La revolución de “Yuca y Suero” de Verónica Alcocer- Por: Felipe A. Priast

Compartir

Sobre el más reciente vídeo de la primera dama, ese en donde aparece en una junta de acción comunal en la Guajira comiendo friche hasta chuparse los dedos, yo quiero hacer un par de comentarios, después de ver detenidamente el vídeo.

Primero que todo, los colombianos vamos a tener que aceptar, de una buena vez, que esta pelada no es una dama. Ella ya lo ha hecho saber, una y otra vez, que lo suyo no es ser dama, ni siquiera dama de provincia. Ella no está interesada en ese rol, y, de hecho, parece que quiere re-definir la posición de primera dama actuando como si estuviera en el patio de su casa a todo momento.

Esa pelada no tiene ningún sentido del simbolismo o de la solemnidad. Ella insiste en traer a Palacio una “costeñidad” de estereotipo, que yo, francamente, no comparto, ni creo que sea conveniente cultivar.

Esa idea del costeño que ella está vendiendo, parece una caricatura. Es la idea del costeño como ser parrandero, bailador, descomplicado hasta la vulgaridad, liberado de toda forma, que come chicharrón con yuca en una totuma mientras grita “¡Juanchi: sírvelo, ¡sírvelo!”.

Para mi, una completa ridiculez. Es decir, un costeño que solo encuentra su identidad cuando está parrandeando.

Verónica siempre está de parranda. Y cuando hablo de “parranda” no me refiero solo a la bailada, me refiero a todo su comportamiento.

El comportamiento de Verónica Alcocer como primera dama es como un paseo a una finca, un paseo de “gente bien” costeña, porque los paseos a una finca en el interior son diferentes. En ese “paseo” llamado ser “Primera Dama”, Verónica baja al río en jeans, sube palo, baja mango de un palo, come yuca con chicharrón con la mano, guapirrea, vaquea, mantea, se ríe con burla, mama gallo, se mete un whisky, canta un vallenato, vuelve y mete la yuca en el pote de suero, se pone un sombrero vueltiao y baila cumbia con el primero que se le atraviese cortando monte con el “machete”, eructa, se quita los zapatos, se sube en la hamaca, se tira un polvo en la hamaca cuando ya está oscurito en el kiosco ronero, orina en un monte porque el baño está ocupado y ella no quiere esperar, juega dominó, hace trampa en el dominó, le pide a la banda que le toquen “El Sincelejano”, baila amacizado, come mango verde con sal, come corozo y escupe la pepa, le traen una patilla y se come un cuarto, se tira un pedo borracha y suelta una carcajada, vomita, le dan sancocho y se lo come chupándose los huesos de la costilla, se duerme en cualquier cama, y al otro día no se acuerda de nada de lo que pasó.

Esa es la vida de Verónica como primera dama, una sempiterna parranda en donde ella es el centro de atención.

Para los que no conocen la región de las Sabanas de Córdoba, Sucre y Bolívar, eso es lo que significa ser “gente bien” en esa región: adueñarse de la parranda, ser el centro de atención de las fiestas del pueblo.

De hecho, yo quiero que vuelvan a ver los vídeos y fotos de Verónica en su más reciente viaje a Europa, en donde visitó España con Petro y asistió a la Coronación de Charles III de Inglaterra. Hay algo profundamente provincial en su expresión en todas esas fotos y vídeos, eso para no mencionar sus faux pas en cuestiones sartoriales y de etiqueta. Fíjense bien: a la pelada le quedó grande Europa, eso es completamente evidente. Esa chabacaneria sabanera de la gente bien de dicha región no vuela en Europa. Enfundada en esos trajes elegantes, adornada con sombreros y carteras costosas, la pelada se ve ficticia, fuera de lugar, casi disfrazada. La pelada tiene sentido estético, pero no tiene clase, y como ya lo han dicho mujeres con gran sentido de clase, como Coco Chanel o Carolina Herrera, no es el vestido, es la actitud y la personalidad. Ella tiene una personalidad “recochera”, de costeña parrandera, que no vende clase. Esa niña no se sabe mover, su acto es un acto burdo que siempre acaba en el mismo sitio: la parranda en el kiosco ronero con una papayera.

Para ser justos con ella, la pelada es la Primera Dama de un exguerrillero, y en ese sentido, es perfecta para Petro, porque ella trae tanto o más “monte” que él. Petro se fue al monte, joven, tomando una decisión de base ideológica; Verónica emana “monte”, porque la “gente bien” de su región es muy apegada al campo. Yo diría que ella es más “hija del monte, que Petro, quien fue más un cuadro urbano que un guerrillero de monte. Ese es un matrimonio de “monte con monte”, para decirlo con claridad, así que yo creo que ella es la pareja ideal para un tipo como Petro.

Lo que tenemos que empezar a aceptar todos los colombianos es este hecho evidente.

En el pasado, hemos tenidos primeras damas de dedo parado, o incluso flemáticas, y lo hemos aceptado, porque nos acostumbramos a la formalidad de la clase dirigente del interior del país. El comportamiento al que nos tenían acostumbrados estas primeras damas en su desenvolvimiento diario era distinto, porque casi en su totalidad estas primeras damas eran representantes de la clase alta colombiana del interior del país. Esta es la primera vez que tenemos a un presidente de izquierda, ex-guerrilero, de extracción popular, y su esposa refleja esa extracción social quizá por conveniencia política. Después de darle vueltas en la cabeza al comportamiento de Verónica, llegué a la conclusión de que tenemos lo que votamos. Tú no puedes pretender que la mujer de Petro sea Carolina Isakson de Barco, porque Petro no es Barco, ni tiene el origen privilegiado de Barco, ni la Concesión Barco, ni la educación en MIT de Barco. Por decirlo de otra forma, Verónica Alcocer es la mujer escogida como esposa por un guerrillero: una pelada de buena familia, pero de provincia, madre soltera, parrandera, sencilla (bastante sencilla), que come con la mano y baila mapalé. Fue ese “salvajismo” lo que le atrajo a Petro de ella. Entonces, tenemos que acostumbrarnos a “primera dama Salvaje”, porque un ex-guerrillero lleva ese espíritu “salvaje” en su forma de ser y eso fue lo que escogió al seleccionar su pareja. De hecho, yo diría que, es más cercana al Ché Guevara Verónica, que el mismo Petro, a juzgar por su comportamiento.

Y que mejor esposa para un ex-guerrillero que “Ché Alcocer”. Ella ha llegado a Palacio para “revolucionar” el rol de las primeras damas. Su escándalo sempiterno es como ese gesto del Ché de firmar los billetes del Banco de Cuba con un despectivo “Ché”.

Verónica ha llegado al Palacio de Nariño -aunque nunca lo va a decir- para cagarse en todas sus predecesoras cachacas y dar un golpe en la mesa diciendo: “¡Qué viva la yuca con suero de mi tierra, gueeeeeepaaaá!!!”, y tenemos que aceptar la validez de ese golpe sobre la mesa pues, ¿qué cojones esperaban de la mujer de un guerrillero?

Mientras Petro intenta introducir un cambio en el país, su mujer hace una REVOLUCIÓN DE YUCA CON SUERO e intenta reivindicar al que come con la mano, al que baila mapalé, al tipo de la calle, al costeño rechazado en los círculos capitalinos, al hombre común y corriente, al que oye vallenato, al que come chicharrón con yuca, al que vende carimañola, etc, etc, etc.

El problema de esa “Revolución de la Yuca y el Suero” es otro.

Yo me pregunto, como costeño, si es conveniente para mi aceptar ese estereotipo de costeño que vende Verónica. No se equivoquen conmigo. Yo escribo en buen costeño por razones estilísticas, pues sé que así mi mensaje cala más profundo, pero yo no me identifico con Verónica. Todo lo contrario. Toda mi vida me he opuesto a la “Guacheria” costeña, a la cultura del barbachán y el “bagre” atarván tan propio de la Costa. Yo casi ni oigo vallenatos, lo que debe ser una rareza en la Costa.

Y, quizá, las mujeres de la Costa deberían estar más prevenidas de este estereotipo que vende Verónica, porque yo no sé si todas se van a identificar con esta “revolución de yuca y suero” que quiere llevar a cabo Verónica.

Yo sé que dentro de muchos costeños hay cierta satisfacción al ver erosionar la “pompa” cachaca que rodea el poder y por eso acaban haciéndole eco a las formas salvajes de Verónica, pero yo estoy seguro, ¡pero recontra-seguro!, que hay muchas mujeres en la Costa que no se sienten identificadas con esta pelada. Sin ir muy lejos, y usando a otra sincelejana de pura cepa como mi tía Aura Helena Zuccardi, yo quisiera que mi Tía Auri me contara qué piensa de los comportamientos de esta pelada, porque no creo que haya nada más distinto a Verónica Alcocer que mi Tía Auri.

Yo soy costeño, a mucho honor, pero Verónica Alcocer no me representa a mi, y yo, personalmente, conozco docenas de mujeres de la Costa a las que tampoco representa.

Como Costeño, permitir que esta pelada cultive ese estereotipo del costeño como ser salvaje y desabrochado es algo que resiento porque no nos va a traer nada bueno.

Yo quiero aclararle al resto del país que no todos los costeños somos como Verónica Alcocer. Su autenticidad, si bien encomiable, no llena mis formas, y para mi está claro que yo soy un costeño de otro palo.

El miedo que yo tengo con el comportamiento de Verónica es algo parecido a lo que pasó con el comediante costeño Edgar Palacios, ¿si se acuerdan de él? Era el humorista que salía en “Sábados Felices” a finales de los 70s y principios de los 80s, y siempre contaba chistes de “corronchos”, refiriéndose a los campesinos más montunos de la Costa Atlántica.

Los cachacos, mal intencionados como son, nunca entendieron -o se hicieron los que no entendían- qué Edgar hablaba de gente de campo, sin mucha cultura, y tergiversaron el término “corroncho”, acabando todos los costeños reducidos a “corronchos” por una gran cantidad de cachacos mala clase.

Lo de Verónica es lo mismo, con el agravante de que ella es la PERSONIFICACIÓN de ese costeño salvaje y medio corroncho del que los cachacos tanto se burlan. Ese estereotipo es PELIGROSISIMO, y esa es la razón por la cual Verónica debe mejorar su comportamiento. No es que la estemos limitando en su autenticidad, o que yo prefiera la impostura a la gente auténtica, no. Es porque, con ese comportamiento, ella le está haciendo daño a la región al CONSTRUIR sin intención un estereotipo errado y dañino de lo que es un costeño, y eso los cachacos malvados -que son muchos- lo van a capitalizar en contra nuestra.

Yo soy costeño y puteo de vez en cuando. Pero yo no como con la mano, no bailo mapalé en Madrid al aire libre, no me disfrazo al vestirme, no subo palo, y no me gusta el vallenato.

De hecho, antes de sentarme a escribir estas líneas estaba haciendo un estudio comparativo entre el “Poema de Gilgamesh” y el “Enuma Elish”.

Créanme: ambos textos están bastante lejos de la revolución de reivindicación popular que tanto promueve Verónica con sus actos…


Compartir