En Colombia se hace cada día más complicado saber con quién estamos interactuando sea personalmente o de forma virtual. Se torna peligroso e incómodo, ya saben, por eso de lo de que ¿Usted no sabe quién soy yo?
Una fiebre de poder que se transformó en pandemia y que podemos encontrar en todo el territorio nacional, el más reciente caso, que se ha hecho público en los medios nacionales, valga la claridad, ya que son muchos los casos que a diario duermen en el archivo de la impunidad; es el caso de Hernando Zabaleta Echeverry que insultó hasta más no poder a una oficial de tránsito que hacia su trabajo, mientras escuchaba con paciencia inquebrantable el despacho de complejos del supuesto hijo de contralor que la haría echar y además acabaría con su vida laborar para que ni de vigilante la contrataran, pues, tiene muchas influencias gracias a que gana 20 veces más que la oficial.
Son muchos los Zabaletas Echeverrys, a diario nos encontramos con reyezuelos iguales o peores que este señor que, por estar degustando migajas de poder se sienten dioses y sin duda les encanta que no sepan quienes son para recordarnos que no sabemos que son a medias sino completamente zopencos.
Aunque en este país de resaltos y crónica polarización, es bueno, a veces, que no sepan quienes somos, ni que pensamos, y mucho menos si es en el escenario electoral. En el debate presidencial son muchos los arrepentidos y más los temerosos de hacer pública su preferencia tanto que deciden seguir de anónimos para evitar los improperios y ataques Cuasi sistemáticos de dañinos en las redes sociales que de paraco, guerrillero, asesino, terrorista, narcotraficante y hasta violador, entre otros calificativos no te bajan, despachándose contra los ciudadanos que eligen un candidato distinto al de ellos. Y es que si no lo ha hecho publico mejor no lo haga si no tiene una buena trinchera porque los están esperando con las armas de odio cargadas, la turba de irresponsables que no saben debatir ni exponer argumentos sin ofender e insultar a los que no comulgan con su santo extremo.
Y es que, si queremos tranquilidad, tocará no saber quién se es, sino hasta después de las elecciones presidenciales. El primer gran debate regional de los candidatos presidenciales dejó a la gran mayoría con las ganas de generar más odios, estaban de palcos en espera que en escena aparecieran improperios y agravios. Pero el formato del debate no se los permitió, porque de debate poco tuvo, pero no contentos e irresponsablemente muchos salieron a las redes sociales a poner palabras en la boca de los candidatos que nunca dijeron, con el fin de generar polémica y fomentar la desinformación. ¡Ay las redes!
Ñapa: cuando Sergio Fajardo habla de acabar la corrupción, a muchos les da un fuerte escalofrío, especialmente en el departamento del Cesar donde viven mucho de eso, y cuando Gustavo Petro habla de meterlos en la cárcel, y cárcel es cárcel, a la agriera se le suma un fuerte dolor de cabeza.