Se cae un puente en Soledad, Atlantico, a Trump lo condenan y Biden le da permiso a Ucrania para que lance misiles bien adentro en Rusia, pero yo voy a hablar de toros hoy porque un par de lectores me lo han pedido. Estos fieles lectores quieren que yo comente sobre la decisión de cancelar las corridas definitivamente en Colombia , decisión recientemente adoptada por el Congreso de Colombia.
Tema difícil este para mi porque soy de familia ganadera de vieja data y soy amante de los toros de lidia, uno de los animales más hermosos que caminan por este mundo. Mi bisabuelo materno fue uno de los ganaderos más ricos de la Costa hace 100 años,así que yo vengo de una familia rodeada por vacas y toros desde hace rato. Hasta dos o tres porros célebres sobre toros famosos de mi familia han compuesto por ahí, alguno de ellos, muy bailado por toda Colombia. Yo amo el campo, los caballos y los toros desde que tengo uso de razón, e igualmente desde que tengo uso de razón, he estado rodeado de ellos. Las vacaciones en la finca de mi abuelo son un recuerdo imborrable de mi niñez que vuelve a mi una y otra vez, causándome una enorme nostalgia de una época ya ida, una época “pre-Farc” y pre-guerrilla. Yo fui muy feliz de niño en esa finca y debo tener una foto en un burro con 2-3 años, y otra a caballo con 5-6 años. Cada vez que voy manejando por ahí y me pega el olor a boñiga de vaca, acá, en los Estados Unidos, me dan ganas de llorar, ese es de los olores más asociados a mi niñez que existen.
Por lo tanto, y teniendo este linaje ganadero que se remonta a quién sabe cuando, me es imposible ponerme del lado de los abolicionistas de la fiestas de toros, y lo único que puedo hacer es entenderlos. Y los entiendo, créanme que los entiendo. El mundo ha virado en una dirección más humana en décadas recientes, y el apego por la belleza feroz y cruel de la fiesta de toros se ha diluido dentro de esa nueva “ética” humanistica, y eso yo lo entiendo y hasta lo comparto, pero hay algo viejo en mi, algo bastante viejo, algo profundamente arraigado en mi subconsciente que me dice que el abolicionismo de la fiesta de toros es un error, pues, al intentar borrar este culto, estamos intentando borrar un pedazo importante de nuestra cultura hispánica, de la cual, yo si me siento orgulloso. Habrá el que se sienta más de estás tierras, más el producto de un mestizaje con otras razas, pero yo no lo siento tan así. A pesar de tener un apellido de origen germánico, yo me siento bien hispano, quizá sea lo que más soy. La historia de mi estirpe, por ambos lados, esta profundamente asociada a Colombia, desde la Conquista, pero yo lo que más soy es un “hispano”, y haber tomado consciencia de ello sucedió acá, en los Estados Unidos, en donde me di cuenta claramente de lo que yo soy. Yo tengo cero ambiciones de convertirme en un anglosajón, o de imitar la cultura anglosajona. Yo soy un hispano, y moriré siendo un hispano, punto.
Y es imposible ser hispano, y de cierto nivel intelectual, y rechazar la fiesta de toros. Los toros están intrínsecamente asociados a la cultura hispánica. Decía el escritor canario Benito Pérez Galdós que, si el toro de lidia no existiera, los españoles lo tendrían que inventar, pues no se puede entender la cultura hispánica sin el toro de lidia. Yo estoy de acuerdo con Benito Pérez Galdós, es así.
Yo voy más allá, aunque esto a los anti-taurinos les va a sonar a blasfemia: la tauromaquia es filosofía, una filosofía antiquísima y primitiva que se remonta al principio de nuestra moderna civilización humana. No es casualidad que el culto al toro de lidia haya empezado en Creta, en la Antigua Grecia, el lugar en donde se originó la más brillante filosofía de nuestra civilización Occidental, una civilización y una filosofía que aún perduran.
Y también es arte, un arte feroz y primitivo que la sensibilidad moderna es incapaz de percibir, pero yo si la percibo, porque mi mente de historiador piensa en “milenios”, no en décadas o siglos. Yo siempre voy para todo al origen del hombre, y en ese origen esta el toro de lidia como representante de un mundo feroz y brutal con el cual teníamos que competir para sobrevivir.
Los críticos de la fiesta de toros solo ven la sangre de un animal martirizado, que es pasado a espada en un ritual brutal que no se entiende, pero en los toros hay algo que resuena en nuestro subconsciente que yo no quiero que se marche, algo que nos conecta a todos con la incepción del sapiens-sapiens. Hay algo hipnótico y antiquísimo que me revuelve las entrañas cuando contemplo un toro de lidia, algo que a nivel consciente no se puede explicar. No es la ternura de un perrito, ni la belleza de un caballo, es algo primitivo, algo profundamente salvaje que me produce un éxtasis contemplativo que me traslada a otro “milenio”, a otra era de la humanidad que una parte de mi ser extraña. Algo que la nueva ética humanista nunca va a poder entender porque la mayoría de la gente nunca ha estado tan cerca de esos hermosos animales, apenas si los ha visto por televisión. Es algo que me dice que todos los hombres somos minotauros, que el toro de lidia feroz se ha amalgamado con nuestro ADN de primate y que de ahí ha salido esta nueva especie humana. Cuando el matador de toros clava la espada en el lomo del toro, no muere el toro, sino que nace el minotauro.
Pero para entender esa simbiosis hay que tener un cableado especial, no todo el mundo lo va a entender. Federico Garcia Lorca, el que quizá haya sido el poeta hispano más célebre del siglo XX, dijo alguna vez que “la fiesta de toros es el arte más culto que existe”, y él, como el gran poeta que era, estaba en lo cierto. El toreo es poesía, una poesía feroz y cruel que la gran mayoría de la gente no entiende.
Además, el impacto de los toros en nuestra cultura es enorme, y es increíble la cantidad de expresiones taurinas que han hecho tránsito a nuestra lengua española para explicar una cosa o la otra. No creo que exista ninguna otra actividad humana dentro de las culturas hispánicas que haya aportado tantas expresiones a nuestro idioma castellano como el toreo, exponiendo su profunda condición filosófica y artística, pues, de otro modo, esas expresiones no hubieran hecho ese tránsito a nuestro idioma. Es en el español hablado en donde se ve la profunda influencia filosófica del arte de la tauromaquia, y aquí les voy a dejar unos ejemplos:
“Esperar a Porta Gayola”, dicese de recibir a alguien con ansias y viene del acto de torero, algunas veces, de recibir al toro de rodillas en frente de la puerta de chiqueros…
“No hay quinto malo”, del quinto toro de la tarde, que usualmente era el mejor toro del encierro
“Empezar la faena”, empezar a trabajar en algo, derivado de empezar el trabajo de pasar a un toro en el ruedo
“Salir al ruedo”, claramente, salir al ruedo taurino a torear un toro de lidia
“A las primeras de cambio”, hacer el cambio de capote al cambiar el capote de paseo por el capote de brega
“A toro pasado todos somos Manolete”, quiere decir que, después de consumado un hecho, todos sabemos que o quien lo causó, pues los hechos lo revelan, haciéndonos quedar como gente sabía
“Dar la alternativa”, iniciar a alguien en algún tipo de oficio
“Atarse bien los machos” (o simplificado a “Amarrarse bien los pantalones”), ajustarse bien los pantalones de torero para evitar ser cogido por un toro. Se aplica para decir que alguien se va a preparar bien antes de empezar una actividad difícil o complicada
“Hasta la bandera”, lleno total. Los cosos taurinos tienen banderas en la parte más alta de la tribuna. Así, cuando están llenos, están llenos hasta las banderas de las tribunas
“Ver los toros desde la barrera”, todo el mundo entiende este con facilidad
“Bregar”, el peón de brega es el acompañante del torero, el que prepara al toro para el objetivo final, la suerte de espada.
“Cada toro tiene su lidia”, fácil de entender
“Cambiar de tercio”, el arte taurino se compone de tres tercios: tercio de varas, tercio de banderillas y tercio de muerte
“Cargar la suerte”, serie de pasos que toma el matador de toros para ejecutar su faena, una faena compuesta de “parar”, “templar”, y “mandar”
“Tener casta”, fácil de entender
“Coger al toro por los cuernos”, fácil de entender
“Desplante”, tirar la muleta y la espada y desafiar al toro sin nada más que valor
“Dar la puntilla”, dar golpe de gracia a algo
“Echar un capote”, ayudar a alguien en apuros como cuando los peones de brega ayudan al torero en una situación difícil
“Entrar al trapo”, meterse en un asunto de frente
“Escurrir el bulto”, hacer un movimiento para esquivar al toro
“Estar de capa caída”, se dice cuando un torero tiene su capote abajo, encontrándose vulnerable a las embestidas del toro
“Estar en capilla”, dicese del acto de acudir a la capilla antes de empezar una faena, un ritual habitual entre toreros por si se muere en la corrida, al menos irse en buenos términos con Dios.
“Faena”, fácil de entender
“La hora de la verdad”, la hora de entrar a matar al toro en el último tercio
“Música, maestro”, pedirle a la banda en las tribunas que toque para amenizar la fiesta taurina
“Para torear y casarse hay que arrimarse”, fácil de entender
“Pasarse de castaño a oscuro”, en la fiesta de toros, los toros castaños tenían fama de ser muy bravos, pero los más oscuros eran todavía más bravos
“Hacer el paseíllo”, alinearse a lado y lado para recibir a las cuadras de toreros y sus ayudantes al empezar la fiesta de toros
“Apúrate que nos coge el toro”, fácil de entender
“Ser primera espada”, ser la principal atracción de un espectáculo o actividad cualquiera
“Rematar la faena”, fácil de entender
“Salir por la puerta grande”, fácil de entender
Y muchas otras que se me escapan.
Ustedes creen que hablan “español”, pero para muchas cosas de su vida lo que hablan es un lenguaje taurino. Así de profunda es la influencia de los toros en nuestra cultura. Creer que eso se va borrar con una ley es ingenuidad. Nosotros, los hispanos, estamos intrínsecamente asociados a los toros, de eso no nos podemos escapar. Somos la cultura de los toros, nos guste o no, o hayan cambiado nuestros paradigmas éticos o no…