-Politóloga feminista.-
En un mundo donde las fuerzas reaccionarias, excluyentes y fascistas avanzan fuertemente, la única alternativa que tenemos los sectores progresistas y de izquierdas es radicalizarnos.
El ascenso de líderes y movimientos de ultraderecha no es casualidad. Es el resultado un sistema salvaje que, por décadas, ha precarizado la vida. En las últimas semanas hemos sido testigo de noticias catastróficas para los avances progresistas a nivel global, desde las políticas migratorias brutales de Trump en Estados Unidos, que criminalizan a migrantes, hasta el intento de Javier Milei en Argentina de eliminar el feminicidio del Código Penal, negando las violencias basadas en género. Estos hechos son parte de una ofensiva que busca destruir los derechos humanos y eliminar la diversidad.
Frente a este panorama, desde Colombia, la apuesta debe ser radicalizar la democracia, y somos los sectores progresistas y alternativos quienes tenemos la responsabilidad de resistir y no abandonar este proceso, y más aún cuando ya logramos tener la primera presidencia de izquierda en la historia del país. Debemos insistir en un proyecto social y político que ponga en el centro la dignidad humana, la justicia social feminista y la sostenibilidad ambiental.
En Colombia la radicalización del proyecto democrático es urgente. Después de décadas de conflicto armado, desigualdad y exclusión, la participación no puede manifestarse únicamente en los ejercicios electorales. Ahora, más que nunca, debemos seguir insistiendo en un proyecto colectivo que garantice la inclusión efectiva de todas las voces, especialmente de quienes históricamente han vivido la exclusión, las mujeres, las comunidades LGBTIQ+, las comunidades indígenas y afrodescendientes, el campesinado y migrantes. La democracia radical es la apuesta por una transformación, en donde la participación comunitaria es central y requiere un compromiso con la transparencia, la educación y el acceso a la información.
Claramente enfrentamos desafíos enormes. La manipulación mediática es una herramienta poderosa que está en manos de los sectores más conservadores y retardatarios. En Colombia, hemos visto cómo estas estrategias han sido utilizadas para sabotear las agendas de paz y de diversidad, han estigmatizado a las juventudes que se movilizaron durante el histórico Estallido Social, y han criminalizado a los liderazgos sociales que defienden los derechos humanos. Y los medios de comunicación han sido cómplices, difundiendo fake news y descontextualizando información para favorecer a los poderes tradicionales.
Reconociendo que muchos sectores ya están en campaña para ganar la presidencia en el 2026, desde el gobierno de Gustavo Petro tenemos la tarea de defender las agendas del cambio con argumentos sólidos y una comunicación precisa y contundente, reconociendo las fallas y corrigiendo lo que sea necesario. Asimismo, los sectores progresistas de izquierda debemos profundizar los ejercicios formativos y movilizadores que llamen a la ciudadanía a reflexionar sobre las transformaciones que necesitamos.
Aunque es importante, no les hago, necesariamente, un llamado a unirnos, porque entiendo las diferencias que existen entre las diversas organizaciones de izquierdas. Sin embargo, el llamado sí es a que, desde cada uno de sus sectores y agendas, fortalezcamos los espacios de diálogo y acción colectiva en contra del avance de las derechas en el país.
En este escenario no hay espacio para tibiezas. La radicalización democrática se construye desde las bases, desafiando los discursos de odio. Diciéndole de frente a las Cabal, las Dávila y los Uribe, que NO PASARÁN y que no vamos a renunciar a la defensa de los derechos humanos y el respeto a la diversidad, esto no es negociable.
-Hoy, más que nunca, es tiempo de movilizar la digna rabia-
Como dijo Petro: Los constructores de vida somos los revolucionarios, los constructores de muerte son los fascistas, así que escojan bien el campo.