A través de los años, por este foro, le he dado palo a moros y cristianos: cachacos, paisas, santandereanos, caleños, gringos, árabes, judíos, chinos, y sobre toda las cosas, costeños, han sido víctimas de mis críticas. A Cartagena, mi ciudad, le di buen palo en una época porque no producía sino cagadas, una tras otra. Y, de hecho, los costeños han sido uno de mis blancos preferidos a través de los años, en especial, los más de provincia.
Uno de los análisis derivados de este “Ñeñe-Gate” es lo que yo llamó el caso del “Costeño Útil”, el costeño de provincia ambiciosa y trepador que quiere ascender socialmente en los círculos sociales de la Capital sobre todas las cosas. Estos costeños sufren tanto con esa ambición, que se entregan en cuerpo y alma a algunos cachacos “controladores” que los manipulan para su beneficio. Ese es, precisamente, el caso del Ñeñe Hernández, aunque el Ñeñe no es el único, ni será el último.
El “costeño útil”, con su complejo social y su tara perenne de dividir a la gente entre “gente bien” y “los que no son nada”, es capaz de vender a la madre para ser del agrado de uno de estos cachacos poderosos que los manipulan. Ahí tienen ustedes el caso de Vargas Lleras con los Char. A mí que no me venga a decir nadie que a los Char no les pesa (o les pesaba, a juzgar por algunos eventos recientes) que sea un “Lleras” de Bogotá el que los haya invitado a su movimiento. Me imagino que en su momento los Char debieron pensar que estaban tocando el cielo al involucrarse políticamente con el jefe de Cambio Radical. El peso social y político de Vargas Lleras fue mucho para esos pobres turcos de Lorica que se dejaron deslumbrar por tan distinguido “socio” político. Pero, en realidad, no era una sociedad. Vargas Lleras ayudaba aquí y allá, pero los que ponían el billete eran los Char.
Casi que de inmediato, me atrevería a decir, Vargas Lleras se debió dar cuenta de la increíble ambición política de los Char y la puso a su servicio. Esa no era una relación de iguales pues Vargas Lleras usó a los Char para su propio beneficio, pensando en traicionarlos después. Pero los Char no son maricas, y con el paso del tiempo se dieron cuenta que Vargas Lleras no los iba a llevar a ninguna parte porque Vargas Lleras es un político sin votos, y ahí fue cuando le desviaron los fondos a la campaña Duque, pues ellos saben que Uribe si tiene votos y saca presidentes.
En este caso, tras años y años de explotación, el costeño útil abrió los ojos, se sacudió de su complejo, y clavó a su “controlador” cachaco. Pero perdieron miles de millones de pesos antes de abrir los ojos. Sabrá Dios cuánta plata le metieron los Char a Vargas Lleras que ya no van a recobrar nunca.
Otros dos casos de “costeños útiles” son los de Gabriel García y Otto Bula, los dos costeños condenados por el escándalo Odebrecht. Los dos, trepadores sociales de provincia, con profundas ambiciones sociales como lo son la mayoría de la “gente bien” de las sabanas de Bolívar, Córdoba y Sucre. De todos los costeños útiles, los de la Sabana son los más patéticos, los más acomplejados socialmente. Ambos se prestaron de testaferros y de fichas para el juego corrupto de Odebrecht, y ambos terminaron sacrificados mientras que sus “controladores” cachacos, los pesos pesados del escándalo, siguen libres: Néstor Humberto Martínez, Sarmiento Ángulo, Uribe, Daniel Garcia, Duque, Oscar Ivan Zuluaga, Vargas Lleras. Una vez más, la ambición de estos costeños tan dispuestos, tan deseosos de la amistad del cachaco de “bien”, terminó pasándoles la cuenta. La historia de siempre: el cachaco “controlador” se salva, y el “costeño útil” termina pagando los platos rotos.
La instancia más reciente del “costeño útil” es, por supuesto, el “Ñeñe” Hernández. De hecho, el Ñeñe es uno de los casos más patéticos y trágicos de esta noción que yo he llamado “el costeño útil”. Para empezar, el Ñeñe no fue un costeño de una familia prestante de Barranquilla o Cartagena, las dos ciudades más grandes de la Costa, sino que era un morenito feíto de Valledupar, lo cual no fue pasado por alto por sus controladores cachacos. No es lo mismo tratar de manipular a un “Calvo” o un “Lemaitre” rubio de Cartagena, o a un “McCausland” o a un “Vengoechea” de Barranquilla, que manipular a un Vallenato ordinario y patán, hijo del “Capi” Hernández como el Ñeñe. Es más, yo diría que el Ñeñe era perfecto para lo que querían Duque y Uribe. Si lo que le pidieron al Ñeñe se lo hubieran pedido a un Araujo de Valledupar, no sé si el Araujo hubiera estado tan dispuesto como el Ñeñe.
Y el Ñeñe era perfecto porque el man no era una perita en dulce. Según me cuentan mis contactos en El Valle, el man era un patán de pelao. Pelionero, fantoche, periquero, Ronero, parrandero y con un profundo apetito por el billete, que fue lo que lo llevó a asociarse con Marquitos Figueroa. Este perfil lo conozco bien porque está presente en todas las ciudades de la Costa. He conocido patanes de estos en Barranquilla, Cartagena, Sincelejo, Montería, Valledupar, Santa Marta, etc. En toda la Costa existen estos patanes, hijos de ganaderos, paracos, que se sienten dueños de “esta mondá”, como ellos mismos dicen. O como ellos mismos se autodenominan, “gente bien”, una expresión que cada día que pasa adquiere una connotación aún más decadente. Para mí, por ejemplo, “gente bien” son los patanes de piel blanca que viven de robar al Estado y fundan clubes para jugar golf con la plata que se roban. Juancho Garcia es gente bien, los Gerlein son gente bien, los Char son considerados “súper-bien”, los Guerra de Sincelejo son “bien”, los Cabrales de Montería son “bien”, los Gnecco son “bien”, los Araujo de Valledupar son “bien”. ¿En serio usted quiere hacer parte de ese combo de “gente bien”?
Entonces, el Ñeñe, medio negrito, medio feito, estaba encantado con poder comprarle votos a Uribe y Duque para poder fanfarronear con que “Duque era su hermano”. ¡Pobre diablo!, no conoce a los cachacos. Tan pronto Duque se iba de Valledupar, seguro comenzaba a despotricar de ese “costeño corroncho” al que tanto necesitaban. Seguro se burlaba de su acento, de su Rolex “lobo” (todo de oro), de sus parrandas Vallenatas, de su mujer adicta al Botox, etc., pues otro rasgo característico de los bogotanos “bien” es la crueldad. Y tan pronto se volvió incómodo, arreglaron su eliminación en otro país para que pareciera un atraco.
Y generación tras generación siguen apareciendo estos “costeños útiles”, ambiciosos, deseosos de ser aceptados por el establecimiento bogotano, y dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguirlo. La lista de costeños utilizados por cachacos es interminable, y mientras los costeños sigan con ese complejo social que los impulsa a cometer barbaridades para ser aceptados por la “gente bien” de Bogotá, este concepto no va a desaparecer.
Y voy a hacer una confesión: si bien nunca he sido un “costeño útil” de nadie, en algún momento de mi vida conocí ese medio de “bogotanos bien” y tuve dizque amigos allí.
En algún momento, quizá de necesidad, alguno de esos cachacos “bien” me quiso “reclutar” para sus andanzas. Lo esquivé, me abrí de esa gente, y el tiempo me dio la razón. Al padre de ese cachaco “bien” que me intentó reclutar lo metieron preso hace unos años por un sonado escándalo bursátil que sacudió al país. Sospecho que para eso me quería reclutar, para usarme en uno de los chancucos de su padre, ¡de la que me salvé!
Además, hace ya más de tres lustros sufrí una iluminación que me ha cambiado la vida completamente. Amparado por una luz divina que se me apareció una noche, recibí un rayo fulminante que me reveló una de las grandes verdades de mi tiempo: el importante soy yo.
Con base a esta importante revelación (Jajaja), tomé una decisión fundamental en mi vida. Si algún hijueputa cachaco de “bien” aspira a ser mi amigo, le va a costar bastante. A mí no me engrupen con apellidos, plata o pelo rubio, pues, como digo, el importante soy yo. Estoy convencido de que ser amigo de un man tan decente, honesto, inteligente y bacán, como yo, es un privilegio. Y si este comentario les parece arrogante, me vale pinga. Prefiero ser un arrogante y un malparido, y no un “costeño útil”.
¡Pobre Ñeñe!, hasta me da algo de pesar. Si pudiera ver ese “negrito” grandulón de provincia cómo lo niegan hoy todos esos cachacos hijueputas que lo utilizaron y lo mataron, nunca se hubiera prestado para lo que se prestó. Hoy el Ñeñe huele a feo, nadie lo quiere tocar ni con una vara de 3 metros. Eso le pasó por ser “un costeño útil”.
Lección aprendida, mis amigos costeños. No sean “costeños útiles” de ningún cachaco. No sean acomplejados, no coman cuento de “cachaco bien”, eso es pura mierda. No se dejen utilizar, no sean maricas. A los cachacos les sabe a mierda la Costa. Los cachacos de “bien” son unos hijueputas provincianos que le han vendido el cuento a todo el mundo en Colombia de que Bogotá es el ombligo del mundo.
Eso no es cierto. Bogotá es un cagadero, y está lleno de apestosas pilas de mierda atrapadas en el tráfico vehicular, para demostrarlo.