«La noticia de que un narco por ahí confesó que el General Zapateiro había facilitado la fuga de alias “Matamba”, y de que el General estaba en la nómina del Clan del Golfo, no me causó el más mínimo sobresalto. Yo siempre lo supe, a ese man se le ve en la cara y en las formas que es un mandadero de narcos de toda la vida. Es decir, siempre lo supe, pero lo confirmé el día que le dio el pésame a la familia de “Popeye” cuando esté por fin tuvo a bien morirse.
Zapateiro, si ustedes me lo permiten, es el perfecto ejemplo del genotipo del “Mandril Cartagenero”, una especie de nuestra fauna colombiana que conozco bien. El “Mandril Cartagenero” es un biotipo bastante discernible para los que conocemos bien La Heroica. Peleador, “boluo”, admirador de los traquetos y su billete, adorador incansable de todo lo que huela a narco -llámese camionetas potentes, pistolas y viejas de tetas operadas- y, por lo general, oriundo de un barrio de clase media de la ciudad que puede ser Manga, Crespo o el Pie de la Popa. El Mandril Cartagenero odia a los “riquitos” de Bocagrande y Castillogrande, y su única ambición es tropezarse a uno en situación de ventaja para pegarle, solo de pura ardidera. Dadas las severas separaciones sociales existentes en la ciudad, el Mandril Cartagenero abraza todo lo narco, porque esas camionetas, ese perico y toda esa plata mal habida nivela un poco las cargas a la hora de competir con los “manes de Bocagrande”.
Como sucede con una gran parte de la clase media en todas partes, el oficio militar siempre es una opción de carrera, pero incluso si entran a la profesión de las armas, o a cualquier otra profesión para el caso, a donde van llevan su ADN de mandriles traquetizados. Cartagena no es la única ciudad que produce estos mandriles, como ya bien lo explicó Antonio Montaña en su memorable “Fauna Social Colombiana”, un libro que debería ser de lectura obligatoria en Colombia, no solo por lo preciso sino también por lo cómico que es.
Yo me acuerdo estando en la Escuela Naval de Cadetes, año 1987, el día que finalmente atraparon a Carlos Ledher. Uno de mis brigadieres era un infante de Marina de Armenia o Pereira, no me acuerdo ya, y el man estaba fascinado con Ledher. Se sabía todas las historias, hablaba de él con asombro, y parecía “timbrado” con su arresto. No sé qué fue de la vida de ese brigadier, aparte de que se graduó como 4 meses más tarde después del arresto de Ledher, pero asumo que en algún momento de su vida se retiró de la fuerza y terminó de traqueto, o haciendo algo con traquetos, pues ese “mandril” pereirano no tenía escapatoria en cuanto a su destino.
Exactamente igual con Zapateiro. Yo creo que el “Zapato” entró a la Escuela Militar de Cadetes con una bolsa de perico amarrada alrededor del cuello, ese pobre man no tenía escapatoria. Ya lo que vino después fue el proceso normal evolutivo de todo militar colombiano de esa generación -que es mi generación- tan permeada por el boom de los traquetos: colaboración ocasional con los paracos, favores a los narcos, devolución ocasional de embarques decomisados a cambio de billete, entrenamiento de paras, lucha combinada con los paras, falsos positivos, robo de los “gastos reservados” (ese fue el nombre que le dieron a la plata que mandaban los americanos en tulas para financiar el programa de recompensas por bajas que dio origen a los falsos positivos), y adoración total por Uribe y sus políticas de muerte.
Zapateiro es el vivo ejemplo de lo que yo he llamado “una narco-carrera militar”, es decir, una carrera entera en las filas militares al servicio de los narcos y los paras. Su colaboración con alias “Matamba” y el Cartel del Golfo fue la culminación de esa narco-carrera militar, una narco-carrera militar que empezó el primer día que ingresó como recluta a la Escuela Militar José María Córdoba. Zapateiro es el epítome de lo que es un militar colombiano de los últimos 40 años, que no es otra cosa que un narco-paramilitar al servicio de las mafias.
Si ustedes ven la hoja de vida de Zapateiro van a ver la historia completa de sus ascensos, de sus supuestos logros militares, de sus condecoraciones, pero la verdadera carrera es la que yo he descrito arriba, es decir, una progresión constante que empezó con favores a traqueticos, siendo un pobre “suiche”, hasta liberar traquetos de gran fuelle como “Matamba” usando su poder de comandante del Ejército. A Zapateiro no lo ascendieron la cúpula militar ni el gobierno; lo ascendieron Pablo Escobar, Castaño, el Mono Mancuso, Uribe y “Matamba” (por favor noten que puse a Uribe como un narco-paraco más). A Zapateiro lo hizo comandante del ejército el Cartel del Golfo, no el Gobierno Nacional. Su carrera fue como narco-paraco, no como militar. El uniforme fue solo un disfraz.
Y todos esos “ajuas” y toda esa agresividad contra Petro y la izquierda colombiana eran el “plante” con el que escondía su colaboración con el Cartel del Golfo. Es bastante posible, casi seguro, diría yo, que esa colaboración con “Matamba” y el Cartel del Golfo sea el origen de las masacres de la izquierda que vimos entre el 2016-2022, aunque todavía hay una que otra masacre por ahí que se le podría atribuir al Golfo incluso en esta administración.
Fueron oficiales como Zapateiro, Montoya y Rito Alejo los que facilitaron el “estado profundo” colombiano de talante uribista. Un quid pro quo en donde los traquetos pagaban a estos oficiales y les hacían masacres de militantes de izquierda, a cambio de una licencia para sacar embarques sin molestarlos. Lo que yo he llamado “coca buena”, para usar una frase prestada de la DEA, pues es coca que sale de traquetos que le colaboran a la derecha colombiana. La “coca mala” es la de la guerrilla, la del “Cartel de los Soles” venezolana, porque esa coca es para apoyar izquierdistas, y los americanos son aliados de la derecha, no de la izquierda. La coca en Colombia tiene persuasión ideológica. Si es de derecha, es buena; si es de guerrilla o de Venezuela, es mala. Zapateiro era parte de la nómina de la “coca buena”.
*¡Cómo deben de extrañar los del Cartel del Golfo a Zapateiro ahora que la administración de Petro les está capturando un embarque de una tonelada cada 3 días! * ¡Cómo era aquello de bello cuando mi General “Zapato” hacía dos llamadas y el embarque salía sin problemas! ¡Ahhh, aquellos buenos tiempos!
Además, los traquetos son empleadores de primera. Estoy casi seguro que Zapateiro recibe “pensión” del Clan del Golfo por los servicios prestados. Todavía lo deben tener en nómina para ver si un día de estos se anima a dar un golpe y regresan “los buenos tiempos”.
Yo estoy convencido, aunque nadie me lo ha dicho, de que en las reuniones de ACORE los oficiales retirados que hicieron carrera durante estos últimos 40 años deben rememorar sus anécdotas con los traquetos y los paras como aquellos nazis que después de la guerra se reunían en cervecerías por toda Alemania a recordar sus masacres durante la Segunda Guerra Mundial.
Ustedes están equivocados con el famoso “¡Ajúa!” del General Zapateiro. Esa expresión ridícula no era una expresión militar, era un aullido exultante lanzado después de que los del Golfo alcanzaban un corone.
“¡Ajúa!” es código para “llegó el embarque sano y salvo, mañana paso a recoger mi billete de Matamba” …
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