Armaron el infierno en Venezuela bloqueándole toda ayuda económica, como hicieron con Cuba desde 1960 y después le echaron la culpa al gobernante de ese país, para justificar alguna posible intervención más adelante.
No lo han podido hacer ni utilizando o enfrentándolo con el país hermano llamado Colombia, cuyos gobernantes han puesto al país sin el consentimiento del pueblo, el verdadero dueño del territorio, a disposición de ellos o lo han prestado para convertir a Venezuela en lo que es hoy en día.
El mismo método de siempre: crean el caos para después aparecer como los salvadores. Pero esta vez la estrategia no solo les ha fallado sino que también los tiene inventando locuras como que proclamar un presidente interino desde el exterior, poner a Venezuela como mal ejemplo para ganar elecciones locales, método que le funcionó a Uribe en Colombia, pero al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, terminó hundiéndolo.
Los vientos renovadores en América Latina, no obstante, siguen soplando y por eso en Ecuador vuelven a sentirse para el bien de la democracia, que en Colombia sigue secuestrada por un partido político de la ultraderecha que solo gobierna en el país para los poderosos, mientras que en el exterior se presta para hacer mandados.
Por todo lo anterior, millones de colombianos anhelan que en el 2022, los vientos renovadores o de cambios también lleguen a su nación y no se dejen volver a engañar por las fábulas de terror del castrochavismo que el Uribismo, cuyo jefe absoluto todavía sigue pregonando desde su cuenta de Twitter, logró asustar tanto a los que por eso ellos llaman mamertos como a los borregos de lo que muchos han calificado como una secta en lugar de partido político.