A riesgo de asumir el papel de Casandra, me atrevo a plantear que si bien es cierto no hay razones objetivas para afirmar que estamos ad portas de un riesgo inminente de racionamiento del servicio de energía, como aconteció hace ya 30 años, si estamos en presencia de un riesgo sistémico inmanente de racionamiento. Me explico.
Es indubitable que en las últimas tres décadas se ha construido un sistema eléctrico sólido, que ha ganado en eficiencia, que cuenta con una matriz mucho más robusta y diversificada, amén de una regulación avanzada y moderna, producto de las lecciones aprendidas que quedaron compendiadas en las leyes 142 y 143 de 1994.
Ello le ha permitido al sistema sortear con éxito recurrente fenómenos de El Niño, que, como el de 2016 llevó al límite la capacidad de las hidroeléctricas del país, sin que este se apagara. Le ha valido, además, el reconocimiento a su matriz energética del Consejo Mundial de Energía y al desempeño de su arquitectura por parte del Foro Económico Mundial.
Colombia se ufana de tener una matriz limpia, dado que su capacidad instalada de generación (18.851.84 MW) es predominantemente hídrica (66%), pero este que es un atributo que se pondera en su justa dimensión, constituye a su vez en el talón de Aquiles del sistema eléctrico, tornándola muy vulnerable frente a los embates del cambio climático, tanto más en cuanto que su fenómeno extremo de El Niño, que se alterna con el de La Niña, con su sequía y baja pluviosidad, son cada vez más frecuentes, intensos y duraderos.
La exposición es mayor, habida cuenta que entre los embalses que sirven a las hidroeléctricas en el país sólo uno de ellos, El Peñol, tiene capacidad de regulación anual, mientras el 80% de ellos no supera los tres meses. Venimos de un fenómeno de La Niña que ha durado tres años, por ello resulta aventurado vaticinar la intensidad y duración de El Niño que se avecina.
A esta circunstancia, ya de por sí preocupante se le viene a añadir el atraso de la ejecución de los proyectos contemplados en el Plan de expansión eléctrica. Como lo afirma Camilo Marulanda, “el mercado colombiano de energía esperaba en el período 2018 – 2021 el ingreso de más de 4.000 MW de capacidad, representados en HIidroituango (2.400 MW) y los proyectos eólicos de La Guajira (2.000 MW). De esta capacidad sólo han entrado en funcionamiento 600 MW de Hidroituango”. A estos atrasos de la expansión de la capacidad de generación se suman los atrasos en varios proyectos clave de trasmisión.
La ministra de Minas y Energía le da un parte de tranquilidad al país afirmando que “las reservas hídricas nacional están por encima de los últimos 20 años”, cuando al corte del 16 de mayo reportaron un nivel de sólo 58.25% (10.621 GWH) y los aportes hídricos de 54.83% (283.80 GWH). Bajo esa falsa premisa arguye la ministra que “no tenemos en este momento una alerta de racionamiento…Quien esté mandando ese mensaje está generando pánico”. Contra toda evidencia, le apuesta a la hidrología y sostiene que “Colombia tiene unas reservas hídricas suficientes para afrontar un eventual fenómeno de El Niño en la segunda mitad del año”.
Alejandro Lucio, Gerente de Óptima Consultores y ex presidente de Derivex, experto como el que más en el tema, conceptúa que “las cuentas están muy apretadas. Si me pregunta hoy y El Niño fuera en el segundo semestre y durara un par de meses, pues tenemos con qué aguantar porque el embalse tiene un buen nivel a pesar de que ha venido disminuyendo rápidamente. Pero si hablamos de un Niño que se prolonga, las cuentas están muy justas y yo no descartaría un racionamiento”
Esta estrechez de la oferta de energía ya le está pasando la cuenta de cobro a los usuarios. Como lo afirma Sandra “la señal de precios muestra claramente que en la actualidad hay una escasez inminente y creciente en el balance eléctrico”.
Este descalce entre la oferta limitada, una demanda de energía creciente, que pasó de un crecimiento del 3.34% en 2022 al 5.24% actual, viene presionando al alza los precios de la energía en Bolsa y estos a su vez, presionan al alza también las tarifas que paga el usuario final.
Es de anotar que el precio de la energía, ya sea en Bolsa o en los contratos bilaterales entre comercializadores y generadores impacta el cargo por generación de la fórmula tarifaria.
Ahora bien, cuanto mayor exposición en Bolsa tiene el comercializador, mayor es la volatilidad del precio.
Finalmente, sin alarmismos, pero conscientes del riesgo inmanente del Sistema y del sentido de la oportunidad para actuar diligentemente con miras a minimizarlo, me permito sugerir al Ministerio de Minas y Energía que, con el propósito de alejar el fantasma del racionamiento de energía y conjurar dicho riesgo, reactive y convoque a la mayor brevedad la Comisión Asesora de Coordinación y Seguimiento a la Situación energética del país (Cacsse), integrado, además del Ministerio que lo preside, por ISA, la Creg, la Upme y el Consejo Nacional de Operaciones (CON), una especie de Puesto de mando unificado (PMU) del sector energético. La situación actual lo amerita.