Hoy se celebra el funeral de estado de Jimmy Carter en Washington, y yo quiero decir algunas palabras sobre este ex-presidente americano porque, después de sumar y restar, es el presidente americano que a mí más me ha gustado. Además, el tipo fue oficial de la Armada Americana (ver foto abajo) y el primer presidente americano al que reconocí plenamente en mis facultades intelectuales.
Yo soy de una generación cuyos padres nos ponían a aprendernos los nombres de los presidentes de otros países para pasar el tiempo, y Carter era parte de ese juego junto a Giscard D’Estaing, Willy Brandt, Margaret Tatcher y demás líderes de esos años. Yo incluso sé quién era “Carlos”, el “Chacal” desde que tengo como 7 años, porque el tipo era una celebridad en mi niñez y un personaje recurrente de los noticieros de los 70s. Así, igual que Jimmy Carter, quien fue el primer presidente que reconocí en las noticias, a pesar de que yo sabía de oídas quién era Ford y hasta Nixon.
Carter siempre fue considerado como una especie de “güeva” entre el line-up de recientes presidentes de los Estados Unidos, tal vez porque era pro derechos humanos, pro-negociación y no era belicista, y eso en este país es ser una güeva, pero yo lo aprecio precisamente por eso y por su pasado limpio desligado de la política hasta los 60s.
Carter fue oficial de la Armada, graduándose de Annapolis en 1946, apenas acabada la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose más tarde en uno de los primeros ingenieros nucleares de ese cuerpo militar, liderando la transformación de la Armada Americana en su conversión de diésel a motores propulsados con reactores nucleares, en especial, para los submarinos, bajo la tutela de Hyman Rickover, uno de los padres de la fuerza de submarinos nucleares de la Armada Americana. Años más tarde Carter diría que, después de su padre, el individuo que más lo influenció en la vida fue Rickover, uno de los mejores ingenieros que ha tenido la Armada Americana en toda su historia.
Esta promisoria carrera como ingeniero nuclear de la fuerza de submarinos de la Armada se vio truncada con la muerte de su padre en 1953, pues a Carter le tocó retirarse de la Armada para hacerse cargo del negocio de cultivo de maní y de las plantaciones que su padre les dejó a sus hijos en Georgia, su estado natal, y después de una dura conversión de ingeniero nuclear a plantador de maní, el negocio creció y Carter se hizo rico con el maní.
Luego de su éxito con el maní entraría en política en su estado natal, Georgia, durante los duros años de la segregación racial y la lucha por los derechos civiles de los negros, y Carter apoyó la causa de los afros, aunque para poder avanzar en su carrera política debió en algún momento acercarse a Henry Wallace, el famoso segrecionista de Alabama.
En 1970 se convirtió en gobernador de Georgia, y en la estela del escándalo “Watergate” que acabó con la presidencia de Nixon, Carter vio su oportunidad para convertirse en presidente de la nación.
Arrancó su campaña siendo un total desconocido a nivel nacional y compitiendo contra otros 16 pre-candidatos demócratas, para acabar ganando la candidatura y después la presidencia gracias a un exitoso lema publicitario que casi 4 décadas más tarde Gustavo Petro copiaría para su igualmente exitosa campaña presidencial en Colombia: “Mi nombre es Jimmy Carter y quiero ser su presidente”.
Su presidencia, a pesar de todas las críticas, fue una presidencia de un tipo decente. Carter le devolvió el Canal de Panamá a Torrijos, cerró el acuerdo de Camp David de 1977 entre Israelíes y Egipcios y fue bastante activo en cuanto a derechos humanos, pero, lamentablemente, siempre será recordado por dos eventos cruciales: (1) La enorme subida de los precios del petróleo; (2) la crisis de los rehenes en Irán.
Como respuesta a las victorias de Israel en las guerras de 1967 y 1973, los países árabes exportadores de petróleo y sus aliados de otros continentes decidieron cortar la oferta de petróleo, ya que la OPEC es un cartel y tiene potestad para hacerlo, creando una de las más grandes crisis inflacionarias del siglo XX en los Estados Unidos, eso para no hablar de le escasez de petróleo. Yo todavía me acuerdo de aquellas imágenes en el noticiero del mediodía de “Arturo Abella” de largas filas de carros en la entrada de las estaciones de servicio en Estados Unidos para poder tanquear los carros. La gente se levantaba a las 4:00 AM de la mañana a tanquear, porque si no, no les alcanzaba el día para trabajar. Estoy hablando de 3-4 horas esperando para poner gasolina, lo que convirtió la situación en una fuente inagotable de malestar social. La gente no tenía 4 horas al día para botar haciendo cola para poner gasolina, y ese descontento le pasó cuenta de cobro en la elección de 1980 contra Reagan.
Esa crisis del petróleo de los 70s tuvo consecuencias profundas en la sociedad americana. Desde entonces, los Estados Unidos mantienen una reserva de un año entero de combustible para evitar que ese tipo de situaciones se vuelvan a repetir, y ese fue el inicio del boom de los carros económicos en cuanto a la gasolina. Ahí empezó el éxito de los carros japoneses y europeos que requerían de menos gasolina y eran más eficientes. Cualquiera que haya crecido en los 70s o antes de eso, recuerda esas “lanchas” enormes que eran los carros norteamericanos de los 60s y 70s, y como todos esos Ford LTD, Buicks, Dodge y Chevrolets de alto consumo de gasolina dieron paso a los Nissan, Toyotas y Datsuns de los 80s, carros más compactos, eficientes y amables con el bolsillo a la hora de tanquear. Pues bien, ese fue el chicharrón que le tocó lidiar a Carter, nada más y nada menos.
El segundo evento, la toma de los rehenes en la Embajada Americana en Irán, es un tema complejo. Hartos del Sha Mohamed Reza Pahlavi, un títere de Occidente, la masa popular lo derrocó, trayendo del exilio a un ayatollah fundamentalista que vivía en Francia y que había capturado la imaginación de los iraníes a través de cassettes que se distribuían como pan caliente en Teherán y otras ciudades de Irán en donde Jomeini criticaba al Sha y a su gobierno corrupto. En ese momento nadie se imaginaba que Jomeini iba a salir con un gobierno de fundamentalísimo religioso, pero en eso fue lo que terminó la revolución que destronó a Reza Pahlavi. En el fragor de la revuelta los fundamentalistas se tomaron las instalaciones de la Embajada Americana en Teherán, tomando cientos de rehenes, quienes estuvieron detenidos y fueron torturados durante 15 meses, liberándolos cínicamente el día en el que terminó la presidencia de Carter. Esa crisis de los rehenes acabó de rematar las ilusiones de Carter de salir reelegido, y este perdió por goleada con Ronald Reagan, quien años más tarde también tendría su escándalo con rehenes, aún peor que el escándalo que tuvo que enfrentar Carter (el famoso escándalo Irán-Contras).
Luego de salir de la presidencia Carter se dedicó a fomentar la paz en el mundo en numerosos procesos de paz como consejero y “Elder” supremo en ese grupo formado por famosos líderes mundiales del cual Juan Manuel Santos es miembro “junior”.
Se podría argumentar que Carter ha sido el mejor ex-presidente de la historia de los Estados Unidos, y su trabajo y dedicación en temas de paz en su post-presidencia fue de primera, un ejemplo para el mundo.
El pecado de Carter es que fue un tipo “buena papa”, y en los Estados Unidos para triunfar como presidente no se puede ser buena papa sino mala papa.
Pero yo me salgo de esa idea y le rindo este modesto homenaje, pues se lo merece. Creo que un presidente, y en especial un presidente americano, debe ser un tipo íntegro y decente, si quiere liderar a Occidente, y Carter llenaba con creces este requisito.
Además, el tipo fue un “Navy Man” durante la Segunda Guerra Mundial, y ya eso me dice a mí mucho de su carácter y sus valores.
Y es el único tipo que yo conozco que, por principio, abandonó una promisoria carrera en la Armada como ingeniero nuclear de submarinos atómicos en la era del boom de la energía atómica, para hacerse cargo de la plantación de maní de su familia.
Solo un tipo decente como Carter hubiera hecho algo así.
Rest in Peace, Mr. President. I don’t know about the rest of America but I will miss your principales and your basic decency…