EL FINAL DEL CAMINO- Por: Felipe A. Priast

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Queda una semana para la primera vuelta presidencial en Colombia, pero yo creo que ha llegado el momento de empezar a despedirme, porque estoy llegando al final de un periodo de mi vida que empezó en el 2014, y que empiezo a cerrar hoy.

En el 2014, para aquellos con mala memoria, Gustavo Petro era el alcalde suspendido de Santa Fe de Bogotá, y, Alvaro Uribe Vélez, señor todopoderoso de la política colombiana de las últimas décadas, amenazaba con llegar al poder por persona interpuesta (OIZ), luego de un quiebre de origen “criminal” con Juan Manuel Santos.

En otras palabras, nadie podía pensar en el 2014 que, lo que está pasando hoy, pudiera siquiera llegar a pasar.

La historia de cómo Gustavo Petro llegó a convertirse en Presidente de Colombia, como todas las encuestas sugieren que va a suceder, es una historia oculta que la Colombia miserable y michicata se ha rehusado a reconocer.

¿Cómo pudo un ex-guerrillero de izquierda, en un país re-godo y asesino como Colombia, llegar a presidente cuando absolutamente todo estaba en su contra? Esa es la pregunta que aspiró a contestar en esta nota, aunque sé que los miserables de Colombia la van a negar.

La gesta de haber llevado a Petro a portas del Palacio de Nariño necesita ser explicada, para que los zánganos, los hijueputas y los envidiosos no salgan a decir otra cosa y desvirtúen el logro monumental de un puñado de gente que debe recibir su reconocimiento, entre los cuales me encuentro yo, si bien a mi no me queda alabarme a mi mismo, lo sé.

Pero Colombia es tan miserable y tan envidiosa, que lo voy a hacer. Voy a alabarme a mi mismo porque no espero que nadie en este país de hijueputas perversos lo haga. Entre la falta de modestia mía, y la malparidez y la envidia de los otros, yo siempre escojo mi falta de modestia, aunque se que es un defecto en los ojos de los colombianos.

Gustavo Petro va a llegar a la Presidencia de la República basado en tres puntales fundamentales: (1) Su inteligencia y su visión de gobierno y sociedad; (2) La intransigente criminalidad del establecimiento de la “gente bien” de Colombia; (3) Las redes sociales.

Sobre la inteligencia de Petro es poco lo que se necesita decir. Casi con certeza se debe tratar del político más inteligente en la historia de Colombia, y cuando digo “inteligente” me refiero a una simbiosis entre inteligencia de tipo analítico, y una inteligencia emocional bastante desarrollada.

Tal vez han existido otros políticos de mayor inteligencia y una mayor cultura, como por ejemplo Virgilio Barco o Alfonso López Michelsen. Pero el autismo funcional de Barco, y el cinismo maquiavélico de López Michelsen, difícilmente los hicieron conectar con el pueblo raso como lo ha hecho Petro.

Mucho se ha hablado también de Galán, en especial por sus hijos, que se creen hijos de un mesías, pero la verdad es que Galán no es ni la mitad de Petro, en nada. En esa época cruda de la historia de Colombia Galán podría haber parecido un “renovador”, pero bajo la luz de hoy, Galán no pasaría de ser algo más que un “fajardo”, y esa es la verdad. Eso para no decir que Galán nunca despertó el imaginario popular de la misma forma que lo ha hecho Petro. Galán fue un “fenómeno” de origen bogotano en una época cuando el liberalismo de López Michelsen se corrompía por su estrecha conexión con el narcotráfico, conexión de la que luego se benefició Ernesto Samper, quien ya desde la campaña de 1982 de López Michelsen se acostumbró a pasar el sombrero para que los traquetos le dieran a su causa.

Con el perdón de todos los odiadores de Petro -en realidad, yo me cago en todos los odiadores de Petro y en sus putas madres-, no ha existido en la política colombiana nadie como él, y la única figura comparable es Gaitan, aunque Gaitan fue mucho más del establecimiento de lo que lo ha sido Petro.

Y con el perdón también de los “gaitanologos”, Gaitan no fue tan inteligente como Petro. Quizá en términos comparativos se podría decir que estuvo más preparado académicamente, pero no fue más inteligente.

Gustavo Petro es un portento intelectual reconocido por sus pares de Latinoamérica y Europa, incluso antes de convertirse en presidente, y resulta bastante predecible asumir que ocupará un lugar de liderazgo en el mundo en los próximos 4 años.

Si Gustavo Petro sale elegido Presidente de Colombia, podría convertirse en la voz de la América Hispana en el mundo gracias a su inmensa inteligencia, y eso no es poco. En un mundo que comienza a fragmentarse -gracias a la guerra de Ucrania- en un mundo de liderazgos multi-focales, Petro bien podría salir lanzado al estrellato mundial, si su voz se convierte en la voz ecológica y conservacionista del mundo emergente. A mi modo de ver, Petro tiene el talento “cósmico” para acceder a ese liderazgo pues, el Occidente de hoy, gordo, burgués y consumista, está a punto de colapsar.

Ante ese colapso inminente de Occidente, serán necesaria otras voces, y Petro puede ser una de ellas pues su discurso “ligero”, conservacionista y ecológico es EXACTAMENTE LO QUE NECESITA EL MUNDO EN ESTOS MOMENTOS.

Para mí, creer que un líder de talla global como Petro, pueda ser amenazado por figuritas tan pequeñas como Fico o Ro-Adolfo, me parece un chiste de mal gusto. ¿Cómo puede alguien en verdad creer que alguno de esos dos payasos puede ser competencia para Petro? No, hablo en serio, ¿cómo se llega a esa estúpida conclusión?

El segundo factor que va a llevar a Petro a la presidencia es el derrumbe del sistema de la “gente de bien”.

Hace 30 años hubiera sido impensable creer que, ese sistema inamovible, ese sistema de castas cruel y acaparador, se pudiera ver amenazado, y, sin embargo, aquí estamos, casi a punto de empezar a enterrarlo.

No me malinterpreten: cretinos de “bien” van a existir siempre, y roscas y clubes sociales en donde esta gente de bien se van a juntar para despotricar de los “corronchos”, los “guisos” y la “indiamenta” siempre van a existir, eso no va a cambiar. Lo que va a cambiar con un potencial gobierno de Petro es que, esos cretinos sin capacidades, ya no van a volver a controlar al país.

¿Cómo se produjo esta debacle del sistema de la “gente de bien”?

Fue un proceso de auto-destrucción progresivo en donde la ”gente de bien”, un estamento de imbéciles derrochadores de riqueza de origen agrario (los dueños de las tierras y el ganado), acabó de aliado de los narcotraficantes de Colombia, pues estos eran la “plata nueva” con la que intentaron renovarse. Todos en Colombia conocemos la historia de algún amigo, pariente o conocido de “bien” arruinado que termino de traqueto, ¡todos en Colombia conocemos esa historia! De hecho ese es el origen de Uribe.

Álvaro Uribe Vélez fue el hijo de un ganadero de “bien” antioqueño que, al arruinarse, se metió a lavador. Y esa historia es la misma en miles de otras instancias desperdigadas por toda la geografía nacional.

Eso para no hablar del origen de la “mega-corrupción” en Colombia.

Cuando yo era pelao, a finales de los 70s y principios de los 80s en Barranquilla, todo el mundo sabía que los políticos locales como Slebi y Name eran políticos corruptos que sacaban su tajada de negocios y contratos estatales. El “CVY” era de conocimiento público, y yo conocí el caso de un concejal de apellido ”Curi” en Cartagena que tenía por regla un 10% de todo contrato que pasara por sus manos para su aprobación.

Esos niveles de corrupción, si bien condenables, todavía existían dentro del rango de lo tolerable, dentro del margen de “resignación” que uno debe tener en Colombia para el debido funcionamiento de la administración pública.

Pero lo que vino después, esos “mega” robos, esos desfalcos de cientos de miles de millones de pesos, tienen otra explicación.

Amenazados socialmente por la espectacular riqueza de los traquetos, la dizque “gente bien” de Colombia empezó a robar a manos llenas para poder seguir manteniendo su status social.

Ya no alcanzaba con un 10% del contrato, ahora había que robarse el 80% del contrato para poder mantenerle el paso al flujo de caja de los traquetos. Así, el Tesoro Nacional se convirtió en el área de “coroné” de la gente bien, quien ahora robaba con descaro para poder tener la misma camioneta y el mismo apartamento en Miami de su par traqueto, quien ahora le robaba las mujeres, compraba sus negocios y gastaba a manos llenas como lo hubieron hecho sus ancestros ricos cuando la fuente de riqueza era la tierra y el ganado.

En esa “carrera por la plata” entre traquetos y políticos mega corruptos de “bien”, la gente bien se desgastó, se desprestigió, se TRAQUETIZÓ.

Entonces, como proféticamente alguna vez dijo el sabio Nicolás Gómez Dávila en uno de sus más célebres”escolios”, en Colombia no quedó sino “plebe rica y plebe pobre”. Un tipo o una vieja de “bien”, hoy, en Colombia, tienen las mismas formas y los mismos gustos de un traqueto “pulido”. Ahí tienen ustedes chabacanes como el finado Juancho García, o los Char de Barranquilla; o los Valencia Cossio de Antioquia, o incluso el mismo Álvaro Uribe Vélez. Son todos unos patanes, corronchos sin cultura que han perdido el lustre social de sus antecesores después de décadas de estar juntándose con traquetos. La ramploneria y la criminalidad de personajes de nuestra política, como los Araujo del Cesar, o los Cotes del Magdalena, o los Guerra de Sucre, o las María Fernanda Cabals de este mundo, están a la vista de todos. ¿Quién en Colombia aspira hoy a la “distinción” de un Juancho García o un “Alex Char”?, ¿quién? ¿Quién quiere tener la cultura de una María Fernanda Cabal o de una Paloma Valencia? ¿Quién aspira al refinamiento de una Charo Guerra o un “Mello” Cotes? ¿Quién quiere tener el don de gentes de un Jose Obdulio Gaviria o un Musa Besaile?

Cuando el Colombiano común y corriente se dio cuenta que los dizque “bien” no eran más que unos criminales, unos traquetos y unos asesinos que comían morcilla y oían vallenato, como ellos, desnudó el mito de la superioridad de clase que aquellos asumían y empezó a tener una conciencia de clase que terminó en la búsqueda de sus propios héroes. Fue allí cuando coalesció la viabilidad de Petro, un hombre de origen sencillo, cuya honestidad e inteligencia lo ponían muy por encima de la “gente bien” que gobernaba.

Yo por eso renuncié a mi pertenencia a ese medio, si fue que alguna vez hice parte de él.

¿Qué gano yo asistiendo a una fiesta en el Club Cartagena, solo por poner un ejemplo, si la mitad de los socios de ese club son unos bagres chabacanes que no piensan si no en ver qué se roban del erario público? Eso para no decir que, difícilmente, voy a encontrar a alguien en esa “distinguida” asociación social con el que pueda hablar sobre los temas que a mí me interesan, con el grado de elevación requerido. Eso para no decir que la lista de vinos del Club Cartagena (asumiendo que el Club Cartagena tiene una lista de vinos) debe estar llena de Malbecs y vinos chilenos y yo solo tomo vino de Bordeaux (margen izquierda, para ser más precisos jajaja).

¡Ombe!, me estoy burlando de la gente de bien de mi ciudad, no porque sea un resentido -que no lo soy, crecí entre la riqueza y el confort, no tendría por qué serlo- sino porque yo hice parte de ese medio y sé de lo que hablo. Ese medio de gente de bien de provincia, de formas campechanas y valores de traqueto que existe en Cartagena, es el epítome de la traquetización de la “gente bien” de Colombia y yo detesto todo lo traqueto.

Esa burguesía traqueta en la que acabó convertida la”gente bien” de Colombia no es lo mío, nunca lo fue, y mi sentimiento no navega solo en el océano. Decenas de millones de colombianos también se cansaron de esa “gente de bien” traqueta y asesina que no dudó ni un minuto en apoyar financieramente a los paramilitares. Media familia mía, por mi lado materno, le dio plata a los paracos, y eso siempre ha sido para mí un motivo de mucha vergüenza.

Por eso me abrí de todo ello: familiares, amigos, conocidos, todos miembros de ese sistema de la “gente bien traquetizada”.

La traquetizada ha sido tal, y el alineamiento moral ha llegado a tal punto, que prácticamente cubre a todos mis amigos de Cartagena y Barranquilla, y al menos el 80% de mi familia materna.

Yo hoy puedo decir con orgullo, aunque esto les suene extraño, que yo voy a Cartagena de vacaciones, y no tengo una sola persona a quien llamar para saludar. Todos mis antiguos amigos y familiares, o son uribistas, o apoyan a Fico, o apoyan a Alex Char, o están metidos en vaina raras de las que no quiero sabe nada. Me he resignado a que, si esas formas traquetas es lo que hoy representa lo “bien”, a mí no me interesa ser bien. Prefiero estar solo, o con gente sencilla del pueblo que no posea esas formas.

Hoy, cuando pienso en Cartagena, en realidad ya no pienso en mis amigos, ni en Bocagrande, ni en el club, ni en nada de esas guevonadas. Extraño cosas y gente sencilla: el vale de las frías en la playa, un bacan que tengo que vende gafas y es de Palenque, sitios en donde comía empanadas y avena, o algún restaurante de comida sencilla, pero deliciosa. Y recuerdo su historia preterita, su historia colonial, su historia republicana, y mis recuerdos de niño. Ya no quiero saber nada de los “traquetos de bien”, y mi rechazo es extensivo a todos los miembros de este grupo social en Colombia. Me da igual un traqueto de bien cartagenero, que uno barranquillero o uno bogotano. La reserva moral de Colombia reside en su pueblo raso, no en la autidenominada “gente de bien”, y con ellos es con los que está mi corazón.

Y ya para terminar, toca hablar del tercer elemento que va a llevar a Petro a la presidencia: las redes sociales.

El gran John Ruskin, uno de mis faros artísticos y éticos, decía que la historia de un pueblo se cuenta en tres libros: (1) El libro de sus palabras; (2) el libro de su historia; y (3) el libro de su arte.

El primer libro, el libro de sus “palabras”, o lo que en la época de Ruskin habría podido entenderse como la literatura de un país, se ha escrito en estos últimos 8 años en redes. La historia de las “palabras” de Colombia en estos 8 años se halla en las redes, en los interminables hilos de todo tipo que han forjado un cambio en la consciencia y la mentalidad del país. Este”despertar” de la conciencia del colombiano, esa evolución en su mente, no ha sido la labor de escritores y literatos, con el perdón del gran número de escritores, críticos literarios y editores que me siguen por aquí. En los términos de Ruskin, el libro de las palabras de Colombia, estos últimos 8 años, está en Facebook y Twitter, y yo he sido protagonista de esas palabras.

Y, una vez más, voy a pecar por falta de modestia (seguro no será la última vez), y tengo que decir que, difícilmente existe alguien en Colombia que haya contribuido más al campo de las ideas en esta última década que yo.

La razón por la que peco por arrogancia no es por darme bombo, o por creerme más que todo el mundo, sino porque estoy desconcertado con la malparidez y la envidia de una gran cantidad de escritores, columnistas e influenciadores en Colombia que se mueven y actúan como si yo no existiera, pero que todos los hijueputas días de esta vida corren tempranito a ver qué he escrito yo para ver qué idea se roban. No existe -y óigase esto bien porque lo quiero dejar bien claro- nadie a quien le hayan robado más ideas en Colombia en esta última década, que a mí.

Y ninguno de esos hijueputas saqueadores de mi intelecto ha tenido la decencia de decir: “este vergajo Priast ha repartido bastante juego”, pues el colombiano, en especial el colombiano que escribe, es un hijueputa envidioso michicato al que le cuesta aceptar que las ideas de los otros son mejores que las suyas.

A mí me ha robado ideas TODO EL HIJUEPUTA MUNDO EN COLOMBIA, empezando por El Espectador, y acabando en todos los influencers de renombre y todos los columnistas de renombre del país. El único colombiano honesto, en lo que a mi respecta, es el tipo sencillo, anónimo, que viene a mi muro, lee una de mis notas, y me deja un comentario de admiración y respeto y comparte mi nota. El resto de hijueputas son solo “stalkers” que entran a mi muro a ver qué he escrito, con una mezcla de morbosidad y fascinación, viendo a ver qué se roban.

Ahora, Petro le debe mucho a gente como yo, con el perdón de la campaña de Petro y de sus acólitos. Petro ha navegado estos 8 años, desde que estaba suspendido como alcalde de Bogotá, con toda la prensa y todos los medios en su contra. Si sus ideas han sobrevivido y su figura está ad portas de pisar el solio de Bolívar, fue porque Mark Zuckerberg se inventó esta vaina y Jack Dorsey inventó Twitter, y tipos como yo lo bombeamos desde estas plataformas. PETRO ES UN CANDIDATO CASI QUE ENTERAMENTE HECHO EN REDES, no se equivoquen, y por eso es que, cada vez que quieren joder a Petro o a su causa, al primero que le suspenden la cuenta es a mí.

De hecho, supuestamente, mi cuenta está restringida en estos momentos, y la única razón por la cual usted está leyendo estas líneas es porque yo soy tan taquillero, que a Facebook no le conviene suspenderme-suspenderme.

Y la razón por la cual me tienen dizque “restringido” en estos momentos es por un videito de “cambio en primera” que saqué hace poco que se volvió viral. Mi sospecha es que ese videito fue la última estocada a un candidato que venía tambaleando, como Fico, y por eso buscaron como suspenderme la cuenta.

Y si bien yo no estoy en posición de evaluar el efecto de otros comentaristas e influencers en redes, yo si puedo hablar con seguridad de ciertas columnas mias que tuvieron un efecto duradero. Una columna mía titulada “Álvaro Uribe Vélez: Maestro Borrachón, Adultero y Doliente Pago”, hizo que Uribe me bloqueara en Twitter: Otra columna mía de hace un año, “Haciendo Petro de Fajardos”, prácticamente enterró a Fajardo, quien hoy ya mira al retiro de frente. Si vamos a contabilizar las veces que mis notas son compartidas en Facebook, anualmente, no creo que haya nadie en Colombia que se me acerque. De hecho, no hay nadie en Colombia que escriba todo los días en Colombia, con la penetración que yo lo hago, ¡nadie! Un comentario en redes que se haga viral lo escribe cualquiera; escribir todos los días y extraer 100 mil compartidas anuales, como yo, no hay nadie en Colombia, ni siquiera el 90% de los columnistas del país tienen esos números. Yo diría que solo el Top-5, o el Top-10 de los columnistas del país pueden esgrimir esos números.

Y no es lo mismo un tweet que una columna en Facebook. Un tweet rara vez produce una idea construida; una columna si forja una opinión duradera.

Así que, con mucho orgullo tengo que decir que yo he contribuido ENORMEMENTE a este cambio de mentalidad de los colombianos, así el país sea tan mezquino como para no reconocerlo (¡los cachacos son unos envidiosos de mierda!).

El cambio a Colombia llegó, porque tipos como yo hicimos posible este cambio. Petro no se hizo solo, lo cargamos entre varios, y espero que su ego le permita ver eso.

Y espero que, si algún día se escribe la historia de las “palabras” de Colombia, la decencia de los envidiosos de hoy los lleve a reconocer mi contribución a ese libro de las letras de Colombia de este principio del siglo XXI.

Este cambio es mío, que nadie se equivoque. El que quiera ser mezquino y negar mi lugar en este cambio, allá él. Con que yo lo sepa, y Petro lo sepa, me basta.

P.D: Tan pronto termine este proceso electoral pienso cerrar mi cuenta de Facebook. De pronto no la cierro, pero la dejaré solo para lo que fue inventada esta aplicación: para subir fotos mías y de los míos “viviendo sabroso”. Lo que había para hacer, ya se hizo; y lo que había para dar, ya se dio.

Si a alguien le quedó algo de lo mucho que dije, ¡Bravo!, ¡bravísimo! Si todo fue “stalking” y morbosidad, ¡qué pena!

Las clasecitas fueron gratis, a nadie le cobre un solo peso…

¡Y…de nada, stalkers envidiosos de perfil falso!


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