La izquierda y el centro izquierdo tienen que cometer muchos errores para no ganar las elecciones presidenciales de 2022. Hasta 2006 la izquierda era una fuerza marginal en las elecciones presidenciales. En ese momento, con la consolidación de un proyecto de la derecha pura y dura, en cabeza de Álvaro Uribe y el inicio de la polarización del país, la izquierda dio un salto y empezó a romper esa marginalidad. Carlos Gaviria hizo una memorable campaña y obtuvo la segunda votación con un mensaje claro de izquierdas. Las élites tradicionales afines al partido liberal sufrieron una impresionante derrota.
En las elecciones de 2010 las fuerzas situadas del centro hacia la izquierda siguieron creciendo, pero se produjo un fenómeno especial: Juan Manuel Santos, claro representante de esas élites tradicionales afines al Partido Liberal, logró lo impensable: que la derecha pura y dura lo ungiera como candidato presidencial y contra esa gran coalición nada pudo hacer el profesor Mockus y toda la izquierda.
En el 2014 se presentó un gran hecho histórico que abrió el camino para un posible triunfo electoral de la izquierda en el 2022: el proceso de paz rompió de manera definitiva a las élites políticas del país que habían gobernado a la largo del siglo XX. Santos que había ganado de la mano de la derecha en el 2010 ganó de la mano de la izquierda en el 2014.
La izquierda por primera vez en la historia fue decisiva en unas elecciones presidenciales. La izquierda en sus diversos matices salió por fin de la marginalidad. En esos días conversé varias veces con Santos y Vargas Lleras que reconocían sin ambages que la izquierda les había dado el triunfo.
En el 2018 la contienda presidencial tuvo otro color: en la primera vuelta, los candidatos situados del centro hacia la izquierda y los representantes de élites tradicionales afines a la paz obtuvieron la mayoría de los votos. Pero este espectro de fuerzas se dispersó en segunda vuelta.
Las élites políticas tradicionales afines a la paz se asustaron ante un posible triunfo de la izquierda y pasaron de agache o le votaron a Duque. Si se fijan en los resultados verán que Duque ganó en primera vuelta en 512 municipios y en segunda vuelta en mucho más de 800 municipios. Por primera vez la izquierda disputó la segunda vuelta con posibilidades importantes de ganar.
Otras novedades: en 2019 irrumpe la protesta social; en diez ciudades principales ganan las alcaldías candidatos apoyadas en el voto de opinión; y se conforma una bancada de oposición y unas bancadas independientes que dan batallas memorables en el congreso. La derecha entra en una enorme crisis. En el 2020 aparece la pandemia que le da un respiro a la derecha, pero dejará una pavorosa situación económica y social que sin duda alentará el cambio político.
Es muy probable que en la primera vuelta de 2022 se presenten dos o tres candidatos representativos de las izquierdas y las élites tradicionales afines a la paz. Lo mismo ocurrirá en el espectro político que va del centro hacia a la derecha. Eso es casi inevitable. Aunque, como vi ayer en la discusión en defendamos la paz, hay un sentimiento legítimo y noble que pugna por agrupar en primera vuelta a todas las fuerzas que le apuestan al cambio y a la paz. Si se produce el milagro será un gran acontecimiento.
Pero si no se produce ese acontecimiento es necesario que las izquierdas tengan en cuenta tres cosas: a. No pueden permitir que por la división o dispersión no vayan a segunda vuelta, es necesario tener agrupamientos competitivos, candidatos competitivos y que uno de ellos salte a segunda vuelta. Los candidatos y las alianzas no se forjan de la noche a la mañana.
Hay que reconocer que algunos líderes vienen desde atrás acumulando opinión pública y algunos grupos y movimientos construyendo aparato político. Con esos líderes, con sus virtudes y defectos, hay que contar. Con esos aparatos también. La política se hace con personas, con ambiciones, con diversidad de ideas y sentimientos, es una realidad que no se puede ignorar.
Es obligatorio un debate civilizado y ojalá amable entre los líderes de este espectro político, en las consultas si las hay, en las parlamentarias y en primera vuelta. Si hay un debate feroz, un debate deslegitimador, un debate que cierre las puertas para alianzas en segunda vuelta, ese puede ser uno de los errores que lleven a la derrota.
Como vimos en el 2018 aún si se suman los ocho partidos, movimientos y grupos de las izquierdas en la segunda vuelta con un buen candidato es probable que no alcance para el triunfo. Las élites tradicionales – y este calificativo no lo utilizo peyorativamente- afines a la paz son indispensables para el triunfo, para decirlo de manera más directa sin el “Santismo” es muy difícil que la izquierda gane.
El voto de opinión es un componente cada vez más relevante en las elecciones, pero no es suficiente para unas elecciones presidenciales, para esta contienda es indispensable tener tres cosas: voto de opinión, por supuesto; aparato político, es decir coalición de partidos con asiento regional, con estructuras construidas durante décadas; y dinero, mucho dinero. Esa es la verdad pura y dura.