Ha caído bien la designación de Otty Patiño como nuevo Alto Comisionado de Paz. Se sentía que Danilo Rueda ya había cumplido su papel y agotado su tiempo; que el Gobierno ameritaba un nuevo aire en la conducción de una de sus más ambiciosas apuestas políticas; que se estaba convirtiendo en un reclamo generalizado la necesidad de una reingeniería a la política de paz total.
Quienes conocemos a Otty sabemos que acierta el presidente Gustavo Petro con su nombramiento. Otty es un hombre de carácter que conoce el conflicto armado como pocos, fue protagonista del mismo como miembro y dirigente del M19, luego firmante y responsable de la implementación del primer pacto de Paz de la Colombia contemporánea; y ha sido un agudo estudioso de la evolución de la guerra y La Paz después de su participación en la Asamblea Constituyente de 1.991. Tuve el privilegio de conocerlo y aprender a su lado en mi condición de director de la Corporación Nuevo Arco Iris, cuando actuábamos en calidad de interlocutores de los gobiernos de la época para la ejecución de los acuerdos de paz de los noventas del siglo pasado.
Fueron Otty y Vera Grave, quienes nos invitaron a todas las ONGs provenientes de los acuerdos de paz a la creación del Observatorio Para La Paz, una suerte de tanque de pensamiento que asumiera la tarea de promover un análisis de las motivaciones de las guerrillas que permanecieron en armas y de la contrainsurgencia paramilitar. De ese ejercicio quedaron las publicaciones “Las Verdaderas Intenciones de las FARC”, “Las Verdaderas Intenciones del ELN” y “Las Verdaderas Intenciones de las AUC”. A Otty le escuché insistir en “construir un puente entre La Paz hecha y La Paz futura” y fue el primero que con lucidez nos invitó a estudiar y examinar las implicaciones del Estatuto de Roma y la creación de la Corte Penal Internacional en los procesos de paz futuros. Reflexiones que ahora le serán muy útiles en su nueva responsabilidad.
Otty tendrá que lidiar como Alto Comisionado de Paz con decisiones desafiantes. Una tiene que ver con la aspiración de una paz completa, manteniendo mesas de diálogo simultaneas con organizaciones de diversa naturaleza. Es un ensayo inédito y arriesgado en un país que como Colombia transitó el camino de una paz parcelada, con procesos de dialogo, negociación y reincorporación a la vida civil con cada organización por separado y de uno en uno. Una suerte de paz incremental. Otty tendrá que evaluar mantener las mesas de dialogo con el ELN y las disidencias de Iván Mordiscos, y examinar con el presidente si abre simultáneamente nuevos frentes de negociación con el Clan del Golfo y las disidencias de Iván Márquez, como era el derrotero trazado por el excomisionado Danilo Rueda. Tendrá además el apremiante reto de lograr un compromiso de suspensión del secuestro, tan necesario para recuperar y aumentar la credibilidad nacional e internacional en la política de paz total.
El Ex Presidente y Premio Nobel de Paz Juan Manuel Santos, en los últimos días se ha mostrado especialmente crítico con la política de Paz del Gobierno Petro. Ha expresado reparos respecto al compromiso del gobierno en la implementación del Acuerdo de Paz con las antiguas FARC. Santos olvida, no sabemos por qué razón, que los 7 años de implementación incluyen cuatro del gobierno Duque empecinado en hacer trizas dicho Acuerdo. Las distintas agencias y organismos encargadas del cumplimiento de los compromisos han demostrado con cifras que lo adelantado por el Gobierno Petro supera, y en mucho, a lo hecho por Santos y Duque. En el Gobierno Santos, por ejemplo, para los reincorporados de las FARC se adquirieron 71 hectáreas de tierra y en el Gobierno Duque 605, mientras que en lo corrido del actual gobierno van 3,371 adquiridas y se han formalizado un millón 300 mil hectáreas, como se lo recordó Gerardo Vega, director de la Agencia Nacional de Tierras.
Santos viene insistiendo en que no resulta legitimo negociar con quienes traicionaron el acuerdo, haciendo referencia a las distintas disidencias de las ex farc. Otty seguramente abundará en razones y con su lucido pragmatismo recordará que la experiencia colombiana en la construcción de la Paz está llena de traiciones y remanentes armados que se reciclan permanentemente. Que desafortunadamente es inocultable la responsabilidad del Estado en no haber garantizado de manera inmediata su territorialidad en los espacios geográficos, económicos y sociales dejadas por la guerrilla reincorporada. Que faltó Estado para asegurar La Paz estable y duradera. Que ese nuevo copamiento y expansión territorial del ELN y disidencias, merece un ensayo de solución negociada. Todos sabemos que La Paz con el ELN es un pendiente, que siempre fue “plato de segunda mesa” en las negociaciones anteriores. Y no sobra recordar que, en los noventas del siglo XX, por ejemplo, luego se negoció con los Comando Ernesto Rojas que se declararon en disidencia de la reinserción del EPL.
La designación de Otty como el arquitecto de la Paz total, tiene un ingrediente adicional y personal para nada despreciable para un luchador por La Paz. Será la oportunidad de su vida para ser el gran protagonista del cierre definitivo del conflicto y la superación pacifica de unas violencias.