“Me piden un par de lectores que comente algo sobre el caso Jaime Saade, pero no sé si lo que tengo que decir sobre ese caso les va a gustar, en especial a los barranquilleros que me siguen por acá.
Yo recuerdo perfectamente ese caso porque, cuando sucedió, yo estaba de vacaciones de fin de año en Cartagena y recuerdo el escándalo en Barranquilla por lo sucedido y las extrañas circunstancias en la que todo ocurrió. Solo años después entendería, más o menos, qué fue lo que ocurrió, y lo entendí porque el “modus operandi” de Saade Cormane llegó a Cartagena, y yo supe de un cuento parecido relacionado con dos peladas de la sociedad cartagenera a las que les pasó algo parecido a lo que le pasó a la pobre Nancy Mestre, sin llegar al desenlace fatal que acabó con su vida.
En esa época, principios de los 90s, tener relaciones sexuales con una novia, y más aún si era una pelada de sociedad, no era tan fácil como ahora. Había que gastar bastantes zapatos, como dicen los italianos, e invertir bastante tiempo en una novia para que la pelada accediera a acostarse con uno, es la realidad. Tan era así que uno siempre tenía una baraja de peladas de “programa” porque se daba por entendido que “comerse” a la novia era difícil, una vaina jodida, y había que esperar, pero las hormonas juveniles no esperaban y uno tenía que resolver por otro lado porque las peladas “de bien” demoraban en conceder sus favores sexuales. De hecho, yo tuve amigos que duraron hasta 3 años con una novia, y nunca se la pudieron comer. Así de jodida era la vaina.
A mi generación le tocó jodido en ese aspecto.
Entonces, estando así las cosas, algunos carajos frustrados por la situación en Barranquilla, y quizá adoptando un modus operandi ya existente acá, en los Estados Unidos (recordar el caso Bill Cosby), empezaron a usar una droga llamada en ese entonces “roche” -que entre otras cosas también usaban los organismos de inteligencia para preparar sus “honey traps”- para drogar peladas de bien reacias a “aflojar”.
Años después, ya viviendo como profesional en Cartagena, supe del cuento de un par de peladas de la alta sociedad cartagenera a la que les echaron “roche” en los tragos una noche en un bar para comerselas, y esa vaina se armó un escándalo porque una de las peladas había sido Señorita Bolívar y los padres se volvieron locos con el cuento, aunque, al final, se decidió echarle tierra a la vaina porque socialmente hubiera sido un escándalo que habría dañado la reputación de las peladas. Según supe, a las peladas no alcanzaron a violarlas, pero quedaron grogys por un buen rato y creo que alguien las salvó, llevándolas a un hospital para desintoxicarlas.
Según me contaron en esa época, los perpetradores de tal acto también eran manes dizque de la sociedad cartagenera que resentían no poderse “comer” a esas peladas bien, forzando la mano con el “roche”.
Y el cuento terminaba con el dato de que, esa modalidad de violación, “había venido de Barranquilla”, en donde al parecer ya se había popularizado. Así fue como me echaron el cuento a mí en esa época, y hablo de 1997 o 1998.
Yo incluso recuerdo una conversación casi surreal en la casa de un amigo en donde todos dimos nuestra opinión sobre el uso de esas sustancias para conseguir tal objetivo sexual, y yo no pude más que sorprenderme al descubrir que más de la mitad de mis amigos comentaron que, dependiendo de las circunstancias, ellos sí hubieran estado dispuestos a usar “roche” para hacer que esas “peladas fartas y posudas de la sociedad cartagenera” aflojaran, aunque debo decir que creo que ninguno de mis amigos de ese entonces en Cartagena haya nunca usado “roche” con alguna vieja, por lo menos que yo sepa.
El escándalo de esta pelada que fue Señorita Bolívar creo que sirvió de freno para que esa práctica no prosperara en Cartagena como lo había hecho en Barranquilla.
15 años después de ese cuento en Cartagena, y 20 años después del caso Saade-Mestre en Barranquilla, conocí a una pelada de Barranquilla que era roomate de una prima mía en Boca Ratón, Florida, que me contó como el ex-marido de una actriz barranquillera famosísima y de fama internacional trató alguna vez de drogarla con “roche” siendo una pelada y aún viviendo en Barranquilla. Según me contó esta pelada, este abusador sexual la drogó a ella y a una de sus amigas cuando ellas apenas tenían 18 o 19 años en un nightclub de moda en Barranquilla a principios de la década del 2000, pero al igual que las peladas de Cartagena conocidas mías, las peladas quedaron grogys pero se salvaron porque alguien las rescató de lo que era una inminente violación.
Admitó que me costó trabajo creer que, un man que había estado casado con una de las mujeres más bellas de Colombia, usara esos métodos criminales para obtener favores sexuales, pero me lo estaba contando la víctima, así que no tuve más opción que aceptarlo como verdad.
Sobra decir que yo nunca siquiera pensé en hacer algo de ese tipo. Tener que drogar o emborrachar a una mujer para después tener relaciones con ella, más allá del crimen inherente, me parece de hombres pobres diablos, de “losers”, de gente que no sabe cómo seducir a una mujer.
Y aprovecharse de una mujer drogada o borracha (la llamada “vaca muerta”) es una bajeza de un ser vil con mente criminal, como Saade Cormane probó extensivamente.
Sin embargo, de esta historia funesta queda algo rescatable: la increíble tenacidad del padre de Nancy Mestre, quien nunca se dio por vencido, hasta que obtuvo justicia, aunque esos 27 años de cárcel que le esperan a Saade Cormane nunca le van a devolver a su querida hija. Esa tenacidad de ese viejo es de película, y espero que algún día se cuente esa historia en el cine para que todo el mundo la conozca.
Y a todos los barranquilleros, cartageneros, y otros colombianos de “bien” que algún día usaron “roche”, o que siquiera pensaron usarlo, les digo que vayan y se coman 765 hectáreas de mondá por cobardes y medios-huevos. Obtener sexo de esa forma es de un ser criminal, de una persona baja, sin valores. Y quizá también el producto de drogas como la cocaina, que vuelven a la gente loca.
Y lamento decir esto pero, esa condena a Saade Cormane también es una condena a Barranquilla y a su gente de “bien”, porque el uso de “roche” entre los estratos altos de la ciudad durante la década de los 90s se popularizó en la ciudad. Y hasta cierto punto, también es una condena a todas las ciudades de la Costa, porque, como ya he dicho, a Cartagena llegó el “roche” y también tengo primos en Sincelejo y Montería que me contaron casos de “roche” en sus ciudades.
Hasta yo me siento medio culpable con este suceso porque yo compartí con gente en Cartagena que pensó en usar “roche” para poder comerse pelaitas de bien. Y recuerdo como contaban la historia entre risas y como yo también me reí dentro de la excitación general de los que hablaban del “roche” como la maravilla para “aflojar chochos”. Lo que es andar con la gente equivocada, definitivamente.
Hoy me avergüenzo de esas carcajadas estupidas, pues ahí no había nada de que reírse.
Ese fue el marco social del caso Saade Cormane – Nancy Mestre, y esto es lo que tengo para decir sobre un evento que nos ha disminuido a todos en la Costa. Solo me queda decir que, ojalá la integridad de los jóvenes de hoy sea superior a la de mi generación. Ese hijueputa de Jaime Saade Cormane es mi generación, y mi generación falló.
A Dios gracias los pelaos de hoy son más decentes. Son un poco más tontos que los de mi generación, pero son más decentes…”