En los albores del año nuevo, tradicionalmente caracterizado por la celebración de fiestas patronales en muchas poblaciones del Litoral Caribe y el departamento de Córdoba, se hace necesario reflexionar acerca de estas tradiciones; en particular, las fiestas de corraleja, donde el espectáculo más relevante es la «corrida» de toros, que tiene a su vez connotaciones culturales y folclóricas. Municipios de Córdoba realizan estas fiestas, donde la gente se congrega en una plaza similar a un estadio de fútbol construida de manera improvisada, con materiales sin rigor técnico requerido, en la que concurren miles de personas sin distingo social. El festejo consiste en soltar toros a la plaza y que estos persigan a quienes los enfrentan, escenario acompañado por bandas folclóricas entonando música de porro y miles de personas colgando de las frágiles graderías de madera. En esto consiste la popular celebración representada en el enfrentamiento irracional del hombre con la bestia, donde ambos son víctimas del dolor y muerte.
Esta manifestación cultural, no genera conciencia cultural como ejercicio racional y trascendente. Asistir a un espectáculo donde se vulneran los derechos de los animales y se exponen vidas humanas en presencia de personas que, con euforia aplauden y celebran estas costumbres, es el claro ejemplo de un culto y apología a la barbarie en nombre de la cultura. El contexto social donde se ha mantenido esta tradición es comparable con el circo romano; recordemos, que este era uno de los espacios recreativos que brindaba entretenimiento al pueblo; no como un lujo, sino como un derecho de los ciudadanos romanos; pero, a la vez era la forma cómo los mantenían distraídos y al margen de los asuntos esenciales del Estado; existía como escenario donde los políticos del imperio competían para evidenciar poder a través de todo tipo de extravagancias.
Aunque en las corralejas compiten las ganaderías para ver quien tiene los toros más bravos, lo que se mide en la cantidad de muertos; para los mandatarios romanos esta era una estrategia para mantener la población conforme, domesticada e irreflexiva. Como bien lo expresó el poeta satírico Juvenal «Pan y circo» lo que nos indica, que gran parte de la población solo necesita cubrir sus necesidades primarias y divertirse. En este contexto social, donde emerge esta manifestación cultural; implica un análisis sociológico, donde se demuestra, que la euforia y alegría vivida los días de la festividad contrasta con la pobreza e inequidad. Poblaciones marcadas por altos indicadores de pobreza multidimensional, condenados a una especie de pobreza perpetua acompañada de la hospitalidad y nobleza de su gente; la cual, muchos aprovechan para abusar de sus creencias. Es necesario ser respetuoso con esta tradición; pero, ello no excluye repensarla en términos dignificantes. Estas festividades deben tener como centro al ser humano y su dignidad. Lo anterior implica construir una cultura que genere conciencia social. Las fiestas de corraleja no pueden seguir repitiendo la lógica del Circo romano utilizada para control y adormecimiento social. Necesitamos la cultura como cultivo de pensamiento, progreso, desarrollo y bienestar para todos.