Escuchando a Yolanda Wong. Después de esta entrevista no quiso hablar más conmigo. El primer desencuentro con el periodista. Nunca supe qué le molestó.
Ofrezco disculpas a Yolanda Wong, a la mujer, a la madre, a la hija, a sus hijos. Ofrezco disculpas a las mujeres que se sintieron heridas por ese titular del «amante bandido», a las directivas de la Red de Empoderamiento de Mujeres que discutieron el tema en su seno e hicieron una declaración pública. Mi intención no fue hacerle daño a nadie con esa metáfora, pero las palabras son puñaladas de fuego que llegan a las personas según su estructura mental y cultural. No me imaginé que dicho titular iba a causar daño moral, incluso, a una de las protagonistas de mis historias periodísticas sobre el modus operandi de los servidores públicos que cabalgan sobre la Bestia de la administración pública. Una novia arhuaca que tuve en los tiempos mozos y fogosos, me dijo una vez: «El árbol que da más fruto es el que se inclina hacia la tierra».
Hoy me inclino por usted, por la mujer, pero no por su poder político. Como dijera alguna vez Piero, tomemos un café. Yo invito. El café que no me brindó usted cuando me invitó a escuchar su reclamo, mientras veía el vapor aromatizante de esa taza grande de café mezclado con rabia y no con azúcar, y que usted se apuraba en tomarlo en menos de dos minutos. ¿A qué sabía? Y yo quería tomarme un poco de café y un vaso de agua después de haber almorzado comida árabe y no comida china. La comida árabe me gusta más: arroz de almendra, rollitos de repollo, tabules y quibbe. ¡Ah! el quibbe los preparaba muy bien mi madre Teresa de Jesús, quien siempre tenía un plato de comida para el visitante.
La entiendo. Usted estaba dolida, muy dolida. Lo percibí. Mis sensores energéticos captaron ese cargamento de energía negativa. Yo no peleo con la mujer, la mujer pelea conmigo. ¿Para qué pelear? De todas maneras, uno sale perdiendo. La subjetividad femenina es tan compleja como la subjetividad masculina. Pero ahora estoy entrenado para trocar lo negativo en positivo. Y créame, entre más fuerza cobran mis palabras escritas o dichas, más humilde me he vuelto. Como le dije a Yolanda Wong:
«Lo cortés no quita lo valiente».
Luego de publicar el artículo que titulé «mala comprensión lectora del ‹amante bandido› de la exalcaldesa Yolanda Wong», el cual buscaba aclarar la metáfora, me senté a conversar con la exalcaldesa y le pedí que me disculpara si en algo la ofendí. Llegué a las 2:15 de la tarde, la cita era a las 2:30. Su recibimiento fue recio y hostil. Para mis adentros, me dije:
«Lucio, ¡avanti!».
Como dije, la sentí dolida, especialmente por el titular que utilicé para referirme a las visitas nocturnales de «Juancho» García a su despacho, y no a su condición de mujer. Cuando me dió su mano, sentí el corrientazo. No sé si era odio o dolor, pero sentí una energía negativa. Le dije que el artículo aclara que el «amante bandido» no tenía la menor pizca de mala intención contra su buen nombre ni tampoco contra Juan José García Romero. Me divertí inocentemente escribiendo «amante bandido» sin pensar en hacer daño. Me gusta lo que hago, le pongo pasión, pero no me ciego. Si me toca recular, reculo, sin el menor temor. El que tiene boca se equivoca.
Si bien es cierto que el titular es sugestivo, no tuvo la menor intencionalidad de hacerle daño moral a tan destacada abogada y lideresa. Pero como de buenas intenciones está tapizado el camino al infierno, prefiero omitir un titular antes que hacerle daño al buen nombre de una persona, y menos al de una mujer. Nunca quise decir que Wong tuviese un amante, ni mucho menos bandido. Lo que quise decir es que «Juancho» García se comportaba como «amante bandido» al llegar después de las 7:30 de la noche a despacho.
La Red de Empoderamiento de Mujeres me cayó encima. ¿Y si no hubiese sido Yolanda Wong, sino Sergio Londoño? ¿Tal vez Wilson Castañeda —de Caribe afirmativo— me hubiese pedido que rectificara? ¿Y si hubiese sido Quinto Guerra o Pedrito Pereira? ¿cómo sería el titular? Lo que quiero decir con esta reflexión es que aquí hay un problema del ser humano y no de género. Me reafirmo en esto. Y aunque tengo licencia lingüística y legal para usar ese titular, lo omito por su buen nombre.
Agradezco las diferentes opiniones expresadas por los foristas, especialmente las mujeres, sobre la metáfora utilizada. (Lean los comentarios). Son opiniones diversas y bien pensadas. Eso significa que en Cartagena están cambiando las cosas. La gente está pensando la ciudad y su cotidianidad en un momento de profunda crisis política y moral. También agradezco el respaldo recibido por hombres y mujeres que entendieron mis mejores intenciones. No hubo perversidad. La polémica escondió el tema de fondo: la corrupción político-administrativa. Cuando amenazan a los periodistas de Cartagena y, en particular a mí, ¿por qué la Red de Empoderamiento de Mujeres no dice ni pío? Cuando le puse el pecho para denunciar las agresiones contra la mujer y el feminicidio en Cartagena, no reaccionaron tan militantemente como lo hicieron con el titular aludido.
Sea lo que sea, hecho la reculada con la metáfora del titular y le ofrezco disculpa a Yolanda. Aclaro nuevamente, nunca quise decir que Wong tiene un «amante bandido», el texto del informe periodístico lo dice todo. Ofrezco disculpas a Yolanda Wong, a su familia y a la Red de Empoderamiento de Mujeres de Cartagena y Bolívar, con la cual la fundación Vox Populi (Tere del Pilar, mi hija que en ese entonces estudiaba trabajo social en la UdeC) hicimos aprobar (2004) en el concejo durante la administración de Alberto Barboza el acuerdo 028/04 sobre equidad de género y de la mujer. Fuimos pioneros en Cartagena para que el Distrito hiciera defender los derechos de las féminas. En la administración de Carlos Díazrealizamos una campaña intensiva para reducir la violencia intrafamiliar y el maltrato infantil.
La exrectora de la Universidad del Atlántico, Rafaela Vos, una pionera del feminismo en Colombia junto con Socorro Ramírez, a quienes a mis 15 años las admiraba profundamente, me mandó un mensaje desde Barranquilla y me dijo:
«Lucio, como tu público no conoce el secreto de la semiótica, entonces es mejor escribir con cuidado para no herir sensibilidades, tampoco caer en el discurso sexista, porque ya los tiempos han cambiado».
Cuando era un pelao, en Barranquilla, promovíamos los derechos de las mujeres en aquella época cuando seguían confinadas a los oficios domésticos. Y en los eventos de la mujer, les leía poesía de Gioconda Belli, Josefina Storni, Mario Benedetti. ¿Benedetti? Si. Como ese poema titulado Bienvenida, dedicado a cómo uno debe recibir a su amante después de una larga ausencia y sin preguntar con quién se acostó.
«Ahora no tengo dudas vas a llegar distinta y con señales con nuevas con hondura con franqueza sé que voy a quererte sin preguntas sé que vas a quererme sin respuestas».
Si la ofendí, mi querida Yolanda Wong, ¿me puede perdonar? La invito a un café a mi casa, tostado y molido, de ese que producen en el Cerro de Maco (San Jacinto), orgánico, de buena textura, sabor suave, sin poco aceite, y no necesita echarle azúcar. ¿Sabes con qué lo podemos endulzar? Con amor, mucho amor. Tomemos el café antes que se enfríe.