Las alarmas se encienden: vuelve el horror al Sur de Bolívar- Por: Redacción Pares

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Si existe un territorio martirizado por la guerra es el Sur de Bolívar. Llevan encima la maldición que trae, desde la Conquista, vivir en un suelo rico. El suelo es fértil. Todo crece. Hay hasta oro. Acá, los de afuera, hicieron fortuna con los frutos que crecían, plátano, maíz, yuca. De eso también vivió su gente. Entonces llegaron los grupos armados. Primero fueron los Elenos. Al principio de los setenta se creó en este lugar el frente José Solano Sepúlveda del ELN. Como los racimos de plátano a la vera del camino surgieron otros frentes como el Alfredo Gómez Quiñonez. Fue tal el arraigo de este grupo guerrillero en este lugar que la base más importante de este grupo está en la Serranía de San Lucas. El frente de Guerra Darío Ramírez Castro es el principal de ellos.

Las FARC también querían esta tierra atraídos por la minería y el narcotráfico: este es un corredor estratégico al mar Caribe. Hubo acuerdos entre guerrillas, la gente estaba oprimida pero el horror no se profundizó hasta 1998. El Bloque Central Bolívar de las AUC se enfrentó con las FARC. Durante unos años la sacaron de esa tierra. Y la gente en el medio. El más temible comandante era Julián Bolívar. Se llamaba Rodrigo Pérez Alzate. Su máquina de guerra ocasionó 14 mil víctimas en los tres departamentos donde tuvo influencia: Santander, Antioquia y Bolívar. Desde acá dominaban todo el Magdalena Medio.

La semiología paramilitar era bastante elocuente: hablaban a través de las masacres. Así Julián Bolívar dejó una estela de sangre antes de llegar a Simití: las de Cerro Burgos y El Piñal. Dominaron los municipios donde la tierra era más rica, San Pablo, Santa Rosa, Cantagallo, Río Viejo, Simití, Montecristo, Santa Rosa del Sur, Morales y Altos del Rosario Cuando se desmovilizaron en el 2006 tenían 2.523 hombres.

Ernesto Báez y Macaco fueron los ideólogos, los encargados de presentar a senadores y congresistas que fueron condenados por parapolíticos. Baez fue el encargado de la formación de los comisarios políticos, logró el fortalecimiento del ala política del Bloque Central Bolívar para imponer en las comunidades sus ideales contrainsurgentes y normas de conducta y convivencia.  El Bloque Central Bolívar participó en 88 masacres con ayuda de agentes del Estado. Y no hay que olvidar que los sitios donde tenían las AUC los campamentos son casi los mismos, en Barranco de Loba, en Alto del Rosario, en San Pablo, en Bajo Sicué, en La Fría, en el Paraíso y Simití, lugares que controlaban las AUC son los mismos que controla hoy en día el Clan del Golfo.

En Magdalena Medio es la región con mayor índice de violencia letal. Hay que dejar en evidencia que la actual configuración de violencia del territorio es para acceder al oro, hay nueve minas que se están disputando, en Simití, Morales y Arenal del Sur que es considerado el sector minero del Sur de Bolívar. Los paras han estado haciéndole un cerco al EMC y al ELN para expulsarlo a ese territorio, es que un gramo de oro vale 250 mil pesos. Por eso la ferocidad y la arremetida paramilitar que hay en este momento. En Micoahumado, que es símbolo del ELN, hoy en día el Clan del Golfo quiere demostrar autoridad y poderío militar querer tomar Micoahumado y todo eso ha desencadenado desplazamientos, en donde la población civil y los líderes sociales llevan el estigma, señalados de colaboradores del ELN y eso ha provocado el desplazamiento la semana pasada de familias. El ELN, dada la ausencia de Estado, forzó a los presidentes de Juntas de Acción Comunal para que se fueran del lugar.

Los paras eran los amos y señores en el año 2000. Propusieron incluso crear una zona de distención para hablar de paz. Después de que se fueron los paras la gente regresó. Lucharon porque les devolvieron su tierra, volvieron a creer. Pero las dinámicas han regresado.

En el informe Las Violencias en el Sur de Bolívar: fragilidad institucional economías ilícitas y cooptación del estado presentado por el Instituto Internacional de Estudios del Caribe de la Universidad de Cartagena, con el apoyo IIEC y la Pastoral Social de la Diócesis de Magangué, se mostraron números preocupantes en este lugar del país. Los números en los últimos años hablan por sí mismo: Entre 2018 y 2023 ocurren 553 muertes violentas (Medicina Legal), para un promedio anual de 92 homicidios, destacándose los años 2022(116) y 2023(158) como los más virulentos, superando el promedio anual. Así mismo Magangué (120), Santa Rosa del Sur (71)) y San Pablo (68), concentran el 46.6%, (259/553) del total de asesinatos, habría que decir también que la zona del Magdalena Medio, presentan los mayores niveles de afectación contra la integridad y vida de personas, con un promedio de 44.12% (244/553) homicidios. Con respecto a los líderes sociales se observa en la tabla adjunta un total de 33 homicidios., localizados una vez más en San Pablo, Cantagallo, Santa Rosa del Sur y Montecristo.

Este informe además muestra como las economías ilegales empiezan a azotar la zona. El sur de Bolívar concentra el 35% del territorio nacional con cultivos de coca entre los años 2013-2022. Las alarmas están encendidas porque la apuesta de paz total del presidente Gustavo Petro se vería perjudicada si se vuelve a encender el Sur de Bolívar.


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