Es difícil saber qué está pasando en Venezuela. Horas antes de que se cerraran las elecciones en ese país, que terminaron en una polémica que aún no termina, los medios que no son afectos al gobierno colombiano le exigían al presidente usar con su frecuencia acostumbrada la red social X para presionar a Maduro. En ese momento Petro se encontraba acompañando a la delegación de deportistas que habían aterrizado en París a participar en las olimpiadas. Los resultados, dándole la victoria a Maduro, el papel que cumple en CNE en la ratificación de esa victoria y la cercanía de esta entidad con el régimen, eran argumentos para controvertir estos resultados.
Y mientras tanto Petro no decía nada. En Colombia se olvidó por completo el papel que juega Venezuela en la estrategia global y nacional del mandatario. Petro no sólo necesitaba a Venezuela por acuerdos que había adquirido con la empresa cucuteña, buscando reestablecer un intercambio comercial que, en su mejor época, llegaba a los 10 mil millones de dólares, necesitaba mantener a Venezuela como país garante con los diálogos de paz con el ELN sino que, también, Petro se jugaba un papel que asumió hace meses: el de ser mediador entre la oposición y el oficialismo.
Los enemigos del presidente le critican que su estrategia en Venezuela haya sido un fracaso. Olvidan, por ejemplo, que desde el 2018 la oposición no participaba en elecciones en Venezuela. No sentían tener las mínimas garantías para hacerlo. El camino de María Corina Machado no pudo ser más intrincado. La inhabilitaron al final y tuvo que recurrir a un profesor gris llamado Edmundo González, que estaba lejos de tener un carisma. Hasta en los resultados, al parecer viciados, que entregó el CNE es imposible esconder para el régimen la notable participación que hubo en los comisiones por parte de los que están hartos de 25 años de chavismo.
La mediación de Petro fue un trabajo de filigrana. Arrancó apenas llegó a la Casa de Nariño y que obtuvo avances significativos como reunirse en julio del 2023 con los presidentes de Francia -Macron- y Argentina -Alberto Fernández- junto con delegados de la oposición y el oficialismo. La reunión terminó siendo determinante para que la oposición se decidiera a participar en los comicios.
Lo que no pudo conseguir Petro fue hacer firmar a ambas partes, como recuerda el País de España que “aceptaban que reconocerían al ganador”. Incluso se alcanzó a escribir un borrador que terminó guardado en un cajón de la oficina del embajador en Caracas. Pero jamás se firmó.
Era muy fácil para la oposición a Petro criticar un silencio que se hacía larga y que pasaba con las horas. Se afirmaba que el presidente había usado su viaje a París para evadir la responsabilidad. Se ponía de ejemplo la firmeza de otros gobiernos, presuntamente cercanos ideológicamente cercanos a Maduro como el de Chile. Gabriel Boric no es vecino de Maduro ni le ha intentado ser puente entre dos bandos tan radicalmente separados como la oposición y el oficialismo.
En realidad las llamadas entre Petro y su canciller, Luis Gilberto Murillo, se cruzaban y terminaron con un mensaje enviado por el propio ministro de relaciones exteriores desde su cuenta de X en donde le exigía al presidente Maduro la publicación de las actas electorales para dar claridad sobre las elecciones. Horas después, el miércoles, Petro se había convertido en el último de los presidente de la región en no pronunciarse sobre Venezuela. Su postura de abstenerse de votar contra Venezuela le provocó que lloviera una tormenta de críticas sobre él. Al final se pronunció. Lo hizo, exigiendo transparencia, pero recordando eso sí al espíritu de Chávez y, sobre todo, la afectación que produce en el pueblo venezolano el bloque al que somete Estados Unidos a Venezuela. Al final de la semana pasada, mientras en Venezuela se derribaron 27 estatuas de líderes chavistas, cayendo incluso algunas de Simón Bolívar y hasta una de José Gregorio Hernández, Petro seguía, a punta de videollamadas, lograr crear un bloque de líderes de izquierda, alejados por supuesto de las posturas más radicales de Cuba y Nicaragua, que podría servirle de puente a Maduro. Según El País de España logró refrenar los ánimos de Andrés Manuel López Obrador quien incluso estaba dispuesto a condenar la postura de la OEA contra Venezuela. Su logro más importante fue incluir en este bloque, en donde ya estaba montado el brasilero Lula Da Silva, a Gabriel Boric de Chile. Lo que se necesita en este momento en Venezuela es mediación. Lograr sentar en la mesa a la oposición y al gobierno y buscar una salida política a la crisis.
Sobre esta postura el director de la fundación Paz y Reconciliación León Valencia afirmó desde su cuenta de X lo siguiente: “Venezuela duele, pero en medio del dolor es obligatoria la calma, el traspaso del poder por la vía electoral se agotó y una salida de Maduro mediante la fuerza, además de improbable, significa un gran baño de sangre que agregará más dolor y miseria a lo que ya existe, la salida negociada es, parece, la única salida y para eso se necesita quien presione y quien medie y tienda puentes, Colombia debe estar entre los que median y tienden puentes, ese, desde luego, no es un papel muy popular en una situación de ascenso de los extremos, se necesita mucha convicción y mucho carácter para sostener la idea de la salida negociada entre fuerzas que quieren apretar hasta ahorcar al contrario”.
Lejos de las presiones y el afán de los medios colombianos porque haya una resolución en Venezuela, se debe aceptar que la única salida que le queda a la crisis en Venezuela será el diálogo.