Llego diciembre, época de esperanza, paz, reconciliación y alegría, lapso donde a pesar de nuestras dificultades, tratamos de olvidar nuestras penas y disfrutamos en familia, compartimos con los amigos, nos divertimos y relajamos, por ello hoy he decidido dar un giro a mi columna y contar historias vividas en estas fechas especiales e inolvidables.
Como es costumbre, en diciembre nos reunimos los amigos, el parche o combo, como nos llamábamos, para compartir un rato ameno, dialogar y departir unos tragos. En estas reuniones, que terminaban en largas parrandas, decidíamos preparar sancocho para que se convirtiera en paliativo del alcohol, para lo cual nos disponíamos a sustraer en calidad de préstamo gallinas de los patios de familiares y amigos, digo préstamo y no robo porque posteriormente debían ser pagadas, claro está interpuesta la respectiva demanda por el abuso.
En una madrugada de esas salimos con el amigo Kike (Q.E.P.D.), quien era de tez oscura, de cabellos embolatados, que usaba estilo rasta, en buscas de las gallinas. Para ello se acostumbraba ingresar a los predios totalmente desnudos, se dice que para asustar a los perros. Kike ya en el patio de un profesor amigo, arriba del árbol donde dormían las gallinas y con dos aves en cada mano, dispuesto a salir, se encuentra que el propietario escucho ruidos y decide salir a ver. Entonces, el amigo sale con una lámpara y revisa minuciosamente. Kike al encontrarse a punto de ser descubierto, decide lazarse de lo alto del árbol, ocasionando una escena fantasmal, donde él con dos gallinas aleteando, completamente desnudo, desciende. Ocasionando gran espanto y miedo al profesor, quien de manera apresura corre y se encierra sin importar que le sustrajeran sus aves.
En otra ocasión, nos encontrábamos despartiendo unos tragos en el estanco con un amigo, donde nos divertíamos con sus dichos y anécdotas, las cuales fueron silenciadas por la llegada de su hijo, quien con gran preocupación y cara de sufrimiento le pregunta a su padre: “papá, ¿que sirve para el dolor de cabeza?”, a lo que el amigo muy acertado responde: “depende, si es dolor de cabeza de enfermedad, cualquier pastilla para el dolor le sirve, pero si es dolor de cachos (infidelidad), ese no tiene cura gran huevon”.
Otro día, en pleno festival de tamboras, planeando en que casa prestaríamos las gallinas esa madrugada. Chula, excelso tamborero, manifiesta: “no joda, en mi casa hay buena gallina, pero las reguarda un perro bravo que nadie se le mete”. Viejo, sin hacer ruido, se aparta de la parranda. Comenzamos a indagar por él sin encontrar respuesta. Transcurrido el tiempo, nos sorprende la aparición de Viejo, quien le lanza un perro a Chula manifestándole: “Toma tu perro flojo, porque en tu casa no hay gallina”.
En otra parranda, el amigo de la pastilla para el dolor de cabeza, haciendo referencia a un amigo en común, quien ejerció como político de nuestro terruño y por respeto y obvias razones omito su nombre, expresó: “si yo fuera burra y *** fuera burro, era mucha la cerca que yo iba a reventar, porque yo de ese hombre feo no me dejo montar”.
Apreciados lectores, olvidemos la polarización que vive el país, disfrutemos de la vida, la familia, los amigos. Compartamos estas festividades en paz, armonía y alegría, y que el espíritu de la Navidad se apropie de cada uno de nuestros corazones y empecemos a construir un mejor futuro.