El NARCOTERRORISMO, la CORRUPCIÓN y la POBREZA, constituyen los peores enemigos del Estado colombiano, contra los cuales los gobiernos vienen afrontando una costosa y dolorosa guerra. Una guerra asimétrica, en la que existe una gran desproporción entre las fuerzas militares y políticas de los bandos implicados, que obliga a éstos a utilizar medios fuera de la tradición militar común. Finalmente, en todos los casos, es una guerra, donde unos mueren de plomo y otros de hambre.
En esta guerra no existe un frente determinado, ni acciones militares convencionales. Por el contrario, se basa en golpes de mano, combinación de acciones políticas y militares y otras operaciones similares.
Para enfrentar esa guerra, el Gobierno ha echado mano de todo su arsenal legislativo, militar y financiero. No obstante, mientras las guerras contra el terrorismo y la corrupción se encuentran coherentemente legisladas (Acto Legislativo 02 de 2003 o Estatuto Antiterrorista, ley 1474 de 2011 o Estatuto Anticorrupción, etc.), la guerra contra la pobreza no cuenta con un Estatuto que codifique su legislación. Un “Estatuto Antipobreza”, que establezca una política unificada de Estado contra este enemigo silencioso, que atiza las otras dos guerras. Un Estatuto que defina y conforme un SISTEMA TERRITORIAL CONTRA LA POBREZA –STSP, que articule efectiva y eficientemente los recursos del Estado, de conformidad con sus atribuciones, y de los ciudadanos, de conformidad con sus deberes constitucionales, para asegurar razonablemente y en condiciones de igualdad, la prosperidad nacional; que establezca un conjunto coherente de principios, políticas, objetivos, estrategias, procedimientos, organismos, funciones y responsabilidades de los componentes del Estado en esta materia.
Como se trata de una guerra, la pobreza debe combatirse de similar manera a como se combate el terrorismo, y planificarse bajo esquemas conceptuales y operacionales de la táctica militar, con instrumentos legales similares a los establecidos en la Ley 684 de 2011 (Estatuto de Seguridad Nacional). Al respecto, hemos venido proponiendo las siguientes estrategias:
1) Declarar como “TEATRO DE OPERACIONES” los territorios donde se concentra la pobreza, que en el argot militar se definen como aquellas áreas geográficas donde se desarrolla un conflicto armado y donde se implementan operaciones contenidas en planes estratégicos y tácticos.
2) “INTELIGENCIA ESTRATÉGICA”. Por ser la pobreza un enemigo de “mil cabezas”, es decir, multidimensional, hoy plenamente identificado y mapificado territorialmente, debe desarrollarse una “inteligencia estratégica” por parte de las dependencias de planeación nacional y las territoriales, que sirva de base para la formulación y desarrollo de los planes en materia de Superación de la Pobreza. La “Teoría de los Clústeres de Pobreza” debe ser una de las “doctrinas” de guerra”
3) Conformación de una “FUERZA DE TAREA CONJUNTA” con múltiples entidades de los sectores estatal, privado y solidario, que enfrente de manera organizada y con un mando unificado al enemigo (algo parecido operativamente al Programa Unidos);
4) Realizarse “BOMBARDEOS SISTÉMICOS FOCALIZADOS MULTIDIMENSIONALES” de inversión económica y social sobre los teatros de operaciones ya identificados para así arrasar totalmente al enemigo y consolidar esas zonas como “Territorios de Prosperidad”. Estos bombardeos o intervenciones al territorio deben ser concomitantes, es decir, al tiempo, para cortarle todas las cabezas a esa hidra e impedir su reproducción.
Puede que esta propuesta parezca rimbombantica o extravagante, pero ya el gobierno la viene implementando a manera de prueba piloto en algunos territorios del país. En Cartagena se implementó en el corregimiento de Ararca, a través de su estrategia de “Zonas Libres de Pobreza Extrema” (ZOLIPEX). No obstante, no fue concomitante y, al parecer, la hidra sigue viva.
Digamos que, para empezar, es necesario diseñar y presentar al Congreso de la República la “Ley Estatutaria para la Superación de la Pobreza” (Estatuto Antipobreza) en la que se incorporen los numerosos y dispersos instrumentos de esta política pública y se definan nuevas y efectivas estrategias articulatorias y tácticamente operativas. Pero mientras eso sucede, porque la pobreza no da espera, esta estrategia es perfectamente viable con las herramientas con las que se cuentan.