Las cuentas alegres de uribistas y petristas/ Por: Bernardo Ramírez del Valle

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Comenzaron los pontífices de la ciencia electoral colombiana a especular con toda suerte de cábalas sobre los resultados electorales del pasado domingo 17 de junio, jornada en la que el candidato de la derecha, Iván Duque, obtuvo una votación superior a los 10,2 millones de votos y el candidato de la izquierda, Gustavo Petro, una cifra superior a los 8 millones, guarismos éstos sin precedentes en la historia electoral colombiana.

En esta ocasión, las resultas electorales superaron la votación obtenida por el Presidente Santos en las elecciones del 8 de junio de 2010, en la que obtuvo 9.004.221 votos contra 3.588.819 de su contendor Antanas Mockus, y las del 15 de junio de 2014, que fue de 7’816.684 de votos contra 6.905.001 que obtuvo Oscar Iván Zuluaga.

Las preguntas a responder son dos: ¿de quiénes son esos votos? ¿pueden sustentar ellos candidaturas a alcaldías y gobernaciones de una y otra colaición de partidos?

Una primera respuesta, es que esos votos NO pertenecen en la ‘realpolitik’ (realidad política) a ningún partido ni coalición política, sino a cada uno de los ciudadanos que los depositaron en las urnas, que decidieron hacerlo por uno y otro candidato inducidos, en su mayor parte, por las propuestas de gobierno o bien por las maquinarias electorales, pero en todo caso determinados por las coyunturales circunstancias que rodearon el pasado proceso electoral.

Claro, podrá decirse, que formalmente esos votos pertenecen a los partidos Centro Democrático, Colombia Humana y Maíz, que fueron las fuerzas políticas organizadas inscriptoras de las candidaturas de Duque y Petro, quedando así registrados para efectos de la reposición de votos; incluso deben incluirse otras fuerzas políticas como los partidos Conservador, Liberal, la U, Cambio Radical, Verde, Polo Democrático, entre otros, que respaldaron esas candidaturas. Empero, la inmensa mayoría de los sufragios depositados en favor de ambos candidatos provinieron de una “ciudadanía libre” denominada “opinión”, que es una fuerza política difusa (más a favor de Petro que de Duque) y otra no libre o “cautiva”, llamada “maquinaria” (más a favor de Duque que de Petro), que no pertenece a ningún partido ni movimiento político y por tanto decide influenciada por liderazgos y propuestas políticas circunstanciales.

La segunda respuesta la suministra la primera. Si esos casi 19 millones de votos provinieron de fuerzas políticas difusas, es decir, fueron votos de opinión (incluso muchos de Duque), difícilmente pueden patrimonializarse su lealtad en favor de una u otra coalición política, porque ese tipo de voto, el de opinión, es muy volátil, circunstancial, caprichoso. Prueba de ello es que de los 7,7 millones de votos que obtuvo el presidente Santos en la segunda vuelta de su último periodo, pocos le quedaron al finalizar el mismo. Este electorado no tiene amarras partidistas, incluso el de maquinaria, y sigue más a líderes y propuestas de gobierno (Uribe/Duque y Petro), que a ideologías y partidos políticos.

Así, quienes alegremente estén pensando que la votación obtenida por Duque y Petro les va a servir para sus aspiraciones electorales del año 2019, que se bajen de esa nube, porque para entonces cada partido y movimiento político coalicionado tomará rumbos distintos en procura de su propia supervivencia jurídica y seguramente pulularán candidaturas inscritas por movimientos significativos de ciudadanos que disputarán ese voto de opinión.

Por supuesto, la Colombia Humana, que nace como partido político con un gran capital electoral, seguramente aprovechará la coyuntura y realizará coaliciones que le permitirán ganar un buen número de alcaldías y gobernaciones en todo el país; empero, aun así, deberá postular candidatos serios, creíbles, con buenos programas de gobierno si quiere mantener dicho capital para las próximas elecciones presidenciales.

 


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