Para aprender a leer al ‘Matarife’- Por: Puno Ardila Amaya 

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Hace varios meses, a mediados de 2020, Blu Radio publicó una nota sobre un profesor del colegio Virrey Solís de Bucaramanga que se “atrevió” —de acuerdo con el quejoso del Centro Democrático— a poner a sus estudiantes a analizar de forma crítica la serie “Matarife”, y presentar a partir de ello una reflexión, que incluía lectura textual, y contextual (intuyo), de su introducción, sus autores, una reseña de cada capítulo, un juicio de valor y conclusiones.

La pregunta que surge desde entonces, y desde antes —desde que uno de los suyos, del establecimiento, quemaba libros en esta misma ciudad; desde que sus ancestros prohibían lecturas por blasfemas y por herejes—, es por qué existe tanto temor de permitir que los jóvenes tengan acceso a las opiniones “contrarias” a sus “líneas rectas”, si lo que se promulga es que ese establecimiento hace siempre las cosas bien y al derecho.

¿Será que el discurso del establecimiento sí aguanta un análisis? Me parece que es un asunto de interés general revisar los enunciados y las afirmaciones que se plantean en medios de comunicación, especialmente en aquellos que no viven del establecimiento ni dependen de fuentes de poder, político ni económico, que pudieran resultar afectados con la divulgación de cualquier clase de información.

“¿Se imaginan ustedes que en los colegios pusieran como tarea analizar las propuestas de los candidatos en campaña?”.

Qué bueno sería que los entes de control revisaran esa información contenida en la serie “Matarife”, y puesta en revisión por esta propuesta pedagógica, «permeada por profesores militantes ideológicamente que se alejan de su noble labor», como dijo Laureano Tirado, del Centro Democrático, y verificaran si lo que se dice es o no cierto, y, frente a ello, emprendieran el cumplimiento de su labor institucional (me temo que no ocurrirá ni lo uno ni lo otro, ni la verificación ni una posterior investigación, porque así son las cosas por estos lares; siempre nos quedamos viviendo entre las denuncias de los unos y los pujos y las maldiciones y las amenazas de los otros).

El profesor Wilmer Chaparro, el irresponsable, irreverente, osado docente que se ha atrevido a enseñar a leer a sus estudiantes, con el agravante de estar respaldado por el colegio Virrey Solís, debe convertirse en punto de referencia para lo que debe hacerse en la mediocre educación colombiana, que ni eso enseña: la educación en nuestro país ni siquiera permite que se enseñe a leer. Ojalá todos siguiéramos su ejemplo, del Colegio Virrey y del profesor Chaparro, y, a falta de más “Matarifes”, pusiéramos a los estudiantes a pasarle un “content analysis” a esos discursos encarama-pingos con que nos tienen acostumbrados congresistas ordinarios y vociferantes, como Carlos Felipe Mejía, y falaces al extremo, como Paloma Valencia y María Fernanda Cabal. En verdad, los discursos de estas señoras frente a un análisis de contenido no aguantan ni media discusión; ni la colgadura de un pañal.

¿Se imaginan ustedes que en los colegios pusieran estas actividades como parte de la enseñanza? ¿Qué tal que, por ejemplo, se hicieran análisis comparativos de las disertaciones y de las propuestas de los candidatos en campaña?: se caerían por sí solas, por mendaces y por ridículas. ¿Qué tal que se hicieran también análisis diacrónicos de los discursos de nuestros flamantes políticos?; ¿cómo quedarían figuras saltarinas como Roy Barreras y Armando Benedetti?; ¿cómo quedarían oportunistas como César Gaviria y bobalicones de la “altura” de Andrés Pastrana? Ejemplos hay por montones; piensen en cualquier político, y métanlo a la lista de candidatos al análisis.

Pero esta es la verdad: en Colombia es necesario que la gente siga en su analfabetismo supino; borregos consumidores; votantes mendicantes; ignorantes con título. Enseñar a leer no forma parte del plan, y por eso la herida abierta del partido de gobierno, para cuya continuidad el que se confronte la realidad de sus hechos significa una afrenta. A eso estamos acostumbrados en nuestro país, a que una lectura real del contexto significa blasfemia y herejía, el mismo discurso manejado por el poder esclavista de la religión, que hoy cuenta con otras formas de dominación y otros mesías, pero que en esencia son la misma vaina.

Lo que necesitamos urgentemente en nuestro país son profesores como Wilmer Chaparro, del Colegio Franciscano Virrey Solís de Bucaramanga, que, en vez de andar enseñando que «mi mamá me ama, mi mamá me mima y me mamé de mi mamá», les abran los ojos a sus estudiantes, para que aprendan, como dice el Indio Rómulo, «a rasguñar su nombre, y después no los engañen, como a yo, y tengan que decirles a todo tiro, mi señor, mi dotor, sumercesito».


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