Redacción: laregional.net-
Veinte años en las filas de las FARC fueron suficientes para que Carolina Vargas Cabrera, o Adriana Cabaruth, como fue bautizada por el grupo armado para proteger su identidad, se convirtiera en una mujer de hierro, pero con sentimientos nobles y con una capacidad de superación, por la que ahora lucha a través de la palabra, y no con las armas.
Sobre sus hombros llevó por muchos años el peso del fusil, aquel que además de ser el protagonista de innumerables combates, fue siempre el testigo de los sueños y anhelos de esta mujer que hoy tiene 42 años de edad.
A su vida llegó una luz de una esperanza en medio de un espinoso camino, que decidió recorrer desde muy joven, huyendo de las calamidades económicas de la familia, y de la falta de oportunidades para superarse en la vida. No había estudios, no había trabajo y mucho menos experiencia para ser alguien en la vida.
“Es mejor sentarnos a hablar de paz y no prepararnos para la guerra”, la sociedad debe estar preparada para conciliar y no para generar. Al terminar mis estudios de bachillerato no tenía alternativas para llegar hacia donde quería, pero si mirar hacia nuevos horizontes, que aunque se inclinaron hacia la guerra, era la mejor manera de prepararse, se empezar a crecer y llegar hasta donde hoy me encuentro, en busca de la paz”.
Su hogar es ahora el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de la vereda Tierra Grata, en el municipio de Manaure Balcón del Cesar, donde conviven 144 excombatiente de las FARC provenientes de los frentes 19 y 41 del Bloque Caribe, que junto a su núcleo familiar suman casi 300 persona.
“Como Carolina o como Adriana, igual decidí acogerme al Acuerdo de Paz de la Habana, y ser hoy día una persona que lucha por la reinserción social y familiar. Es como volver a nacer, como un bebé, primero empezamos a gatear, luego a dar los primeros pasos y luego independizarse y en ese proceso estoy”, afirmó.
Refirió que hoy día, junto a otros excombatientes, han emprendido un nuevo camino, van avanzando luego de dejar las armas por una vida productiva y cargada de paz y reconciliación.
“Allí hemos dado rienda suelta a las diferentes ideas que tienen como parte de su reintegración a la sociedad para, sobre todo, refrendar su lucha, pero esta vez usando la palabra como única arma que los lleve a lograr sus objetivos de convertir a Tierra Grata en un corregimiento en el que se puedan establecer de manera permanente y conseguir una sostenibilidad para ellos a la vez que se integran con las comunidades vecinas”, dijo.
Manifestó que por 20 años debió resguardar su identidad con el nombre de Adriana, y hoy día responde a cualquiera de los dos nombres, pues considera, que el ser humano se adapta a cualquier situación y es capaz de sobrevivir frente a las circunstancias que la vida le ponga.
“En la guerrilla conseguí esa fuerza para seguir, allí se aprende mucho, son largas horas de estudio, donde el tema Estado, es la principal razón de ser”.
En el ETCR de Tierra Grata existe una verdadera convivencia. Los desmovilizados son aquellas personas que pertenecieron a un grupo guerrillero, en armas disertaron y se fueron de las filas, mientras que los reincorporados se acogieron a un proceso de paz, al Acuerdo de la Habana, “nos reincorporamos a la vida civil y a la familiar, porque en eso estamos”, dijo.
Detalló que en Tierra Grata convive con su esposo, sus padres y una hermana con quienes lucha por la unificación familiar como parte de este proceso. En el lugar todos conviven como familia y la productividad es su principal meta.
Todo esto ha sido un gran reto para Carolina Vargas, quien ha sabido aprovechar cada momento para recuperar el tiempo que dedicó a las armas, hoy mira la vida desde el horizonte de la paz y un futuro que construye a través de la preparación académica.
Es así como junto a cuatro compañeros, en la actualidad cursa el 5to semestre de Administración Pública, en la Escuela Superior de Administración Pública, un gran reto que de seguro dejará atrás los amargos momentos vividos en el mundo bélico.
Pero además de ello, Carolina es la primera excombatiente de las FARC que presta sus servicios a una entidad pública, dirige la oficina de Mujer, Generó Diversidad y Proceso de Paz. “Es una gran oportunidad, es un gesto que hacia nosotros ha tenido la Administración Municipal, para demostrar que si existe la manera de lograr nuestra reinserción.
En las FARC aprendí muchas cosas, en la guerrilla hay muchos saberes que se basan en principios, en normas que al final son nuestras verdaderas armas para la vida. La guerra es cruel e inhumana, trae tristeza desolación; la mejor alternativa es una lucha política aunque no sea fácil, es unirse a las luchas sociales, civiles a la verdadera paz y justicia social que Colombia suela”, afirmó Carolina reiterando que su camino sigue hacia la paz y no hacia la guerra.