Del 1 al 6 de agosto del presente año, se realizó en Lisboa – Portugal: La jornada mundial de la juventud. Un encuentro del Papa Francisco con jóvenes de todo el mundo. Importante analizar el mensaje del Santo Padre a los jóvenes, en especial, a los universitarios en estos momentos de incertidumbres y angustias, donde debemos retomar el sentido de la escucha y la palabra. El Papa hace un llamado a los jóvenes a sentirse peregrinos; es decir, dejar de lado la rutina cotidiana, pararnos en el camino con el propósito de ir más allá de los confines y zona de confort; hacia un horizonte de verdadero sentido. En palabras de Francisco, todos estamos llamados a confrontarnos con grandes preguntas que no tienen respuestas simples e inmediata; en este sentido, es necesario superarse a sí mismo, ir más allá; misión que un universitario comprende muy bien, porque de esa manera nace la ciencia.
La invitación del Papa es que los jóvenes sean peregrinos, que caminen hacia una meta que permita salir del laberinto, el sin sentido donde no hay metas ni salidas. El Papa invita a los jóvenes a hacer de la desconfianza un arma para seguir adelante y no continuar dando vueltas. Francisco insiste en que, el buscar y arriesgar son dos verbos rectores del peregrino; estar insatisfecho con lo que hemos hecho y nos hace falta por hacer, se convierte en un buen antídoto contra la presunción de autosuficiencia y narcisismo. El Santo Padre insiste en la necesidad de mantener la memoria del futuro, no sustituir el camino por recorrer, por detenernos en cualquier oasis que representa un espejismo; que ha hecho cambiar el rostro humano por las pantallas de televisión, lo real por lo virtual, las preguntas que desgarran por las respuestas fáciles; lo fácil anestesia. ¡Jóvenes busquen y arriesguen! No estamos en tiempos de agonía, sino en un parto agudo y doloroso.
Por ello, los jóvenes deben ser los protagonistas de una nueva coreografía donde el centro sea la persona humana, sean coreógrafos de una danza de la vida. En palabras del Papa, la universidad no existe para preservarse como institución, sino para responder con valentía a los desafíos del presente y el futuro. La invitación del Papa a los jóvenes es ser valientes, sustituyendo los miedos por los sueños, no ser administradores del miedo sino emprendedores de sueños. Para el Papa es un desperdicio pensar una universidad comprometida en formar a las nuevas generaciones solo para perpetuar el actual sistema elitista y desigual del mundo, donde la educación superior es un privilegio para pocos. En consecuencia, si el conocimiento no es acogido con responsabilidad, se vuelve estéril.
Quien ha recibido una educación superior, no se esfuerza por restituir algo con aquello que ha sido beneficiado, en el fondo no ha comprendido lo que se le ha ofrecido. Es una invitación a la solidaridad fraterna, a salir de nuestras propias burbujas y seguridades para convertirnos en artesanos de la justicia y la belleza. Para el Papa el título académico no puede ser considerado como una ciencia para el bienestar personal, sino un mandato por construir una sociedad más justa, incluyente y desarrollada.
Termina el santo padre su mensaje, invitando a los jóvenes a ser protagonista del cambio, peregrinos del saber; a construir una generación de maestros en humanidad, compasión, esperanza, defendiendo la vida del planeta, la urgencia de hacernos cargos de la casa común; pero esto no se puede hacer sin una conversión del corazón y un cambio en la visión antropológica que está en la base de la economía y de la política. No conformarse con salidas paliativas o compromisos tibios y ambiguos; los términos medios representan una pequeña demora en el derrumbe.