Mientras Uribe está preso en su casa de recreo de 1.500 hectáreas, y ahora Doña Lina, aparece envuelta en un vergonzoso pleito reclamando un predio baldío, es decir, de propiedad del Estado. Santos, cómodamente recostado en un sillón de cuero, en su casa – mansión, en el pomposo Anapoima, responde entrevistas a medios nacionales e internacionales, en su condición de Nobel de paz y es invitado a cuanto evento en el mundo examina los temas de conflicto armado y derechos humanos.
Esa es la realidad de dos líderes que en un momento de la vida democrática y burocrática de Colombia fueron aliados circunstanciales o en el mejor de los casos, fortuitos. Y esa realidad es seguramente lo que más indigna, encoleriza y enfurece a la horda uribista, al populacho y aún más a sus infectados dirigentes que por decreto presidencial no mencionan el nombre de JuanMa, para ellos es, “el traidor”, el abominable, el representante del castrochavismo.
Ambos gobernaron al país por largoooos ocho años, eternos dirían los de a pie, aquellos que subsisten en la Colombia Profunda, donde la mano del Estado nunca ha llegado, ni la mirada se ha parado y la pobreza es extrema, carecen de lo todo lo posible, no tienen colegios, menos salud, y ni que hablar de energía eléctrica o de carreteras. Hacen sus necesidades al aire libre, le pelan el culo al sol o a la luna. Porque ni una letrina les ha construido, es decir, viven debajo de la línea de bienestar mínimo.
Pero ellos, (Santos – Uribe), se reclaman su vocería y hablaron en su momento en nombre de ellos y fueron importantes para construir sus planes de desarrollo y sus agendas de gobierno, los tres huevitos, la prosperidad. Pero solo fue eso, slogan de campaña. ¡Cínicos e impúdicos!
Uribe prometió, y por eso fue elegido; derrotar, desmantelar, vencer, aniquilar a la guerrilla de la “faaarc”, ni lo uno, ni lo otro y mucho menos, lo demás; mientras que Santos, sin comprometer su palabra las logro derrotar, sentándolas en un largo proceso de negociación que terminó con la desmovilización de sus hombres y sus màs enconados y sanguinarios comandantes, por eso se ganó el premio Nobel de Paz, que para muchos debió ser compartido con los guerrilleros. Eso del Nobel les produce a los uribistas una fuerte urticaria y convulsiones histriónicas, léase Paloma Valencia, La Cabal, Mejía, los Eduars; ellas y ellos pululan. Así con falsedades se lo vendieron a una parte del pueblo colombiano que les creyó y lograron elegir al màs inexperto de los presidentes que ha tenido Colombia y eso que aún le falta poco menos de dos años para terminar su periodo.
Irrita a los uribistas todo lo que huela a Santos. Esta disputa entre los expresidentes Uribe – Santos es de vieja data e involucra otros actores estelares. Son muchos los episodios que han enriquecido esta larga novela, cuyo capítulo final no tiene fecha en el calendario de la historia política del país.
Las desavenidas están desde el mismo momento en que Santos nombro su gabinete, una vez posesionado, con su banda presidencial. Incluso, Uribe intento presionar y le prohibió a su aliado para la época que nombrara a German Vargas Lleras como Ministro de Defensa, según, el hoy reo en el Ubérrimo porque se ponía en peligro su vida y la de su familia.
Pero quizás, la mayor desilusión de Uribe y sus fanáticos seguidores es que según él, abandono las banderas de la seguridad democrática, que propone un papel más activo dentro de la lucha del Estado y de sus órganos de seguridad frente a la amenaza de grupos insurgentes con estrategia militar.
Mientras que Santos con una ética de llegar a la paz mediante el diálogo con los actores armados inició las negociaciones de paz, en donde planteó un proceso negociador y equitativo, postura que provoco la ira santa del señor del Ubérrimo.
Estas dos posturas ideológicas mantienen al país en un delicado enfrentamiento, que los ideólogos del chisme político bautizaron como polarización, palabra que no tiene afinidad en el castellano para el tema político, pero que le han dado el significado, del proceso por el cual, la opinión pública está divida en dos extremos opuestos. Duelo que no es nuevo en nuestro país, pero si exacerbado por el influjo en la opinión de ambos, uno màs que otro, que encoleriza las redes sociales y medios de comunicación y obliga a tomar partido. Esa es la cereza del pastel que decora la fragmentada democracia colombiana.
Los colombianos vivimos despeinados por el agrio, feroz y en muchas ocasiones, hasta inhumano, ataque que desde su cuenta de twitter, algunos medios de comunicación y periodistas militantes ideologizado, como cualquier bota fuego, emprende el preso Uribe contra Santos, Petro o contra cualquiera que se oponga a sus caprichos, obstinaciones y majaderías. En los últimos días y por el hecho de su medida de aseguramiento, la cosa se agravó y los ataques brutales tiene otro norte, la Corte y los magistrados, unidos a Santos y “el joven” Cepeda, que se atrevieron a poner preso al político màs influyente y poderoso de las últimas décadas en nuestro país, por la tontería de manipular testigos y llamarlo a versión libre por la masacre de El Aro.
Razón tiene María Jimena Dussan al afirmar que el discurso de Uribe “es cada día más antidemocrático y más tirano”. En esa tarea también ayudan sus hijos y en especial el mayor. Contrato la firma DCI por 40.000 dólares mensuales–, versada en esparcir fake news y en campañas efectivas de desprestigio.
Y que mejor forma para saldar estas letras que suscribir lo dicho por la misma periodista y columnista de semana que describe sin pelos en la lengua o mejor sin ambages lo que les he intentado decir:
“Y quién lo creyera: el que está acaballando esta toma de nuestra democracia no son las Farc, que en buena hora se desarmaron; ni el coco de Gustavo Petro, con que tanto nos ha asustado la caverna. Quien nos está llevando a esa debacle es el propio expresidente Álvaro Uribe y sus devaneos fascistas”. Màs claro no pudo ser contado.
Se equivoca el exsenador Uribe, se equivoca Duque, se equivoca Petro, se equivoca el Centro Democrático, se equivoca Claudia, se equivoca Fajardo, se equivoca Santos, se equivocan los periodistas y opinadores que ayudan a profundizar la polarización y a radicalizar algunas narrativas que solo afianzan agendas y problemas. En término generales se equivocan los extremos. ¿Será que para el 2022 somos capaces de derrotar a los extremos? Esa es la misión.