Máximo Jiménez, la música de acordeón al servicio de la movilización social

Compartir

Marta Rodríguez Sánchez & Juan Carlos Gamboa Martínez

Máximo José Jiménez Hernández (1949- ) es un cantautor de música de acordeón de origen campesino y con ancestros Zenú, nacido en el corregimiento de Santa Isabel en Montería, Córdoba, quien fuera enormemente popular durante las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX por haber sido el artífice de la banda sonora de las heroicas jornadas de recuperación de tierras llevadas a cabo en el Caribe colombiano en el contexto de las movilizaciones emprendidas por la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) – Línea Sincelejo, con el fin de cristalizar la Reforma Agraria. En ese contexto mantuvo durante muchos años una relación de amistad y de trabajo con el sociólogo Orlando Fals Borda (1925-2008), hasta el punto que fue partícipe de algunas de las actividades que la Fundación La Rosca de Investigación y Acción Social que apelando a la metodología de la Investigación Acción Participativa (IAP), desarrolló en Córdoba y Sucre ejercicios de recuperación de la memoria histórica que contribuyeron a la consolidación de las organizaciones campesinas e indígenas de la región.

Como si poseyera el don de la ubicuidad, Máximo Jiménez donde quiera que fuera solicitado acudía presto a solidarizarse con los campesinos que adelantaban, al calor de la consigna “¡La tierra para el que la trabaja!”, jornadas de recuperación de tierras o que se encontraban concentrados en congresos y asambleas donde discutían las líneas de acción a seguir o que realizaban algún evento de protesta en favor de sus demandas. Así las cosas era muy frecuente verlo en remotas veredas de Córdoba, Sucre y Bolívar y de otros departamentos del Caribe, animando con sus canciones a los campesinos que viabilizaban con hechos concretos la Reforma Agraria, tocando su música en los congresos campesinos celebrados en Bogotá, D.C. en donde se exhibía el alto nivel de conciencia alcanzado por las organizaciones campesinas y participando con su acordeón en Valledupar en los actos culturales centrales del Paro del Nororiente que concentró a más de cinco mil campesinos en la Plaza Alfonso López. Este acompañamiento permanente realizado a lo largo de dos décadas lo convirtió en un verdadero ícono de las luchas y movilizaciones campesinas y hasta el día de hoy sobre él se han tejido innumerables leyendas que destacan su compromiso indeclinable y a toda prueba con las históricas demandas del campesinado.

Máximo Jiménez era hasta hace poco tiempo, antes de que le sobrevinieran quebrantos de salud que han limitado la movilidad del lado izquierdo de su cuerpo, un magnífico intérprete de la música vallenata y de la música de acordeón en general, lo cual lo llevó a Valledupar a participar en el emblemático Festival de La Leyenda Vallenata, donde si bien se ganó la unánime aclamación del pueblo raso y llano, nunca consiguió ningún premio ni reconocimiento debido a que las letras y mensajes de sus canciones eran muy críticas de las élites regionales en el poder, amén de que sus ejecuciones se inscribían en estilo del vallenato sabanero que se rehúsa a dejarse constreñir en los rígidos y artificiosos formatos de los organizadores del Festival de La Leyenda Vallenata que han creado un vallenato funcional a las élites urbanas.

La música de Máximo Jiménez tuvo una recepción disímil. Sus canciones, que son reflejo de las angustias y resistencias de los habitantes del campo, fueron acogidas con fervoroso entusiasmo por campesinos e indígenas, quienes no sólo se veían reflejados en ellas sino

que les servían para tomar conciencia de sus problemas, para elevar su autoestima y consolidar su dignidad. También su música tuvo muy buena receptividad en círculos intelectuales y estudiantes progresistas y de izquierda que veían en ella una expresión acabada de la canción social enraizada en ritmos tradicionales y vernáculos del Caribe colombiano. Por el contrario, los sectores sociales, políticos y económicos que eran objeto permanente de las críticas de sus canciones, verbi gratia, los terratenientes y acaparadores de tierras, los militares, los políticos corruptos enquistados en las instituciones, los empresarios rurales que expolian a la gente del campo, los gobernantes autoritarios, etc., rechazaron vehemente sus canciones a las que consideraban no sólo panfletarias y sin mérito artístico alguno sino instigadoras del odio de clases, lo cual llevó a que su música fuera proscrita, hostigada y perseguida. Al respecto son variados los testimonios que existen que dan cuenta de que los discos larga duración eran rayados o quebrados y los casetes eran desenrollados y rotos por la policía y el ejército. El hostigamiento y persecución de la música de Máximo Jiménez se hizo extensiva tanto a su compositor e intérprete como a los miembros de su conjunto llegando incluso a afectar a las personas que osaban escucharla en espacios que trascendían lo privado.

Como era de esperarse este tipo de música no fue distribuida por la industria discográfica sino que circuló en las periferias entre círculos de coleccionistas, intelectuales solidarios con las luchas agrarias y populares y entre campesinos e indígenas, alcanzando en todo caso importantes niveles de distribución a través de redes autogestionarias que se extendieron hasta ciudades más allá del Caribe tales como Bogotá, D.C., Medellín y Cali. Esta música, tal vez con la excepción del “Indio sinuano” que es una suerte de poema de autoría de David Sánchez Juliao (1945-2011) que fuera musicalizado por Máximo Jiménez, no sonó en la radio comercial si no que su nicho natural de transmisión fueron las reuniones cerradas y privadas de estudiantes e intelectuales y las parrandas de los campesinos realizadas en alejadas veredas, distantes de la presencia de las autoridades. Era, en todo caso, cuando ello fue posible, una música para escuchar y parrandear.

Hacia el año de 1990, con ocasión de la consolidación en la región del proyecto paramilitar de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), luego de haber sido capturado señalado de ser integrante de una estructura financiera del EPL, después de haber sido objeto de varios atentados en contra de su vida y con posterioridad al asesinato de su hermano José Ángel Jiménez quien además era integrante clave de su conjunto, Máximo Jiménez se ve forzado a desplazarse y al poco tiempo irse al exilio a Austria donde estuvo hasta el 2014 año en que decidió retornar a Montería.

De la producción discográfica de Máximo Jiménez, fuera de algunos compilados, se pueden mencionar los siguientes discos1: (a) El indio del Sinú (1975), compuesto por doce canciones en total, seis por cada cara, entre las que se destacan el “Indio sinuano”, “Estado colombiano”, “Viva la revolución” y “No quiero cantarle al amor”; (b) El burro leñero (1976), conformado por doce canciones en total, seis por cada cara, entre las que se pueden referir “El burro leñero”, “Me dijo un terrateniente”, “Levántate” y “Usted señor presidente”; (c) Máximo Jiménez y su conjunto (1978), del que hacen parte doce canciones en total, seis por cada cara, entre las que cabe citar a “La campana

descompuesta”, “Las escrituras”, “Soy campesino” y “Confesiones del terrateniente; (d) La herramienta del pobre (1986), constituido por diez canciones en total, cinco por cada cara, entre las que se puede mencionar “Pacho Camberra”, “La ley de la universidad”, “El gallinazo” y “Levántate José”; (e) La gente de Montería (1988), compuesto por diez canciones, cinco por cada cara, entre las que cabe mencionar “La vuelta a Colombia”, “Esta es mi canción” y “Lamento tropical”; (f) Idioma español (2006), es el primer disco compacto editado, compuesto por quince canciones, entre las que se puede referenciar “Idioma español”, “Raza Caribe”, “Mensaje a mis hermanos” y “El siete cueros”; (g) El amor no tiene edad (2016), que contiene trece canciones entre las que pueden referirse “Perro cojo”, “Mujer latina” y “Futuro mejor”, y (h) Soy de dónde nace la cumbia (2017), un disco compacto de trece canciones, la mayoría de ellas compuestas durante su prolongado exilio, entre las que cabe señalar las siguientes: “Soy de donde nace la cumbia”, “¿Quiénes son los culpables?” y “Yo soy la cultura”.

Precisamente sobre éstos y otros asuntos de la vida de Máximo Jiménez y a la manera de un periplo por su música es que versa el documental “’Los pueblos cuentan conmigo’: Máximo Jiménez, el juglar del río Sinú”, audiovisual codirigido por Jairo Antonio Rojas Garzón y Juan Carlos Gamboa Martínez y producido por Rueda Suelta y Zhátukua, el cual se estrenará próximamente en varias ciudades del Caribe, tales como Montería, Valledupar y Riohacha, y Bogotá, D.C.

Para quiénes no saben quién es Máximo Jiménez o para quienes saben muy poco acerca de él, el documental les permitirá tener una aproximación a su trayectoria vital y a su obra musical. Luego de verlo la gente se preguntará: ¿por qué no lo conocía antes si su música tiene una palpitante vitalidad y vigencia?

Para quienes lo conocen y les gusta su música y su rol como artista orgánico y comprometido con las movilizaciones sociales, el documental les permitirá conocer detalles desconocidos de sus venturas y desventuras después de su salida del país, durante su exilio y en su retorno a su tierra y apreciar la evolución de su producción musical. Luego de verlo la gente dirá: se sabía que era un juglar colosal, pero no tanto.

Para quienes lo conocen pero estigmatizan sus canciones porque desvela las injusticias y la desigualdad social, el documental les dará más elementos para seguirlo denostando, habida cuenta que pese a su edad y los quebrantos de salud que lo aquejan, persevera en sus principios y convicciones para seguir componiendo. Luego de verlo la gente dirá: ¿y todavía sigue molestando?

En definitiva parte del valor de este documental reside en que busca ser un antídoto contra la desmemoria y el olvido de la música y legado de este juglar de la música de acordeón que ha entregado toda su vida a cantarles a las mayorías expoliadas y empobrecidas del país y de América Latina-

 


Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *