Petro sabe poner titulares. De eso no cabe ninguna duda. Horas antes de la posesión de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, afirmó que ella había sido miembro del grupo guerrillero al que él perteneció : “América Latina ya tiene dos presidentes del M-19” Esta afirmación no la podemos corroborar, lo que sí es seguro es que Sheinbaum, como tantos otros mexicanos, fueron solidarios a comienzos de los años ochenta, con Gabriel García Márquez y otros miembros del Eme que huían del Estatuto de Seguridad con el que Julio César Turbay Ayala, entonces presidente de la República, reprimió las manifestaciones de izquierda en Colombia. Gabo, quien a comienzos de los años sesenta vivió en México, donde trabajó como publicista, gracias a las gestiones de su amigo Alvaro Mutis y guionista, tuvo que refugiarse en México en 1981. Se veía con malos ojos, por parte del gobierno, que participara activamente en la edición de los números de la revista Alternativa, una publicación que reinvidicaba, entre otras cosas, la lucha armada.
A Gabo México le traía buenos recuerdos. No podemos olvidar que entre 1965 y 1966 encontró la tranquilidad necesaria, en ese país, para escribir su obra cumbre: Cien años de soledad. En 1981 regresó ya para establecerse de manera definitiva. Allí moriría en el 2014. Gabo siguió el mismo destino de otros hombres que lucharon por las libertades de sus países. José Martí fue uno de ellos. Entre 1875 y 1877 vivió mientras fue condenado por luchar por la independencia de Cuba. Setenta años después otro hombre grande de la isla, Fidel Castro, estuvo entre 1953 y 1958 en México, después del fallido intento de la toma del cuartel Moncada. Su regreso a la isla, que se convirtió en la gran revolución cubana, fue planificada milimétricamente en México. Acá se encontró con un médico argentino llamado Ernesto Guevara de la Serna y el mundo nunca sería igual.
Por invitación del escritor José Vasconcelos, quien en 1923 era ministro de educación, llegó el gran pensador peruano Victor Raúl Haya de la Torre. Pero, si de revolucionarios hablamos, la huella que dejó León Trotsky en México fue imborrable. Después de la muerte de Lenin, hubo una disputa por el poder de la naciente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El mando debería haber caído en Trotsky, creador, entre otras cosas del Ejército Rojo. Pero el mundo es un lugar donde la justicia no campea, así que puede más un manipulador consumado como Stalin que un hombre de mérito como León. Calumniado salió a un largo exilio que lo llevó a Turquía y luego a México. A mediados de los años treinta, a punto de romperse el mundo por la Guerra Civil Española y después por la II Guerra Mundial, pintores como Siqueiros y Diego Rivera, quienes profesaban la fe marxista, invitaron a quedarse en México al atormentado arquitecto de la revolución de octubre. A ese país llegó en 1937, mientras Lázaro Cárdenas era presidente. Pero la propaganda stalinista pronto pondría a Rivera y a todos los comunistas mexicanos contra el que era considerado el gran traidor de la revolución mundial.
Primero vivió en la casa Azul de Coyoacán donde Frida Kahlo y Diego Rivera tejieron su leyenda. Allí se vio sorprendido por un romance con la pintora. Luego alquiló una casa en donde fue asesinado por un espía que le envió Stalin, un español de apellido Mercader que se hizo pasar por un banquero belga y tuvo contacto con Trotsky engañando a una de sus discípulas. El crímen ocurrió con un piolet.
Luis Buñuel le debe todo a México. En España, a los 27 años, había revolucionado el cine y también el orden establecido con su provocadora Un perro andaluz, quien hizo al lado de su gran amigo de adolescencia, Salvador Dalí. Pero, después de que Franco ganara la guerra civil, salió de su país a Nueva York en donde consiguió un puesto burocrático en el MOMA. Tuvo que cruzar la frontera e instalarse en México y empezar una carrera como cineasta a los 50 años. Esa era la edad que tenía cuando estrenó Los Olvidados, una de sus obras cumbres.
En los setenta, cuando la bota militar irrumpía al sur del continente, exiliados de Argentina y Chile llegaron a México. Así arribó la familia del inmolado Salvador Allende. Colombianos también llegaron. Petro, acaso apresurado, afirmó que la nueva presidenta perteneció al M-19, lo que si es verdad es que ese país le salvó la vida a mucha gente de izquierda colombiana que era perseguida por grupos paramilitares que exterminaron, por ejemplo, a movimientos populares como la Unión Patriótica.
En los últimos años la política de inmigración impuesta por los Estados Unidos, ha intentado cerrar las puertas de un país eternamente abierto como México. Aún así le brindaron cobijo a Evo Morales en el 2019 y sigue siendo un referente para miles de estudiantes colombianos y latinoamericanos que quieren tener una segunda oportunidad en el país de los Aztecas