La vulnerabilidad del hombre gay Obsesionado – Por: Felipe A. Priast 

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Parece que se ha hecho justicia en el caso del Doctor Edwin Arrieta, vilmente asesinado en Tailandia por su amante español, y luego descuartizado.
El tal Daniel Sancho, un adonis rubio hijo de un famoso actor de ese país, ha sido condenado a cadena perpetua, y parece que se salvó de la pena capital dizque porque colaboró con la justicia.

Pero, a pesar de que se ha hecho justicia, no puedo dejar de pensar en la triste historia del Doctor Arrieta. Ese pobre hombre gay se enloqueció por ese adonis español, y acabó entregándole todo lo que tenía, hasta sus huesos descuartizados. El asesino lo explotó, lo intimido, le sacó plata hasta más no poder, lo usó, lo despreció, para finalmente matarlo y descuartizarlo. Una pasión desbordada y ciega acabó con la vida de este pobre doctor enamorado. Yo he tratado de pensar en un caso reciente de una mujer así de enamorada que haya vivido algo similar, y no se me viene nada a la cabeza. Supongo que como aman los gays no ama nadie en este mundo. Un gay “encoñado” se vuelve loco, hace lo que sea por su pareja, y eso está mal. Suena bien, pero en realidad está mal. Hasta los gays deben amarse a sí mismo un poco, uno no puede dejar que nadie se le “monte” a uno así emocionalmente. Tal vez yo soy más frío, pero en mi vida nunca he estado loco por una mujer, es decir, ciego que no veo lo que digo o lo que hago. Siempre me he querido más a mi que al otro, y para serles francos, con la calidad de las mujeres de hoy, eso es lo más sano en términos emocionales. Con tanta vieja viva y explotadora que hay por ahí, quererse más uno, que al otro, es lo mejor. Yo no doy la vida por nadie, ni hago “lo que sea” por nadie.
Y yo no es que le tenga la puerta cerrada a un amor “ciego”, pero si algún día pasa, tiene que ser una combinación entre la Virgen María, Greta Garbo y Simone de Beauvoir, y yo sospecho que tal mujer no existe.
¡En fin! Entregarse así a otro, como se entregó el Doctor Arrieta, es una imbecilidad que puede acabar con tu vida, literalmente, como lo indica tristemente el caso de este doctor de Lorica.

Esta no es la primera vez que oigo un cuento de estos, aunque sí lo es con un desenlace fatal como el del Doctor Arrieta. En Miami, hace como 20 años, tuve en el staff del restaurante que manejaba a un mesero italiano gay que pasó por algo parecido. Se volvió loco por un brasileño, y ese brasileño casi lo deja en la calle. El pobre tipo, napolitano, se regresó a Italia destruido, y no supe que más pasó después con él.
Y en Colombia también he sabido de un par de casos de gays que han perdido la cabeza por sus parejas, terminando explotadas y arruinadas. Y lo mejor del cuento es que, esos que los explotan, por lo general, no son gays, como es el caso de Daniel Sancho. Ese Sancho dizque tenía novia en España y se pensaba casar con ella, y parte de la “dote” que pensaba recoger para su matrimonio heterosexual lo iba a recoger con el Doctor Arrieta, que sabía estaba loco por él y dispuesto a hacer lo fuera por él. En otras palabras, era sacarle plata a él, para darle a ella, ¡qué marraniada!

Y aunque nadie lo ha dicho todavía, yo sí lo voy a decir: el factor racial también jugó un papel en este fatídico incidente.
En Colombia, y más en esa región de donde era el doctor Arrieta, una región que conozco bien porque mi familia materna es de ahí, “mono” mata moreno, es decir, los patrones de belleza -y yo creo que esto aplica para toda Colombia y para toda Latinoamérica- dictaminan que, un individuo rubio, vale más que uno trigueño. En ese sentido somos todavía unos acomplejados raciales y por eso es que vemos a tanto negro y mulato como Miguel Polo Polo untándose cremas en la piel para dejar de ser negros. Esa tambien es la razón por la cual la gente en Colombia se sorprende con que, cada tanto, venga un italiano, o un alemán, a Colombia, y se case con una negra o una mulata nuestra. La gente “bien” de nuestro país, esa que impuso el escalafón racial en donde “mono” vale más que trigueño, y que trigueño es más que mulato, y que mulato es más que negro, se sorprende y cuestiona por qué un “mono” alemán se va a casar con una “negra”. El alemán, claro, viene de una sociedad que no segmenta a la gente así como se hace en Colombia, y a él no le importa eso, pero en Colombia si importa, porque esos matrimonios interraciales alteran el escalafón racial existente en el país.
Y el Doctor Arrieta creció dentro de ese escalafón racial en donde rubio mata a moreno, como él, y a él le debió parecer mentira tener acceso a un rubio español, atractivo y corpulento, que tanto era glorificado en su niñez y adolescencia como el parámetro de la belleza. Seguramente a él lo habían despreciado algunas veces por ser un “moreno” sin gracia, y acceder ahora a un rubio joven y atractivo, debió ser la realización de sus sueños. Ese factor racial no es menor y estoy seguro que tuvo mucho que ver con el enceguecimiento de este pobre doctor, enceguecimiento que acabó costándole la vida. Yo me imagino que ese pobre doctor, débil mentalmente, soñaba con exhibir su “trofeo” español, rubio y bello, para que sus amistades sintieran envidia de su suerte.
Lamentablemente, la cosa no salió como él lo esperaba. El otro, el rubio explotador, debió rápidamente darse cuenta de lo obsesionado que estaba el doctor Arrieta por él, e hizo lo que quiso con él.

Y hay un tercer elemento en esta historia de pasión fatídica que quiero resaltar: la brutalidad española.
En este caso, los eventos están relacionados con una relación homosexual, pero en un contexto mas grande, esta historia también deja algo bastante claro. Si tú le das un centímetro de un dedo a un español, como latinoamericano, ese español va a venir por todo tu brazo porque los españoles están convencidos de que ellos son los padres nuestros y que tienen derecho a explotarnos.
En Colombia estamos viendo otro caso de un morenito colombiano siendo medio explotado por un español y es el caso de Javier Vendrell, el catalán que se le montó de “padre ideológico” a Petro.
Esa relación entre Vendrell y Petro es CASI IGUAL a la relación entre Sancho y Arrieta, solo que en otro contexto, y con una posibilidad mínima de acabar en un crimen (y no digo cero porque con los españoles nunca se sabe).
Yo amo muchas cosas de España, y admiro mucho la cultura española, pero como latinoamericano, yo no confío en los españoles. Y, ciertamente, no les doy ni un centímetro de espacio para que se sientan cómodos conmigo, sean hombres o mujeres, y en cualquier tipo de relación, no solo afectiva. El español tiende a sentirse más que tú, y si tú lo dejas, acaba montándotela. Yo esa lección la aprendí en el colegio Liceo de Cervantes de Barranquilla, con 14 años, en donde me rebelé contra los curas españoles que me la querían montar, y me echaron, pero no me deje de ellos, y de eso me siento muy orgulloso.
Hoy me siento súper feliz de lo que hice, porque me di cuenta, a una temprana edad, que en la vida toca a veces mandar a gente para la mierda, si tú quieres ser tú y no el objeto de otro, que fue lo que le pasó a Arrieta. Este doctor loriquero se convirtió en el “objeto” de Sancho, y Sancho lo descuartizó.

Petro es el “objeto” de Vendrell, solo que todavía no se ha dado cuenta de ello. Vamos a ver si todavía se da cuenta de que lo están utilizando…

Y para serles francos, yo no creo en gurú español. Yo no conozco ningún español que sea más inteligente que yo. De pronto existe, pero yo no lo conozco. Que un español venga a darme a mí cátedra, de lo que sea, a mí me daría risa, simplemente, no va a pasar.
Y, ciertamente, estoy lejos de ser un acomplejado racial como Arrieta.

Esta vida es para los “cabrones”, como dice un amigo mío de Puerto Rico. Ser buena papa no paga. Pregúntenle a los huesos del pobre doctor Arrieta…

Que les quede de lección a todos los gays colombianos que se desviven por hombres extranjeros rubios y bellos…
Tienen que ser unos cabrones, porque si no, se pueden morir. No vale la pena entregar la vida por una “calentura”. Nadie es más importante que uno mismo…

Y que ojalá el hijo de puta asesino de Sancho se pudra en esa cárcel tailandesa.
Ese hijueputa no es un ser humano, es un monstruo español, y ya de monstruos españoles tenemos bastante en Latinoamérica, ¿no les parece?


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