Sobre la noticia de la compra de El Heraldo por los Gilinski, lo que más me sorprende del cuento es el precio de El Heraldo: dizque cuesta $10 mil millones de pesos. Es decir, El Heraldo, dizque orgullo periodístico de la Costa, vale como $2.3 millones de dólares.
En otras palabras, El Heraldo vale la mitad de los que vale un Penthouse in Miami (uno bueno vale como 5 palos).
Ese cuento está raro. O se equivocaron en donde leí la noticia, o ese periódico está quebrado y solo da pérdidas. Eso es un precio de huevo, de remate.
Déjenme que se las ponga así:
Si algún día yo decido vender este blog que tengo por aquí en Facebook, mi blog cuesta más que El Heraldo
Si los Gilinski estuvieran interesados en comprarme mi blog, yo les pediría como $4 millones de dólares jajajaja…
Con esto no estoy diciendo que yo soy un bloguista de Facebook “mercenario”, que se vende al mejor postor. Estoy diciendo que, si tuviera que ponerle un precio a mi blog, sería un precio de 4 palos.
Y ya hablando en serio, ¿ustedes saben por qué yo creo que mi blog vale tanto?
Porque mi opinión, modestia aparte, tiene mucha más influencia en la opinión pública que todos los columnistas de El Heraldo juntos, y eso en últimas es lo que determina el valor de un medio: su influencia en el ideario de un país.
Las ideas que emanan de El Heraldo, hoy por hoy, no tienen absolutamente ningún peso sobre el ideario del país. De hecho, es todo lo contrario. Se trata de un medio que defiende a los Char, a la corrupción de Barranquilla. Con lo que queda demostrado que la prensa tradicional se está yendo a la quiebra porque su editorialismo se dedicó a defender el establecimiento, y el establecimiento colombiano está en quiebra moral.
Los Gilinski, que no son estúpidos en cuestiones de negocios, van a convertir El Heraldo en otra “Semana”, es decir, una máquina de “clicks”. Solo van a publicar noticias que garanticen clicks, porque eso es lo que vende publicidad. Tantos miles de clicks, tanto vale la publicidad.
Contenido editorial de calidad reemplazado por basura impresa digitalmente que mueve tráfico.
Y los Gilinski están comprando El Heraldo, simplemente porque ya tiene un nombre posicionado en el mercado y eso les evita crear un medio nuevo de cero. En otras palabras, los $10 mil millones son por el nombre “El Heraldo”, el periódico en si vale ¡CERO PESOS!! No se cuando fue fundado El Heraldo, pero estamos presenciando la destrucción total del valor del contenido editorial del periódico más importante de la Costa. Para decirlo en buen castellano, el valor de la opinión editorial de la Costa en estos momentos es CERO, pues el valor editorial de El Universal de Cartagena también es CERO.
Si yo tuviera $2 millones de dólares a la mano, fundaba “Priast Magazín”, y de inmediato ese medio se convertiría en el medio número 1 de la Costa, y quizá entre los más influyentes del país, con seguridad, pues yo si tengo lo que a El Heraldo le falta: una opinión valorada, lo que pasa es que mi opinión va en contra de los poderes económicos, quienes son los que ahora controlan los medios.
Y, modestia aparte, yo sé que los medios tradicionales saben que mi opinión “vende”. En Colombia todo el mundo me ha “canibalizado” ideas en los últimos 10 años, eso para no decir que tengo una gran feligresía entre periodistas de medios establecidos que me leen en secreto para poder robar con impunidad. Instintivamente, ustedes se podrían preguntar “y, bueno, ¿por qué a Priast nunca le han ofrecido escribir columnas en El Espectador, o El Tiempo, o Cambio?”, ¿no es cierto?
Y la respuesta es, PORQUE YO NUNCA QUISE. Para hacer esa transición había que escribir “pulidamente”, de una manera que satisficiera los escrúpulos narrativos de los cachacos que controlan los medios, y yo nunca he querido someterme a la voluntad editorial de nadie. Además, tendría que escribir guevonadas apoyando a los mismos de siempre, y yo promulgo el sacar a patadas a los mismos de siempre.
Y, finalmente, porque yo cuando escribo entrego todos los días un poquito de “revolución”, y eso es exactamente lo opuesto de lo que quiere el Establecimiento periodístico colombiano. El establecimiento de medios colombiano, que trabaja al servicio de los grandes grupos económicos y para los intereses de potencias extranjeras, quiere que todo en Colombia siga igual, que nada cambie, mientras que yo todos los días prendo un fósforo y hago un pequeño incendio con lo que digo. Nadie paga por revoluciones, se paga solo para que todo siga igual.
Estamos presenciando uno de los fenómenos empresariales más increíbles de los últimos tiempos: el derrumbe de los medios tradicionales como fuentes de ideas para la crítica o la construcción de un pais, y el nacimiento de un sistema de opinión individualista en donde solo sobreviven los más fuertes intelectualmente. Las redes están destruyendo a los medios tradicionales, y yo soy parte de ese proceso de destrucción. Es un sistema enteramente democrático, pues tú sobrevives y tus ideas se proyectan en la medida de su valor o efecto sobre las personas. No hay vacas sagradas, no hay opiniones en el “Olimpo”, no hay editoriales “mortales”, y cada día son menos los columnistas de medios tradicionales con feligresía fiel. Hace 30 años leer la columna “Contraescape” de Enrique Santos, o la columna de Antonio Caballero en Semana, era casi que un deber religioso.
Hoy, yo escasamente registro la opinión desgastada de Enrique Santos, y Antonio Caballero se murió escribiendo a la baja. Para cuando dejó de escribir, ya sus ideas no volaban como antes y escasamente marcaban en el acontecer nacional.
El campo de batalla de las ideas en el periodismo se partió en dos: por un lado la basura tipo Fox News, de la cual “Semana” y RCN son los principales ejemplos; y los “lobos solitarios” en redes que sobreviven y destacan puramente con base a su poder intelectual y a sus valores. En el medio, un grupito de pseudo periodistas que intentan reconciliar ambas posiciones, u obtener lo mejor de esos dos mundos. En Colombia, esa franja media está representada por Cambio, o El Espectador, y quizá un solo medio decente: Noticias Uno. Todo el periodismo decente agarrado de Noticias Uno como una tabla de salvación. El resto, máquinas de clicks, o medios vendidos.
El Heraldo se vendió, pero también se quedó sin “clicks”. Por eso su opinión vale cero pollitos…
A nadie le interesa un c$lo lo que opine El Heraldo. ¡Qué tragedia para la Costa!