La desgracia de los clanes políticos- Por: Rafael Martínez

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En Colombia se ha vuelto Ley buscar la fiebre en la sabana y el ajetreo noticioso y los escándalos en las redes sociales nos mantienen obnubilados y no vemos el bosque.

En nuestro país están claramente documentados 18 clanes politiqueros y mafiosos que se reparten el poder a su acomodo y amaño. Ellos están conformados por 53 familia, unas más poderosas que otras. Unas con poder regional y otras en menor proporción con poder nacional.

Aunque usted no lo crea, amigo lector, esas 53 poderosas familias mandan en nuestro país y están asociadas a corrupción, clientelismo, asesinatos, atentados, secuestros a candidatos y líderes políticos, desplazamiento, robo de tierras, paramilitarismo, narcotráfico, economías subterráneas, es decir, a todos los males que aquejan a nuestra democracia.

Increíble. Créanlo. Ellos con tal de mantener el poder engendran fuertes coaliciones con el beneplácito de los directores nacionales de los partidos tradicionales. Les doy el siguiente dato para corroborar lo dicho hasta aquí.

En las elecciones de 2019, el 78,9 % de las gobernaciones y casi la mitad de los nuevos alcaldes electos, 507, quedaron en manos de esas pasmosas coaliciones, lideradas por las figuras más visibles de los clanes.

¿Pero que son los clanes políticos?

Vamos a explicarlo de manera sencilla. De acuerdo con el investigador social León Valencia, “los clanes políticos son grupos de poder regionales con nexos familiares y afinidades políticas, económicas y sociales”.

Hunden sus raíces en los doscientos años de vida republicana. Pero se fortalecieron en el Frente Nacional como una reacción defensiva de las regiones ante los acuerdos de los líderes nacionales de los partidos Liberal y Conservador para repartirse el poder central.

La democracia en nuestro país se enfrenta a un portentoso desafío. Por ello, es necesario buscar el problema en el paciente y no en la sabana.

Los clanes políticos que mandan en Colombia y que han permeado hasta los tuétanos el Estado, pues de él viven, normalizaron las irregularidades electorales, los sofisticados mecanismos de fraude electoral, los cotidianos métodos clientelistas de compra y venta de votos y conciencias para torcerle el cuello a la voluntad popular y con estas deleznables mañas golpean en lo más profundo del corazón a nuestra frágil democracia.

Las próximas elecciones se deben convertir en un juicio a esos clanes políticos que se han perpetuado en el poder y solo usan la dignidad otorgado por el pueblo para beneficiar sus bolsillos, volver multimillonarias a sus familias y a sus financiadores.

En Colombia hay carteles a tutiplén: El de la salud, de la Justicia, los contratistas y serían eterno mencionarlos. En el departamento del Magdalena operan todos, para desgracia de nuestro territorio.

Clanes políticos como los Char en el Atlántico, con tentáculos en todos los poderes. Hoy tienen Procuradora, Ministra de Transporte, Mintic`s, viceministros, alcaldes, gobernadores y una huella incrustada en el Estado de clientela, que les permite tener injerencia en todos los sectores, en especial en los jueces, que mueven a su antojo.

No solo tienen poder en el Atlántico, sino en otros siete departamentos del Caribe colombiano lo que le permite tener nueve parlamentarios en el Congreso Nacional.

El Magdalena no es ajeno a estas corruptas prácticas que por décadas se clavaron en todas las instancias y mantuvieron a los magdalenenses en la pobreza extrema. Los Cotes y los Diaz Granados aliados de los Char, son los responsables de los graves problemas que hoy afrontamos y nos mantiene en el cuarto lugar de pobreza monetaria y séptimo en pobreza multidimensional.

En cada departamento y ciudad capital de nuestro querido caribe colombiano, estos clanes florecen y son los responsables de la crítica situación que afrontamos los costeños y que nos presenta como uno de los territorios más inequitativo del país.

Es impresionante que un territorio que tiene algo màs de 10 millones de habitantes, 5,9 millones de ellos sean pobres. Es decir, la incidencia de la pobreza en la región caribe sería del 52,2%, lo que equivale a que un poco más la mitad de los costeños son pobres.

Y de esta calamitosa y triste situación es responsable esta tradicional clase política que se niega a desaparecer y en cada elección intensifica su accionar ilegal para perpetuarse en el poder.

En el Cesar, están los Gnecco y cuya jefa es Cielo Gnecco; en Córdoba el clan García Pineda, los Besaile y los Chagüi-Lyons; en Bolívar: los Blel, los García – Zucardi; en Sucre, los Guerra y los García Romero; en La Guajira, los Deluque y Kiko Gómez.

Ese ese es el reto, cambiar las costumbres políticas de nuestro territorio, equitativas, pacíficas y democráticas que servirán de punto de partida para la transformación de nuestro país.

Tenemos la responsabilidad de renovar la política y transformar nuestra sociedad, el estado y las instituciones.

Estamos dispuesto a liderar los cambios y transformaciones que sean necesarios para la construcción de una sociedad ambientalmente sostenible, económicamente productiva, socialmente justa, educada, equitativa, igualitaria, democrática, pluralista, diversa, incluyente y en paz; que garantice los fines del Estado Social de Derecho y los principios de “la sociedad del buen vivir” en una República Federativa. Ojo… Nos vemos en el 22.


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