Por: Felipe A. Priast. Otra víctima de feminicidio en Colombia. Yo no conozco país del mundo, salvo Argentina, en donde las mujeres sean más vctimizadas por sus parejas que Colombia.
Y no solo por sus parejas colombianas, en el extranjero también las están matando de manera seguida. Mucha “modelo” asesinada en México, España, Centroamérica, incluso Europa y Estados Unidos. Ya yo he perdido la cuenta de cuantos titulares he leído de “colombiana asesina en…”, pero son bastantes en los últimos 10-15 años.
Yo no voy a re-victimizar a esas pobres mujeres que han terminado asesinadas por sus parejas, pero estoy empezando a sospechar, por cuenta del conteo estadístico nada más, que esas mujeres colombianas asesinadas están haciendo algo equivocado que desemboca en esta violencia marital. ¡Es que son muchas, tiene que haber una explicación más allá de los celos!
Y entre los agresores locales destacan los barranquilleros. El feminicida del otro día en el Centro Comercial Santa Fe, en Bogotá, es barranquillero. Hace poco me mandaron el vídeo de un barranquillero celoso que se sube a un bus en movimiento (ni Tom Cruise en Misión Imposible), se mete por la ventana del bus urbano, armado con un cuchillo, a matar a su pareja a la que acaba de descubrir con otro hombre saliendo de un motel. Por fortuna los pasajeros del bus intervienen y la infiel se salva, pero casi la mata este “Ethan Hunt” criollo.
Y, claro, está el famoso caso de Rafita Dangond de hace como 2 décadas.
A eso le sumó todos los cuentos que yo me sé de barranquilleros conocidos, y la lista de maltrato marital en Barranquilla es larga.
Pero, sería injusto estigmatizar a los barranquilleros nada más. Creo que es un mal esparcido por todo el país, desafortunadamente. Ahí está el caso del médico ese de Bucaramanga apellido Figueredo que le pegaba a todas sus mujeres, y a pesar de estar pagando una condena de 16 años de cárcel por su última agresión, ahí está en Valledupar, dizque trabajando. También supe del caso de otro médico de Sincelejo, conocido mío, entre otras cosas, también acusado de maltrato femenino.
Y los cientos de miles de casos de los que no sabemos nada porque las víctimas no hablan.
Yo tengo mi teoría sobre el tema de las agresiones maritales en Colombia, o a mujeres colombianas. Para mí hay 3 factores que hacen que el “cocktail” de violencia marital, en especial en la Costa”, sea lo que es.
El primer ingrediente de ese cocktail letal es el carácter pueril del colombiano, y este es un tema que he venido estudiando hace décadas.
Desafortunadamente, nuestra raza no es una raza de adultos, sino de “niños crecidos”. La gente en Colombia crece, se desarrolla, acaba la universidad, entra a trabajar y tal, pero en el fondo, siguen siendo unos niños, nunca alcanzan la madurez total.
Y los niños son violentos, por eso necesitan ser educados. Los niños no distinguen entre lo que se puede decir o no, o si montársela a alguien es bueno o malo, y todo lo diluyen dentro del humor y el perrateo propio de la niñez. Pero la vida es en serio, y requiere de individuos serios y maduros para que una sociedad funcione civilizadamente. En una sociedad civilizada y madura tú no puedes decir todo lo que piensas porque inevitablemente vas a lastimar gente con lo que dices. Y esa imprudencia es típica de la niñez, y en Colombia, se perpetua en la edad adulta. Yo no conozco nacionalidad más impertinente al hablar que la colombiana. El colombiano ve a alguien feo, y va y le dice feo en la cara (???). Se le sale la piedra, y de inmediato te suelta un “gonorrea triple hijueputa”. Es una sociedad completamente sin filtro.
Y el vehículo para muchas veces llevar a mal término esa imprudencia es la llamada “mamadera de gallo”. Casi todas las peleas comienzan en la Costa derivadas de una mamadera de gallo pesada que no le gustó a una de las partes en conflicto.
Por eso, entre otras cosas, yo no creo en ninguno de los dos paradigmas de la cultura colombiana, la mamadera de gallo, y la “verraquera”. La mamadera de gallo es ofender disfrazado de chiste; y la verraquera es hacer cosas con fuerza, pero sin usar la cabeza. El colombiano es “verraco”, pero no muy inteligente.
El segundo ingrediente del cocktail letal que afecta las relaciones maritales en Colombia es el machismo. El machismo está tan arraigado en la cultura colombiana, pero aún más en la cultura costeña, que hasta las mujeres son machistas.
En una cultura machista es inevitable que las mujeres lleven del bulto. En una cultura machista pegarle a una vieja es cosa normal, parte del reglamento machista. Y los cuernos femeninos en dichas culturas es equivalente a una boleta de asesinato.
Entonces, con solo esos dos ingredientes ya tenemos una mezcla letal: machismo dentro de una cultura pueril. Un niño crecido se siente traicionado por su pareja, y dándole libertad a sus instintos violentos propios de la niñez, va y la mata, o la revienta a trompadas, como en el caso de la pareja de Rafita Dangond hace como 20 años. Un adulto maduro, de una sociedad civilizada, confrontado con los cuernos, abandona a la mujer infiel sin decir nada, de pronto la putea, pero hasta ahí. Un niño de una cultura machista piensa en ir a matar a la mujer infiel.
Y el reverso de la situación, es decir, el hombre infiel, produce las aberraciones como las de Shakira, que es, montarle semejante murga pública al marido infiel para que todo el mundo sepa lo que ellas están sufriendo. En la fábrica de mi viejo hubo un gerente cuya esposa herida por la infidelidad de este gerente fue y le llegó a mi padre con la petición de que mi padre botara a este gerente, quien hacía un muy buen trabajo. Y era una pareja que tenía dos hijos. Es decir, si mi padre hubiera aceptado esa petición (no lo hizo, por supuesto), todos en esa familia de 4 se hubieran visto afectados con la echada del gerente, incluyendo la mujer traicionada. Pero una mujer consumida por los celos en Colombia no mide límites y va a buscar cómo joder al máximo a su marido infiel. Y ni siquiera voy a hablar del uso de los hijos como rehenes.
Yo he salido de pelea con mis dos hermanos, y lo primero con lo que me han salido en ambos casos es “a mis hijos no te les acerques”, cuando yo ni siquiera vivo en Colombia. Pero el colombiano herido, ya bien por una traición o por una disputa familiar, lo primero que hace es bloquearte el acceso a los hijos. Y las mujeres consideran que los hijos son más de ellas que de sus maridos. Es decir, todo es tan pueril, tan visceral, tan primitivo. Yo tengo un sobrino que se molestó tanto por algo que yo dije alguna vez por aquí, que me prohibió que me acercara a sus primas, ¡háganme el favor! Un culicagado que ni siquiera era mayor de edad, prohibiéndole a su tío que viera a sus primas, las hijas de mi otro hermano. Todo es tan ridículamente pueril y visceral en Colombia con respecto a los conflictos maritales y familiares que yo he optado por un desconecte total para no caer en ese juego de niños.
En fin, una sociedad machista conformada por niños revela estas cosas absurdas, estos descalabros que a veces acaban en desenlaces letales.
Y el tercer ingrediente de este cocktail letal colombiano es, en mi parecer, el vallenato, que no es otra cosa que la exaltación de los dos primeros ingredientes.
Una de las razones por las que no me gusta el vallenato es por su carácter pueril. La gente habla recurrentemente de su carácter “poético”, y creo que es cierto, pero no de buena poesía sino de poesía mala, de poesía de niños, una poesía elemental como compuesta por niños. Hay poesía buena hecha canción, como la de Serrat, como la de Brassens, o la de Vysotsky. Pero la poesía de los vallenatos es cursi y pueril. Eso que canta Diomedes en “Diana” de que “…si no la encuentro yo me convierto en un submarino…”, es un verso ridículo, que da risa, un verso de un niño de 6 años.
Y todo el vallenato está repleto de esos versos cursis, con contadas excepciones.
Y luego está el machismo del vallenato, el infame machismo del vallenato que acabó en el paramilitarismo, que no es otra cosa que una golirificación del súper macho costeño, algo así como el “Mono” Mancuso. Si tu todo el tiempo estás oyendo esas odas pueriles al súper macho por la radio, eso te termina creando una psicosis de violencia que se queda en tu cabeza y acaba saliendo en momentos coyunturales como verte confrontado con una infidelidad. El que mata a su pareja no es un macho, es un “super-macho” intoxicado de dolor y odio gracias al medio híper-machista que lo rodea, del cual, el vallenato es un componente primordial.
Ese medio híper-machista es lo que hace que, aún hoy, ser gay en la Costa Caribe sea considerado de lo peor en una familia, cuando hay una infinidad de cosas que son mucho peores que una sexualidad invertida. De hecho, en una sociedad madura eso no es ningún problema, pero en una sociedad híper-machista si lo es. En una sociedad híper-machista los dos peores crímenes son: (1) Una mujer infiel; (2) un hijo gay. Ser un traqueto, un corrupto o un asesino es preferible a ser gay, o una esposa “puta”, y esto lo podemos comprobar fácilmente en la Costa con solo asomarnos a la esquina. De ahí que el “castigo” sea tan violento con ambos en ciertas ocasiones.
Si alguien tiene una teoría mejor de por qué matan a tantas mujeres en Colombia sus maridos y novios, quisiera oírla, porque este tema me interesa bastante y quiero aprender más de ello. Por lo pronto, estas son mis conclusiones de por qué tantas mujeres mueren en Colombia a manos de sus parejas sentimentales.
Yo, hubo una época en la que también fui medio celoso, y en alguna ocasión, ante una aparente infidelidad de una novia (nada pasó) también reaccioné mal, aunque nunca le he puesto un dedo a una novia, valga agregar.
Hoy, si me llegan a poner los cuernos, lo único que me frikearía de presentarse esa situación es que mi mujer (o novia) le de permiso a su amante de comerse vainas de mi nevera, asumiendo que me están poniendo los cachos en mi casa cuando yo no estoy ahí.
Ese man se me come mi jamón serrano, o mi burrata, o se toma mi Jerez, y ahí si lo mato.
A mi mujer se la puede comer, pero con mi whisky single malt y mi jamón serrano ni que se
meta…
Ya yo soy un tipo maduro y crecido. Yo no sufro por nadie, excepto por mi perrita Tina cuando se enferma…
Ademas, ya no existen mujeres que se merezcan una puñalada mía, para empezar…