Los Char, «Jorge 40» y la guerra que perdió Barranquilla (II) Por: Lucio Torres

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La memoria colectiva persigue a la gente que participó en la locura colectiva por el poder. Es un fantasma del eterno retorno. La guerra que perdió Barranquilla con el narcotráfico y  «Jorge 40» —en la última década del siglo 20 y comienzo del siglo 21— significó el ascenso al poder político de los Char. Pero también la aparición de una generación de grandes empresarios y comerciantes emergentes. El surgimiento de esta nueva hegemonía estuvo ligado al narcotráfico y a la corrupción político-administrativa.

La lucha contra la guerrilla, la extorsión y secuestro fue una falsa motivación para justificar una guerra que jamás debió producirse. Por ejemplo, el Gaula del Atlántico fue instrumento de esa guerra. Está documentado que el Gaula usó la información para el homicidio al servicio de los paramilitares. Si bien las motivaciones de la guerra eran reales, el resultado es que la inseguridad ciudadana persiste y los nuevos amos de la ciudad tienen un ejército privado para cuidarlos. Pero la estela de 500 homicidios y de miles de desplazado es el precio que hemos pagado.

El precio

Guzmán Quintero Torres, mi hermano, mi amigo, mi discípulo. Su homicidio es un delito de lesa humanidad.

Como periodista, fui protagonista de una parte de la historia política de Barranquilla. Aunque trabajé en un medio de los Char, nunca tuve un acercamiento con ellos. Mantuve mi independencia. Y cuando vi que era insostenible mi continuidad, me dediqué a emprender. Tampoco ocupé un cargo público. Pero siempre he pensado que para salir del estado de cosas dominante, las buenas personas debemos tener la capacidad y el valor de lanzarnos a resolver la crisis de dirección del mundo. Y cuando se habla de «buenas personas», nos referimos a Ser antes que tener. Por esta razón, impulsamos el Movimiento Ciudadano para una salida social al grave problema que padecía Barranquilla. Una ciudad que me dio mucho de lo que amo. Allí nació mi descendencia.

La dirección política de la sociedad se la hemos dejado a los egos de líderes —de izquierda o de derecha— que viven enjugado en su propio veneno egotista. Nadie que obedezca a su ego, puede resolver esa crisis de dirección política. El ego solo quiere el poder por el poder. Y eso acaba con cualquier proceso que realmente conduzca al mundo a un estado de felicidad.

Al salir huyendo de Barranquilla, de esa locura colectiva, no sabía que el temor lo llevaba por dentro. Si bien «Jorge 40» había ordenado la lista de condenados a muerte en 1999, la persona que me agregó a ese pabellón de la muerte, la perdono. Yo me salvé. Y eso basta. Pero mi amigo, hermano y colega, Guzmán Quintero Torres no pudo salvarse.  En ese año fatídico, murió como consecuencia de practicar el buen periodismo que le enseñé en nuestra amada época de La Arenosa. Así como Guzmán, otros grandes amigos perecieron en esa locura colectiva.

El 16 de septiembre de 1999 fue asesinado Guzmán. Un delito considerado de lesa humanidad. Por un momento me sentí culpable. Le enseñé con mi ejemplo que el verdadero compromiso de un buen periodista era con la verdad y con los más débiles. Que el compromiso del periodista no era con el medio de comunicación ni con su dueño. Es decir, un compromiso con uno mismo, porque el periodismo lo hace el sujeto y no es un objeto.

En aquellos momentos entendí el valor del Presente. Decidí dejar como testimonio mi libro « ¿Adiós a la guerra? Cinco claves para la paz». Fue una iluminación. Una visión anti—apologética de la violencia. Era una ruptura con mi pasado apologético de lo que se conoció como la «violencia revolucionaria».

Las élites se entregaron

Las élites políticas y económicas tradicionales se plegaron a los nuevos amos de la economía regional. Lejos de confrontarlos, le lavaron sus capitales políticos y económicos. El hacer político se convirtió en un lavadero de dinero procedente del narcotráfico. Los contratistas del Estado iniciaban sus obras con dinero prestado a los narcotraficantes. Cuando ya les pagaban, el nuevo dinero se devolvía con intereses. O sea que, muchos empresarios exitosos de Barranquilla están o estuvieron ligados a una doble corrupción. La económica y la política. Ese fue el real propósito del clientelismo armado. ¿Cómo se han construido las grandes obras públicas en Barranquilla y el Atlántico?

Los empresarios y contratistas honestos sucumbieron. No podían competir con los empresarios emergentes. Por esta razón, las zonas industriales de Barranquilla sufrieron una transformación regresiva. Sin embargo, las universidades no han investigado el impacto que el paramilitarismo produjo en la economía regional. El temor es dominante en todas las esferas. Nadie se atreve a hablar de este problema.

Las fuerzas de «Jorge 40» pudieron penetrar en 1999 a Barranquilla gracias al beneplácito de las llamadas «fuerzas vivas» de la ciudad. Los empresarios y políticos dueños del stablischment local necesitaban supuestamente limpiar a la ciudad de líderes de la guerrilla que ya estaban ocupando lugares de poder. Este criterio era un concepto en boca de las mismas autoridades militares y policivas, y de los empresarios.

Barranquilla, ciudad víctima

Pero no fue una simple entrega de las élites a los actores dominantes del conflicto. La complejidad del problema es la declaratoria de víctima de la ciudad. Así como la Universidad del Atlántico o la UP fueron consideradas como víctimas colectivas, de la misma manera Barranquilla debe declararse como ciudad víctima. El daño material y moral fue inmenso. Esto llevaría a que no solo los líderes del paramilitarismo, sino también las mismas élites y los gobiernos locales y regionales pidan perdón a la ciudad por el daño colectivo causado. Y deben repararla.

Los que sufrimos delitos de lesa humanidad teníamos nuestro arraigo profesional, económico, político y cultural en Barranquilla. El desplazamiento es un delito de lesa humanidad. Miles de personas se desplazaron de Barranquilla por causa de esa guerra.

La sentencia contra líderes del Frente «José Pablo Díaz» señala:

«Por ello, se ordenará a los hoy sentenciados, que dentro de los 4 meses siguientes a la ejecutoria de esta decisión, ofrezcan disculpas públicas a las victimas indirectas de los punibles de Desaparición Forzada y Homicidio en Persona Protegida, como también a las víctimas directas del delito de Homicidio en grado tentativa, y en general a TODAS las víctimas reconocidas de los punibles de Desplazamiento Forzado y Exacción y demás delitos legalizados en esta sentencia».

El retorno y los Char

Con el regreso de «Jorge 40» ¿se podría revivir la guerra de las mafias por el control político de Barranquilla? ¿Saldaron sus antiguos y violentos diferendos? ¿Por qué ningún empresario está siendo procesado por los grandes crímenes cometidos durante la consolidación de este poder? De los Char, ¿solo David Char Navas tiene responsabilidad con la parapolitica y la corrupción del «clientelismo armado»?

Tales son las preguntas que se hacen familiares de las víctimas fatales de las diferentes guerras sangrientas que libraron las facciones del narcotráfico y del paramilitarismo. Especialmente el  «clientelismo armado» de «Jorge 40». El desarrollo cosmopolita de la ciudad contó con la legalización de capitales mal habidos durante la década de los 90s. Período en el cual penetraron dineros del Cartel de la Costa, Cartel de Cali y del Norte del Valle. Allí se radicaron los narcotraficantes liderados por El Mellizo. Estos se incrustaron en la alta sociedad barranquillera.

Alex, el futuro de los Char

Si el futuro que nos promete a los colombianos el hijo más ambicioso de Fuad Char Abdala, Alex Char Chaljub —exalcalde de Barranquilla y exgobernador del Atlántico— es lo que hizo en esta hermosa y pacífica ciudad, sería la continuidad de una historia de ignominia, descomposición social e inconsciencia colectiva.

La Barranquilla de los Char tuvo un gran aliento con el triunfo del padre Bernardo Hoyos. Tan pronto que se dio esta victoria, el movimiento fue permeado por la misma clase política derrotada en aquellas elecciones de 1990. También por el narcotráfico y los oportunistas de izquierda de toda pelambre.

El progreso de la economía, especialmente del comercio, fue posible porque la administración del padre Bernardo Hoyos se enfocó en los servicios públicos. Eso permitió el ensanche económico.

No obstante, el triunfo del padre Hoyos fue una ilusión de la cual vivimos por mucho tiempo. Cuando despertamos, seguíamos dormidos. Pero ahora en medio de una pesada pesadilla que costó más de 500 muertos. Ese es el balance de la guerra librada por «Jorge 40».

La génesis del poder de los char

Aún cuando en Barranquilla existe un «unanimismo» alrededor de los Char, en realidad, su dominio no es unánime. El poder de los Char viene del primer proceso de legalización de capitales procedentes del narcotráfico. El surgimiento de su emporio coincidió con la inundación de capitales malhabidos con la primera bonanza del narcotráfico que se produjo en los años 70.

Muchos de esos capitales se invirtieron en el comercio, la industria y el fútbol. Existen dos hechos que los Char nunca han podido refutar. El primero es la negación de la visa norteamericana a los hermanos Char. Fuad, Farid ni Simón podían ir a los Estados Unidos. El segundo es su alianza con Faryala Hanna. Este comerciante libanés de la noche a la mañana pasó de ser vendedor de mostrador de telas a magnate hotelero y gran accionista del Junior.

Como periodista, conocí de cerca de Fuad Char Abdala y Faryala Hanna Arana. Así lo testimonio en uno de mis artículos La tripleta Vargas-Char-La Gata va por el botín que le falta: La UA

«Cuando el Junior de la «Bruja» Verón se hizo Campeón (1977) vivía en un apartamento de la calle 37 con carrera 40. Faryala era un vendedor de telas baratas. De la noche a la mañana, se hizo inmensamente rico con muchos millones de dólares. Tenía jet propio, Porsche, Ferrari, mansión en Miami, dueño del Hotel Aruba Concorde. Era el patrocinador principal del Junior, cuando éste pasó a manos de los Char, y se hizo también subcampeón en 1983 con el Patón Bauza y Babington ».

Los Char y Bernardo Hoyos

El triunfo del padre Bernardo Hoyos Montoya (1992) no resolvió el problema central, esto es, el poder ciudadano y la voluntad popular.  Su mandato (1993—1994) fue una apertura a sectores sociales y de izquierda que nunca habían saboreado el poder. Pero su participación fue marginal, muy a pesar de que gente del pueblo llegó a ocupar puestos de mando en los gobiernos del Movimiento Ciudadano.

El poder real —luego del triunfo de Hoyos— lo tenía un sector político de gran peso en Barranquilla, Voluntad Popular de los Char. Este se unió al cura cuando Fuad Char Abdala mandó a hacer una encuesta. El resultado no lo dio a conocer públicamente. Pero la encuesta daba como ganador a Bernardo Hoyos. Un importante sector del M—19 simpatizaba con los Char. Una fuente señala que Héctor «Tico» Pineda —constituyente 91— fue uno de los que propició el acuerdo con el senador Fuad Char.

Fue así que Eugenio Díaz Peris, candidato del charismo, renunció a su aspiración a la alcaldía de Barranquilla. Y con Char se vinieron otros sectores que corrompieron la primera administración de Hoyos Montoya. Ellos manejaron la Secretaría de Hacienda, Impuestos y otras secretarías estratégicas para los intereses de los Char y sus aliados. El cura se reservó la dirección de presupuesto. Allí nombró a Guillermo Hoenigsber. Un hombre sagas, fácil de mimetizarse en cualquier esfera del poder.

El padre Hoyos y el diablo

Una vez Bernardo Hoyos Montoya justificó esas alianzas pocos convincentes diciendo:

«Para combatir a la corrupción, hasta con el diablo me voy a aliar».

Y así fue. El diablo apareció en el inminente triunfo de Hoyos Montoya. Y tomó lo suyo después del triunfo. Los cargos claves los tuvo el charismo y sus aliados.

Bernardo Hoyos nombró a la gente que lo acompañó desde el principio en cargos secundarios. Por ejemplo, las llamadas subsecretarías y todos los empleos menores. Ingenuamente, Bernardo pensaba que si podía emplear a muchas gentes del pueblo, ejercía su poder. Esto lo pudimos constatar porque fuimos testigos excepcionales.

La derrota del Movimiento Ciudadano

Edgar George y Guillermo Hoenigsberg fueron las dos fichas más sobresalientes a los ojos de Bernardo Hoyos, pero no del resto de líderes del Movimiento Ciudadano. Primero puso a George y luego hizo elegir a Hoenigsber. Y los dos se le torcieron.

No obstante, el mismo Bernardo Hoyos padeció la impostura de sus dos discípulos más procelosos. Desde su poder político dominante, el cura Hoyos impuso a sus sucesores. Al dejar la alcaldía, Hoyos quiso seguir gobernando sin tomar en cuenta el ego de sus herederos que era tan grande como el de él. El resultado: un bumerang.

En tanto que ya en el gobierno, Bernardo Hoyos rompió con el charismo, porque los funcionarios puestos por Char obedecían a su político y no al alcalde. Volvió a unirse con el Movimiento Ciudadano (2000) cuando Hoenigsber  y Alex Char hicieron formula. El primero para la alcaldía y el segundo para la gobernación. Hoenigsber fracaso en su primer intento.

Fueron tres hechos que sabotearon un nuevo proyecto político de transformación de Barranquilla. (I) La postura del alcalde Bernardo de imponer a sus sucesores. (II) La infiltración del narcotráfico y de los diferentes actores del conflicto armado. (III) La penetración de las élites económicas y políticas emergentes.

Nadie entendió el día que el padre Bernardo Hoyos condecoró al símbolo de la clase política corrupta de la época, el senador José Name Terán. Name, una vez quiso denunciarme por injuria y calumnia, cuando en mi programa de radio La Silla Caliente (Todelar 1990—1997) demostramos que era un líder de la corrupción político—administrativa de Barranquilla.

José Name, hombre inteligente, audaz y de ideas democráticas, desplazó a los tradicionales Gerlein Echeverría, Carbonell y los Martin Leyes. Pero también al controvertido senador Juan Slebi. (Ramón Jesurum, hoy de los Char, era el amanuense de Slebi). Name fue mecenas de varios líderes del Partido Comunista y de dirigentes universitarios que luego pasaron a su movimiento político. El mismo Juan B. Arteta, el concejal comunista, se elegía con el apoyo de Name Terán.

Así comenzó la derrota del Movimiento Ciudadano. El advenimiento del charismo como prolongación de la guerra que perdió Barranquilla con el narcotráfico, la clase política corrupta renovada  y una élite económica emergente. Pero el secuestro (junio de 1999) del concejal liberal Orlando «el Cachaco» Rodríguez Saavedra, por parte del ELN, fue la justificación para intensificar una política de exterminio contra líderes del Movimiento Ciudadano ligados a la Universidad del Atlántico.

El «computador de Jorge 40»

En el que se llamó «computador de Jorge 40» había una carpeta denominada «Amigos del Das». Era el computador que portaba el jefe del Frente «José Pablo Díaz», Edgar Antonio Fierro, lugarteniente de Tovar Pupo. En esa carpeta estaba el plan y la lista de los que debían asesinar.

Pero no solo era el Das la única institución del Estado comprometida en esos asesinatos. También estaba la Segunda Brigada, la Sijin, la Policía Nacional. Contaban con la aquiescencia de empresarios  y reconocidos políticos. Para ello infiltraron al Movimiento Ciudadano y a la Universidad del Atlántico.

Por esa razón los primeros que cayeron en esta serie de crímenes de «Jorge 40» fueron de la Universidad del Atlántico pertenecientes al Movimiento Ciudadano. En el 2000 el Alma Mater había dejado de ser administrada por los partidos tradicionales. Ubaldo Enrique Meza fue rector con el apoyo de varios sectores de izquierda. Algunos de ellos estaban aliados con Bernardo Hoyos.

Al llegar el neurólogo samario Humberto Caiaffa a la alcaldía de Barranquilla (2000) fue una derrota dura contra Bernardo Hoyos y Guillermo Hoenigsberg, pero no para Char. En las elecciones subsiguientes (2003) sucedió un hecho que marcó la decadencia del Movimiento Ciudadano y la derrota política de Barranquilla, el triunfo de Hoenigsber. Y con él ganó el paramilitarismo. Luego el charismo asumió el poder omnímodo, absoluto, hasta ahora.

La guerra que perdió Barranquilla

¿Sobre qué base credibles se levantan las dos tesis que indican que el triunfo del charismo fue posible por la guerra que ganó «Jorge 40» y por la derrota del Movimiento Ciudadano?  No hay que hacer un gran esfuerzo para saber lo que pasó en Barranquilla y el Atlántico.

Cuando asesinaron a Eduardo Lozada Manotas, representante legal de Métodos & Sistemas, testaferro de «Jorge 40», y contratista de la alcaldía de Hoenigsber, se desató una guerra a muerte entre el Cartel de la Costa y el Cartel de Cali.

En octubre de ese mismo año, el jefe paramilitar ordenó el asesinato del industrial y comerciante y gran amigo de Bernardo Hoyos Montoya, José Manuel «Yuyo» Daes Abuchaibe. Fue una retaliación, porque Tovar Pupo consideraba que representaba al Cartel de Cali. Pero el  «Yuyo» se salvó milagrosamente. (Este tema lo abordaremos en una próxima entrega).

Cuando salí de Barranquilla, de la «lista de la muerte» solo quedábamos pocos vivos. Recuerdo que antes de mí, se había ido mi vecino y profesor Alfredo Castro Haydar. Pero regresó en el 2000, año en el cual fue asesinado cerca de su casa en la Ciudadela 20 de julio y al lado de su esposa.

En el momento presente Barranquilla está adormecida. Cada elección local o regional es un prolongado bostezo. Es como si fuera un requisito formal para legitimar el dominio absoluto de los Char. Nadie se sale del redil. Ni siquiera los medios de comunicación. Todos los políticos tradicionales están arrodillados al patriarca, a Fuad Char Abdala, quien maneja la política y el poder como si fuera un Sultanato. Barranquilla, en realidad, es un sultanato del siglo 21.

 


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