«Macedonio» barranquillero y puta bogotana- Por: Felipe A. Priast

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Hace 3 años exactamente me ocurrió un percance en Europa. Había viajado al Viejo Continente a escribir un libro durante un año y terminaba mi estadía en Mykonos, en donde pasé 5 semanas maravillosas escribiendo en el balcón de mi apartamento alquilado con vista al Egeo, o en un restaurante barato en Ano Mera con techo de parra. En Mykonos saqué el capítulo más duro de mi novela, un capítulo que se me trancó un mes, hasta que por fin salió bajo la parra de aquella fonda intima en Ano Mera al calor de unos buenos ouzos.
Fue sabrosa la estadía en Mykonos, pero costosa, y para balancear mi magro presupuesto de escritor, decidí irme tres meses a los Balcanes, una región en donde se podía vivir con muy poco.
Después de conseguir en Airbnb un magnífico apartamento en el Downtown de Belgrado por $500 dólares al mes, abandoné la paradisíaca isla de Mykonos vía ferry, y en Atenas cogí un tren que me llevaría a Thessaloniki, en donde pensaba coger un bus “baratieri” que me llevaría a Belgrado atravesando toda Macedonia.
Bueno, resulta que la vieja idiota de la empresa de buses me envió mal la información, y perdí el bus, un bus que salía solo una vez por semana debido a la epidemia de COVID. En consecuencia, acabé atrapado en Thessaloniki una semana, y creo que haber perdido ese bus fue la eventualidad más afortunada que me ha podido pasar, pues acabé adorando Thessaloniki y el tiempo que allí pasé.

Thessaloniki, o “Salónica” en español, es la capital de la Macedonia griega, y hago la diferenciación porque también hay un país llamado Macedonia del Norte y una región al sur de Serbia llamada “Macedonia”.
Macedonia es la región histórica que vio nacer a Alejandro Magno, el comandante militar más famoso de la historia y una de las figuras más célebres dentro del canon histórico de Occidente. “Alexandros”, una figura casi mítica, que en Thessaloniki y toda Macedonia es venerada como casi un Dios.

Todas esta introducción a mis aventuras europeas porque, ha sido gracias a este episodio afortunado en Macedonia que puedo hacer la comparación que voy a hacer: nuestro “Alex” killero tiene aspiraciones de “Alexandros” killero. Ya el hombre no es “Alex Char”, ahora es “Alex” a secas, porque en Barranquilla, la “Macedonia del Caribe” según los Char, con ese nombre basta. No es necesario poner el apellido, con el remoquete corto y americanizado de su nombre (Alejandro) es suficiente.
Alejandro Char, político corrupto, facilitador de escapes de prision, amenazador de periodistas, destructor de la Fiscalía, Procuraduría y cuánta “ía” exista en el Gobierno, ahora entra en una nueva etapa de su vida en donde muda su ropa humana y se pone el traje de mito. Y un mito no puede ser, simplemente, “Alejandro Char Chaljub”, no. Él, hombre de sangre sarracena parida en la meseta siria, tiene aspiraciones macedonias. Con la estirpe siria no alcanza, el quiere ser un grande-grande como el gran Alexandros, el quiere gloria histórica. Nuestro “Alexandros Magno” de Curramba quiere monumentos como tiene el macedonio, quiere un legado permanente. En el fondo de su alma, y como buen “turco”, tiene ambiciones como las de Ataturk, el padre de la moderna nación turca, otro hijo de Thessaloniki, por cierto. El quiere que el aeropuerto de Barranquilla se rebautíce como “Aeropuerto Internacional Alex Char”, así, a la inglesa, porque “Alejandro” es poco para las aspiraciones eternas de este turco de Lorica. El quiere que la biblioteca pública de Barranquilla se rebautice “Biblioteca Alex Char”, porque como todo sultán, quiere su nombre en todas partes, que llegar a Barranquilla sea como llegar a Estambul, una ciudad en donde todo se llama “Ataturk”. O como llegar a Skopje, en donde todo se llama “Alexandros”. Va a llegar el día en que para poder bautizar a un hijo “Alex” en Barranquilla, va tocar pedirle permiso a los Char, porque lo van a volver marca registrada.
Alejandro Char no está vendiendo una candidatura, está vendiendo un mito para la posteridad, antes de que lo metan preso.

Solo le recuerdo al estúpido electorado barranquillero que piensa votar por él (a $500 mil el voto, por cierto), que cuando lo metan preso su ficha de detención no va a decir “Alex” Magno de Barranquilla, sino “Alejandro Char Chaljub”, receptor de dineros de Odebrecht, sospechoso de asesinato, facilitador de escapes de prisión y profundo saqueador de las arcas de Colombia junto a su secuaz en crimen “el Oso Yogui”.
Solo recuerden su ficha de arresto antes de construir el mito, digo…

Un poco más interesante es el caso de Ingrid Betancourt.
“0.5% Betancourt” (ese fue el porcentaje que sacó en la última elección presidencial) es la puta más grande que ha dado la política colombiana, y cuando digo “puta” lo digo literalmente.
Los cuentos más famosos de Ingrid -incluso más famosos que los de su secuestro- son sus historia de cama. La lista conocida de amantes de Ingrid Betancourt es larga, y su fama es como esa de aquellas famosas cortesanas de Versalles que los nobles franceses se pasaban de mano en mano todas las semanas. Ingrid Betancourt, hasta hace poco, tenía un prontuario de “catre” que parecía sacado de “Dangerous Liaisons” (1988), la famosa película de Stephen Frears protagonizada por John Malcovich y Glen Close.
Ingrid Betancourt es como una “Isabelle de Mertuil”, una moza fina que ha pasado por la cama de todo el mundo dentro de los estratos más altos. Haberse comido a Ingrid como que era un requiremento para participar en política en los 90s del pasado siglo, porque cómo hay de gente que tiene marcado ese chulito en su listado de polvos célebres.
Y es que la pobre mujer no puede escaparse de su pasado como sujeto de entretenimiento “horizontal”. Resulta que se pone a atacar a Petro con el cuento de que nuestro presidente padecía de depresiones mientra vivió en Bélgica como agregado en la embajada de Colombia ante ese país, y lo único que Petro recuerda de esa época es que ella y Carlos Alonso Lucio, su machucante de turno en ese entonces, le rompieron una cama. Petro hubiera podido recordar otra cosa de Ingrid, que estaba más flaca, que era más simpática en esa época, que era más combativa, etc. Pero, no. La única memoria que se le viene a Petro es que era una puta tan intensa en los artes amatorios que rompía catres. Nadie recuerda una sola ley presentada por Ingrid durante su paso por el Congreso, pero todo el mundo recuerda al menos a 5 de sus amantes. Ni siquiera durante su secuestro dejó de putear, y existe evidencia que indica que varios secuestrados también se la comieron, lo que es un caso único en la triste historia de los secuestrados. Yo no conozco los pormenores de la experiencia de ningún secuestrado mientras estuvieron en cautiverio, excepto por las experiencias de Ingrid, que están ampliamente documentadas, en especial, sus historias de catre.

Bogotá tiene un problema enorme con el cual nunca ha querido lidiar. La ciudad produce unas “cacas” políticas en una proporción mucho más alta que la de el resto del país, y cuando digo “caca” me refiero al carácter y el talante de su gente. Andrés Pastrana, Germán Vargas Lleras, Enrique Gómez, Miguel Uribe Turbay e Ingrid Betancourt todos parecen cortados por la misma tijera. Corruptos en Colombia hay en todas partes, no solo en Bogotá. Pero gente tan detestable, solo en Bogotá. Que una ciudad “cague” tanta gente detestable no es normal, y ese es uno de los orígenes de toda la mierda que se vive en Colombia. Esa “caca” de gente ha construido un país desigual durante siglos, y todavía hoy, ya en la tercera década del siglo XXI, tenemos que seguir tolerando gente de ese talante.
Y esas “cacas” son educadas en los colegios exclusivos de Bogotá para ello. Miren ustedes la historia de una alta comisionada de la ONU en Colombia quién reportó que su hija negra fue discriminada sin cuartel en el Colegio Helvetia de Bogotá. A la pobre señora le tocó sacarla de ese colegio y mandarla de regreso a Suiza, a que viviera con su padre, porque la pobre niña quedó traumatizada por el racismo y toda la mierda que expelen los niños bogotanos “de bien”. Esos colegios exclusivos de Bogotá son unos incubadores de mierda, y la gente que producen, podrán ser bien educados en cuanto a conocimientos, pero son unas porquerías de gente. Ese es el origen de gente como Ingrid. Mierda familiar, mierda en el colegio, mierda en el club, ¡y ahí tienen!, un país hecho una mierda.

Bogotá es la gran escuela de la mierda en Colombia, e Ingrid Betancourt, una de sus ex-alumnas más prestantes.


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