las niñas jamás sean víctimas del reclutamiento y puedan vivir en paz.

Los niños y las niñas reclutadas por grupos criminales son víctimas y matarlas en bombardeos indiscriminados nos acerca a la barbarie como ejercicio del poder.

Usted fue director del Instituto que en Colombia debe garantizar los derechos de la niñez, la infancia, la adolescencia y la familia, yo fui secretario de Integración Social de Bogotá Humana, usted y yo sabemos que la primera obligación del Estado es proteger la niñez.

¿Qué fuerza infame mueve a una persona que conoce la norma nacional e internacional de protección de los derechos de la infancia a actuar y pensar de esa manera?

Tal vez lo alientan mensajes como “ni un paso atrás, ministro”, tal vez la irracionalidad pendenciera de quienes quieren prolongar la guerra lo motive a seguir el camino de la muerte. Pero no es así ministro. Al final la historia asociará su nombre a la infamia.

Triste país Colombia, donde criminales de guerra reclutan niños y niñas para la guerra. Triste país Colombia, donde el Estado, incurriendo en posible crimen de guerra, bombardea y mata niños acusándolos de ser “máquinas de guerra”.

De verdad duele Colombia, señor ministro.

 


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