Hay claras señales en la sociedad colombiana hacia el cambio, tenemos evidencia de un gran malestar social, de un anhelo y una voluntad de cambio, para ello se requiere que las fuerzas sociales y políticas que han abogado por las transformaciones tomen el liderazgo del gobierno para hacer realidad los cambios que darán otro aire a una sociedad que tiene muchos temas por transformar.
Estamos viviendo un tiempo excepcional, el viejo poder está cuestionado y se vislumbran cambios y rupturas que deben aportar nuevas realidades, para una sociedad marcada por las inequidades, las exclusiones y profundas desigualdades, que hacen de Colombia, una de las sociedades más desiguales en el continente más desigual.
Hay riqueza construida socialmente y una apropiación de esa riqueza en pocas manos, tenemos el reto de democratizar la propiedad rural, el conocimiento, el acceso al crédito y promover políticas que hagan de la educación y la salud derechos y no mercancías, si estos cinco desafíos los asumimos junto a una protección ambiental y una adaptación al cambio climático, junto a la protección de la vida y la promoción de la más amplia y diversa participación social y ciudadana, tenemos una agenda sustancial de transformaciones.
La sociedad colombiana requiere de otras voces, de otras apuestas, por fuera de esa cerrada tradición de elites de poder que han conducido al país, ahora hay la emergencia de esas otras voces que no vienen del mundo de los grandes poderes económicos, de la tradición política del viejo bipartidismo liberal-conservador, que hoy está muy disminuido y cuestionado en sus responsabilidades frente a este orden social, tan precario en ejercicio de derechos y tan desigual.
El cambio viene desde la izquierda, nosotros somos los que hemos abogado por las transformaciones y por otras políticas, que promuevan equidad e inclusiones, esta izquierda ha ganado un impresionante espacio y la evidencia son los resultados obtenidos por Gustavo Petro en las elecciones del 2018, donde logró el 43% de la votación, porcentaje nunca antes obtenido por una candidatura de izquierda o de la diferencia política, los mejores resultados los habían obtenido Carlos Gaviria en 2006 con el 22% y Antanas Mockus en 2010 con el 27% y veníamos de muy atrás, en el 86, Jaime Pardo Leal, logró el 7% y Antonio Navarro el 13% en 1990, estas cifras son la evidencia de que la izquierda ha crecido de manera formidable en los últimos 30 años, a pesar de una sistemática violencia y una concentración abusiva del poder, con las prácticas clientelistas y un frágil sistema electoral, que no da garantías de credibilidad y rigor.
Los desafíos son enormes y hay una sociedad movilizada, hay una juventud que no quiere seguir en esta tradición, que está movilizada por derechos y por democracia de calidad, vamos hacia cambios, sin duda, todo apunta en esa dirección. Fotografía: Pares.
El poder tradicional está seriamente cuestionado, hay un intenso debate sobre el rumbo que debe seguir la sociedad colombiana, si seguimos por esta senda de exclusiones y concentración de la riqueza o si hay otras políticas para que la riqueza producida sea para el beneficio del conjunto y no de pequeños grupos de poder que concentran de manera excesiva recursos y monopolizan todo.
En el 2022 puede haber un gobierno de rupturas, que le de otro rumbo a la sociedad Colombiana, que asuma los enormes desafíos que tenemos como sociedad y amplié esta precaria democracia, en estas apuestas de rupturas hay muchos liderazgos que están compitiendo por la conducción de un nuevo momento para la sociedad Colombiana, allí están al frente Gustavo Petro y Sergio Fajardo, son los dos liderazgos que puntean en un nutrido pelotón de hombres y mujeres que van a competir por el respaldo ciudadano en el debate presidencial que se avecina.
Colombia está madura para el cambio, requiere liderazgos que proyecten ese cambio, que muestre que se puede vivir de otra forma, generando riqueza y administrándola para intereses colectivos, que podemos cerrar tantas violencias, ganarle el pulso a una derecha que nos quiere mantener anclados en viejas guerras que hay que superar.
Los desafíos son enormes y hay una sociedad movilizada, hay una juventud que no quiere seguir en esta tradición, que está movilizada por derechos y por democracia de calidad, vamos hacia cambios, sin duda, todo apunta en esa dirección.
Tantos y tan buenos liderazgos, sabrán competir con altura y con buenos argumentos, vamos a ver un vital y extraordinario debate desde ahora y hasta las elecciones parlamentarias de marzo del 2022 y con seguridad que desde la diferencia y las sensibilidades de quienes compiten, vamos a tener la oportunidad de una necesaria ruptura a una tradición a superar.