En diciembre de 1998 Venezuela quiso abrazar un cambio. Agotados por los segundos periodos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, el país hermano se consumía en una crisis económica profunda. Poco quedaba de la bonanza petrolera de mediados de los años de setenta que convirtió a Venezuela en una copia de los Estados Unidos, con unos niveles de despilfarro inauditos. El Bolívar, en 1983, valía 17 pesos. Cúcuta se transformó para muchos colombianos en una posibilidad de hacer negocios. A través de puertos comerciales como San Antonio y Ureña el contrabando enriqueció a más de uno. Desde 1983 hasta la fecha Venezuela ha descendido en un tobogán que, en los últimos años y gracias al chavismo, se ha transformado en un abismo.
Las relaciones con Colombia, en los últimos veinte años, han tenido el comportamiento de un electrocardiograma. Un sube y baja constante que llegó a la máxima fricción en marzo del 2008, poco después de que el gobierno de Álvaro Uribe ordenara el bombardeo. Sin embargo, en ese momento, al menos un año antes, el comercio entre Colombia y Venezuela, a pesar de sus diferencias ideológicas, era de 10 mil millones de dólares. Un error histórico de Uribe fue haber llevado al escenario comercial sus guerras contra las guerrillas. Se ha sabido que históricamente las guerrillas se han asentado en Venezuela, pero le costó caro a la economía colombiana el cierre de la frontera con Venezuela.
Aún, en los peores momentos de la relación Chávez-Uribe, Venezuela fue un facilitador de conversaciones de paz con las FARC. Maduro ha dicho una frase que ha resultado cierta “No habrá paz en Colombia si no hay paz con Venezuela”. En agosto del 2010, contraviniendo lo que había dicho en campaña, Juan Manuel Santos llamó su “nuevo mejor amigo” a Chávez quien terminó siendo un puente con la guerrilla de las FARC y el principal motivo por el que los uribistas llamaron traidor a Santos. Chávez muere en el 2013, Maduro lo reemplaza y empieza una relación tirante con Colombia. El flujo migratorio aumenta en el 2015, Maduro decide cerrar fronteras en agosto del 2015 y, por trochas, debajo del rio, y siempre a pie, han salido en los últimos nueve años de Venezuela por lo menos 7 millones de personas, de ellas la mitad se ha quedado en Colombia.
En el 2021 el intercambio comercial entre los dos países le dejó a Colombia unos magros US$ 222.624.143 millones. Con la llegada de Petro se intentó reavivar el comercio con ese país pero los resultados han sido lentos. Es difícil apostar capital a la incertidumbre que vive Venezuela.
Para el coordinador de la línea de Democracia, Alejandro Alvarado, esto es lo que está en juego para nuestro país en las elecciones del próximo domingo: “Colombia se juega al principal aliado de procesos de paz. La mitad de la guerrilla está allí. Se mueve el tema de un socio comercial que ha sido muy importante en la historia del país, durante muchos años fue el socio comercial más importante desde EEUU, la relación con el chavismo acabó con esa relación, Petro abrió la frontera y reestableció procesos comerciales. Con reticencia se ha abierto el comercio porque es difícil meter plata en Venezuela por los problemas de expropiación.
Colombia se juega su propia política de seguridad urbana por la incidencia del crimen organizado transnacional con el Tren de Aragua, que ya está acá en Bogotá. Se juega el tema migratorio. Venezuela ha expulsado a por lo menos 7 millones de personas en los últimos cinco años y más de la mitad se ha quedado en el país, un cambio en el gobierno podría frenar el proceso migratorio. La gente no quiere quedarse en Bogotá, le toca. Colombia se juega la alineación de izquierda, Petro perdería uno de sus aliados históricos. Eso se alinea con Lula, y se alinea con las derechas de Argentina. Hay una apuesta común latinoamericana que se junta con México que con sus diferencias se parecen a Petro. Al final es Unasur. Si la economía de Venezuela se recupera sería muy bueno para la economía”.
El clima está caldeado. Sea quien sea el ganador habrá polémica. El oficialismo cree que van a ganar. Las multitudes han acompañado a la candidata opositora María Corina Machado a pesar de la evidente violencia política que se vive contra la oposición en ese país desde el oficialismo.
Es evidente que el gobierno nacional, buscando consenso regional y a pesar de lo que digan, tienen las fichas puestas en la reelección de Maduro. Sólo hasta el domingo se sabrá la verdad.