La filtración, en las redes, de la grabación de una conversación entre un gastroenterólogo —por cierto muy reconocido— y un tal “Juancho”, en que el primero quebranta el juramento hipocrático y el código de ética médica cuando le revela a su interlocutor datos de la historia clínica del senador Gustavo Petro, es no la menos grave pero sí solo una de las aristas de un gran escándalo de espionaje y persecución política contra quien fuera el contendor electoral más fuerte del actual presidente de la República, y en el que estarían involucrados sujetos de escasa condición humana cercanos a los líderes del partido de gobierno (oír). Hasta el momento, los colombianos sabemos solo parte de la historia pero tenemos derecho a conocerla íntegramente puesto que si, hoy, uno de los líderes de la oposición es víctima inerme de la violación de sus derechos, mañana puede sucederle lo mismo a usted, a mí o a cualquier ciudadano que exprese una opinión divergente del poder reinante.
El Viernes Santo, 10 de abril, Petro publicó un video para contar que estaba en Cuba y que después de varias endoscopias había sospecha de un cáncer incipiente en el esófago, motivo por el cual se le iba a practicar una cirugía exploratoria, en La Habana, el lunes 13. Mientras algunos congresistas y jefes de los partidos, incluso el contradictor más feroz de la izquierda, Álvaro Uribe, le enviaban mensajes de solidaridad y aliento (ver), usuarios de la ultraderecha, la mayoría anónimos, botaban centenares de mensajes de odio deseando la muerte del senador, burlándose de su padecimiento o dudando de la existencia de la enfermedad a partir de la divulgación del irresponsable comentario del gastroenterólogo al que le pudo su tendencia política sobre el deber de secreto profesional pero quien – también hay que decirlo-, tuvo que ser asaltado en la confianza que él le dispensó a la persona con la que hablaba, pues esta fue la que debió determinar la divulgación de su contenido.
Una mirada atenta a los rastros que quedan en las redes deja, sin embargo, al descubierto una sórdida capacidad de seguir todos los movimientos privados del excandidato presidencial como sucede en las dictaduras de derecha o izquierda, las de un Pinochet en el doloroso pasado chileno, o las de un Ortega en el presente nicaragüense, en donde nada ni nadie podía o puede moverse sin la vigilancia del régimen totalitarista.
El 4 de abril pasado, uno de los portales más cercanos a la cúpula del Centro Democrático, conocido por su tarea de desprestigiar con falsas acusaciones a cualquiera que tenga posición diferente a la de sus jefes, empezó a narrar los movimientos de Petro, centímetro a centímetro. De paso, descubría también por esa vía su acceso irregular a información privilegiada que, por estar protegida por el derecho a la intimidad, no está al alcance legal de ningún periodista ni medio. En Twitter, el manejador de ese sitio escribió que “Gustavo Petro salió de Colombia el pasado 18 de marzo…”. En una nota ampliada precisaba que “una fuente de una agencia de Estados Unidos aseguró… que el pasado 18 de marzo… hizo inmigración en Panamá y desde entonces se perdió… mientras el país entero hace un esfuerzo por cumplir la cuarentena”. Terminaba con un interrogante: “¿Continúa en el istmo o se fue para otro lugar?” (ver trino y ver nota).
Ese mismo día, un caritativo seguidor del sitio calumniador, en coordinación perfecta con el escribiente del mismo, le hizo el favor de contestarle con la foto de la casa cubana en que se alojaba el congresista colombiano: “Casi seguro que Petro está en La Habana, en la Casa de Protocolo 5 del barrio El Laguito, Playa. Llegó a La Habana desde Panamá…”. Preguntaba: “¿por qué huyó? ¿Qué hace en Cuba?” (ver). A continuación, el corresponsal del portal de lodo lanzó el lema que fue tendencia en las redes en las horas siguientes: #DondeEstáPetro? Dejando en el aire la sugerencia de que el parlamentario era fugitivo de la justicia. Ese trino reiteraba, al final: “Casa 5 El Laguito. Fuente confiable”.
A las 24 horas, 5 de abril, el sujeto que inició la persecución mediática insistió en que “… Petro no informó (al Congreso) de su viaje al exterior y tampoco solicitó la respectiva licencia no remunerada…” (ver). El 10 de abril cobró su “primicia” (ver) cuando Petro publicó el video en que notificó al país sobre su diagnóstico, el cual tuvo que revelar, según su círculo cercano, ante el acoso virtual que estaba sufriendo (ver). Pregunté si los datos filtrados por el portal uribista eran exactos. La respuesta me dio escalofrío: sí lo eran, incluso el de la residencia de su hospedaje en Cuba. ¿Cómo hace un sujeto X que no tiene otras fuentes que no sean las del uribismo gobernante para conocer lo que hace y por dónde se mueve el jefe de la oposición? ¿Quién le filtra las fechas de inmigración, vuelo, nombre de línea aérea, país de escala, nación de destino y hasta lugar en que se aloja en el exterior? Inteligencia civil, militar o policial del Estado, Migración Colombia, Cancillería, ¿quién, quiénes? Pero sobre todo ¿para qué?
Entre paréntesis. He sido dura crítica del congresista Petro por sus posiciones y actitudes. Nunca he votado por él ni creo que lo haría en el futuro. Pero soy demócrata respetuosa de las libertades de todos.