Continuando con el análisis acerca de la mutua satanización entre izquierda y derecha; algo evidente en las últimas décadas en Latinoamérica, en particular Colombia, se podría decir que, el furor de los “debates” que se hacen y expresan con fanatismo marcado, como si se defendiera un dogma o verdad absoluta; los partidarios, unos con los otros, se acusan mutuamente de hacer parte de una inmoralidad e irracionalidad coexistente.
Por ello, es importante seguir escudriñando el contenido de dichas acepciones y llegar a conclusiones que permitan comprender, que ambas se necesitan; en la medida en que se niegan prevalece, anularse es reafirmarse. Igualmente, deben coexistir pacífica y deliberativamente para la permanencia y fortalecimiento de la democracia. Lo problemático y conflictivo de estas acepciones es la manera como se defienden; una defensa radical e inamovible hace peligroso su proceder cuando se convierte en gobierno; una mirada reflexiva de la historia hace comprensible lo anterior. Recordemos los regímenes comunistas de la Europa del Este; los cuales se centraron en una defensa férrea del Estado, en el manejo de la economía y la vida social, generando un totalitarismo de un Estado que anuló las libertades y empobreció económicamente su población.
Este modelo de totalitarismo de Estado fracasó en los sistemas políticos que lo implementaron; como fracasó también, el totalitarismo de mercado defendido por la lógica del capitalismo radical o salvaje. Ambos tipos de modelos totalitarios han sido experimentados en distintos momentos de la historia con efectos desastrosos; estos han sido modelos fallidos. En este sentido, izquierda y derecha, son opciones políticas que defienden un ideario y modelo de Estado y sociedad.
En consecuencia, ambas acepciones contienen una narrativa política que estructura una humanidad dual, donde existe: el bien y el mal, la verdad y la mentira, la justicia y la injusticia. Izquierda y derecha, son fuentes teóricas donde ha emergido la teorización con la que se han construido modelos de Estados que, responden a determinado orden social; inspirando procesos de emancipación mutua.
En medio de la izquierda y la derecha emergen personas o grupos que se definen de centro, el centro es al mismo tiempo una ilusión y una realidad. Muy bien lo expresó DUVENGER en su obra clásica sobre los partidos políticos; donde expresaba, que el centro político era imposible. “El destino del centro es ser separado, sacudido, aniquilado: separado, cuando una de sus mitades vota por la derecha y otra por la izquierda; sacudido, cuando vota en bloque, bien por la derecha, bien por la izquierda; aniquilado, cuando se abstiene”.
Es decir, el centro pretende convertirse en una opción política, sintetizando las contradicciones que surgen de la izquierda y la derecha; por esta razón, se convierte en una expresión gaseosa y fantasiosa; por cuanto, la política es acción, y una opción política tiene que definirse desde un ideario que pueda defenderse y ser defendible. El centro se convierte en una especie de corriente política, que sobrevive sobre la negación de los extremos.
Ahora bien, los partidos de centro no existen en Colombia; pero, surge una paradoja, el centro político es la opción que prefieren los electores; debido a esto, la izquierda y la derecha acomodan sus discursos y programas político para cautivar y captar el voto del centro. En este sentido, las opciones políticas de izquierda o derecha están llamadas a repensarse y refundarse permanentemente. Como sucedió en gran parte del siglo XX en Europa; para responder a los retos y necesidades sociales de manera real; ello implica, acuerdos de coexistencia, que superen la mutua satanización y construyan escenarios de democracia deliberativa con predominio de ideas y racionalidad, donde la única violencia permitida sea el de mejor argumento