Los hijos son el mayor tesoro, el mejor regalo y herencia brindada por Dios para llenar nuestras vidas de amor, ternura y alegría, por ello debemos cuidarlos, protegerlos, respetarlos y brindarle cariño, sin olvidarnos de educarlos y edificar en ellos unos principios y valores que sean los pilares para la construcción de su futuro.
Las nuevas tecnologías, premura del tiempo y las múltiples ocupaciones, han sido la excusa perfecta para que muchos de nosotros como padres evadamos la responsabilidad histórica asumida con nuestros hijos al momento de su concepción.
Difícilmente les brindamos calidad de tiempo, nuestro compartir con ellos es momentáneo y hemos basado una relación a la distancia por medio del celular, olvidándonos de brindarles afecto, compañía y la guía requerida para cimentar las bases que los conviertan en hombres de bien.
Hemos querido llenar nuestra ausencia y carencia de afecto colmándolos de bienes materiales y comodidades, abriéndole espacio a la tecnología, lo que ha ocasionado una pérdida de autoridad, libertad desmedida, desprotección e inversión de valores que ha llevado a nuestros niños, niñas y adolescentes a estar expuestos y vulnerables situaciones que atentan con su dignidad, integridad e inocencia.
A diario vemos como nuestros niños cambiaron los juegos tradicionales de trompo, bolita, cometa o escondite por el de la ballena azul, mono, choking game (ahorcado) o ruleta sexual, prácticas que encuentran con facilidad en internet y ponen en evidente riesgo su integridad emocional, física, sexual y hasta su vida.
Nuestros niños cada vez están más expuestos al consumo de sustancias psicoactivas, ya que por falta de monitoreo y atención de los padres, los hace vulnerables a los expendedores de droga, los cuales los inducen a este tenebroso y peligroso mundo, con graves consecuencias y efectos, truncando unos sueños y llegando a desgraciar la vida de un ser que aún carece de cordura entre el bien y el mal. Esta desatención parental además ha contribuido a que estén expuestos al acoso, abuso, violencia y explotación sexual por parte de depravados y degenerados sexuales que aprovechan nuestra ausencia y falta de confianza para robarles su inocencia, utilizándolos en prácticas aberrantes que atentan contra su integridad.
Padres, es hora de asumir a cabalidad, plenitud y con amor nuestra responsabilidad con nuestros hijos, cumplir con nuestro compromiso, ofrecer verdadero afecto, calidad de tiempo, generar vínculos de confianza y comunicación con ellos, brindar una orientación basada en amor, principios y valores que les permitan la edificación de sus proyectos de vida.
Solo así garantizamos a nuestros hijos un mejor futuro, enriqueciendo el goce efectivo de sus derechos, erigiendo personas seguras con criterios y carácter definidos en pro de su bienestar y la sociedad. De lo contrario, nuestro legado de
padres será el culto de una pervertida y degenerada comunidad atenta a devorar el tesoro más preciado de la sociedad.
Posdata: un millón de gracias Juan Manuel Santos por tu incansable lucha, trabajo y sacrificio para brindarles a nuestros hijos un país en paz.