El actual gobierno del presidente Iván Duque no solo ha sido el peor de todos, sino que también ha sido el que más ha registrado hechos violentos y los casos que nunca se habían visto en gobiernos anteriores.
No solamente en su gobierno se recrudecieron los crímenes de líderes sociales, sino también la aparición nuevamente de los grupos armados cada vez más descarados en la víspera de las elecciones para el 2022, fecha que no solo preocupa al líder nato del partido de Gobierno, es decir, a Álvaro Uribe Vélez, quien a través de uno de sus tuits dijo: “Ojo al 2022”, refiriéndose a que podrían perder el poder político que ostentan desde el 2002.
Además de los asesinatos a líderes sociales, no hay que pasar por alto la pandemia, la cual vino a completar el pastel amargo que han tenido que vivir los colombianos bajo el singular y nefasto actual gobierno nacional.
Después llegaron las protestas de miles de jóvenes que se convirtieron en todo un estallido social y durante el cual la administración de Duque mostró todo su arsenal de dientes y en las que más de un centenar de jóvenes murieron como consecuencia de la represión policial ordenada por él, aunque muchos creen que en el fondo fueron ordenadas por su mentor.
Como glamour se han venido también presentando en el seno de su mandato lo que aparentemente combatirían, es decir, muchos casos de corrupción, uno de los cuales es sin duda en el que está involucrada la ministra de comunicaciones Karen Abudinen, quien le dio 70 mil millones de pesos de adelanto a unos contratistas con muy malas intenciones.
Y finalmente hoy, con la noticia de que el Gobernador del departamento del Magdalena, Carlos Caicedo, tuvo que salir del país por las amenazas recibidas de un grupo delincuencial auto denominado el Clan del Golfo, se evidencia todavía más el aire enrarecido de este gobierno y lo que se cierne sobre el país frente a la oposición o en contra de uno de los gobernantes progresistas que hoy se mantiene en el país ante el asedio de una mafia política orquestada solo para separarlo del cargo de la manera más ruin y vil, ya que no pudieron hacerlo democráticamente.
Sin duda, si el actual gobierno persiste en hacer caso omiso a estos problemas más graves y coyunturales que se registran en el interior del país y prefiere mirar los males del vecino país de Venezuela y preocuparse más por los exmilitares mercenarios que fueron a matar al presidente de Haití, quiere decir que su silencio lo hace cómplice de esos hechos antidemocráticos, pues para nadie es un secreto que el éxito político de Carlos Caicedo y su movimiento Fuerza Ciudadana en el Magdalena, acabó con más de 200 años de hegemonía de las familias y clanes que se habían perpetuado en el poder sin más intención que saquear el erario de esta región.
Hoy, con las amenazas que le hicieron, demuestran que están dispuestos a todo, por encima o en contubernio de cualquiera autoridad, como si fueran ellos los que gobiernan este país y no el Presidente.