No ha sido un año fácil para el Partido Alianza Verde. Todo indicaba una escisión o ruptura en las filas de esta fuerza política que medios periodísticos, opinadores y hasta voces desde el interior de los verdes vaticinaban que ocurriría en este segundo semestre que termina. En círculos de la derecha política y hasta en cierta izquierda sectaria prendían velas para que ello ocurriera. Las públicas diferencias al interior de su bancada en el Congreso de la República respecto del gobierno de Gustavo Petro y sus principales iniciativas legislativas, y las contradicciones entre sectores de más tradición de izquierda o centroizquierda versus voces más cercanas a posiciones de derecha o centro derecha, alimentaban el vaticinio de la terminación de esa convivencia política en un mismo partido. Por eso resulta una noticia inesperada, que ha pasado inadvertida, la reunión nacional que acaban de realizar los Verdes esta semana en el marco de la COP16 en Cali.
La Alianza Verde ha sido una fuerza política alternativa de primera línea en la política colombiana del último tiempo. Protagonizó la Ola Verde en las presidenciales del 2010 de la mano de Antanas Mockus, conquistó la Alcaldía y gobernó con solvencia la Capital de la Republica con Claudia López. Se apropió como ningún otro agrupamiento de las banderas de la anticorrupción promoviendo con éxito la única consulta popular que se haya realizado en este sensible tema, ha intentado -con menor éxito- constituirse en el referente político del ambientalismo, se comprometió sin ambages en la lucha por la paz, ha concurrido en la movilización ciudadana por los derechos sociales, ha trascendido como fuerza territorial en centros urbanos y regiones como Boyacá, Valle del Cauca, Eje Cafetero, entre otros, y ha sido protagonista en el debate público y parlamentario en los principales temas de la agenda política.
Por eso, una fractura de la Alianza Verde que amenace su existencia no era una buena noticia para la democracia colombiana. Nuestro sistema político necesita fuerzas políticas pluralistas, democráticas en su vida interna y cuya existencia no dependa de un caudillo carismático, con vocación de permanencia y capaz de conectarse con los sectores populares, las clases medias y la opinión publica para movilizarlas en una perspectiva de cambio y transformación social. El encuentro nacional de los Verdes al reunir a todos sus diputados, concejales, buena parte de su bancada parlamentaria, dirigentes nacionales y representantes de los 1.800 electos de todo el país, por si solo es un esperanzador mensaje que despeja el fantasma de la división.
Contrario a un ácido enfrentamiento entre sectores políticos, fue un reencuentro fraterno que promete un clima favorable a la reunificación del Partido Verde de cara las batallas políticas y electorales que se avecinan. De una importancia singular fue la discusión política con un importante contenido académico que abordaron los Verdes en esta cita. Porque no se trata de una unidad formal o de una foto para la galería, sino de concurrir alrededor de una ruta y unos mínimos programáticos que le propongan un sentido al Estado y la sociedad colombiana para los nuevos tiempos que vienen. Una nueva ilustración ecocentrica que imponga un paradigma de la vida que supere el antropocentrismo de los siglos XVIII y XIX y un nuevo keynesianismo que le conceda al Estado y a la esfera pública un papel emprendedor e innovador, como lo aconseja Mariana Mazucato, son imperativas reflexiones que los Verdes empiezan a discutir para definir sus nuevas apuestas y propuestas en tiempos de crisis climática.
Esta reunificación verde debe reafirmar su lugar alternativo en la política colombiana; debe profundizar su compromiso ecológico y social y debe avanzar en mayores niveles de identidad política sin perder la riqueza de su pluralismo. Pero lo mas importante es la conciencia de que su fortalecimiento es un gran activo para la segunda ola de reformas progresistas que el país reclama. Una ola que debe ser de nuevo Verde.